HISTORIAS DE VIDA DE MUJERES IMPARABLES

Todas tenemos fortalezas y habilidades para transitar y superar situaciones difíciles. Todas tenemos mucho para contar, para enseñar, para dar. Este grupo fue creado para compartir TU HISTORIA DE VIDA, si considerás que tenés un mensaje de fortaleza, de resiliencia, de superación, de empuje, de empoderamiento que querés transmitir a otras mujeres.

La idea empezó por querer homenajear, en la semana de la mujer, a algunas mujeres imparables que han sabido surfear la ola de los reveses de la vida. Entonces armé una ¡¡MARATÓN DE HISTORIAS DE VIDA!! Fue tanto el éxito y la adhesión que tuvo que decidí continuar contando historias.

Todas tenemos fortalezas y habilidades para transitar y superar situaciones difíciles. Todas tenemos mucho para  contar, para enseñar, para dar. Habitualmente, las situaciones límite nos confrontan con verdades profundas, con sentimientos auténticos y nos acercan o nos alejan de las personas que conforman nuestro entorno. Se genera un aprendizaje que supera a la propia persona, una fuerza que impulsa a quien transitó un camino difícil a querer volcar su experiencia en la comunidad.

No alcanza con recuperarse y recordar lo vivido. Hay que contarlo. Hay que transmitirlo. Es una fuerza arrolladora que te impulsa para adelante y se genera, entonces, el deseo de contar tu historia.

Escribir sana, transforma, transmuta, te conecta con tu poder interno, con tu esencia. Cuando escribís tu historia ordenás tu universo, le ponés nombre a lo que te pasó, a tus sentimientos, a cada vivencia.

Escribir es terapéutico. Te permite limpiar tu alma.

Por eso, quiero que te sumes al Grupo de Facebook que habilité para tal fin y a esta MARATÓN para que me cuentes sintéticamente TU HISTORIA DE VIDA.

Te invito a ser parte de esta comunidad, a compartir tu historia o a dejar un mensaje de apoyo o alguna anécdota que hable de las fortalezas que solés desplegar ante situaciones difíciles.

¿Qué situación difícil te tocó atravesar o estás atravesando actualmente?

¿Qué herramientas desplegás habitualmente para transitar los cambios?

¿Sos de confiar en el proceso? ¿O estás llena de miedos, dudas e inseguridades?

Contar una historia de vida es meterse dentro de la vida de una persona. Es escabullirse por sus aguas internas, bucear para descubrir los tesoros que hay en su interior.

Pero contar una historia de vida de alguien que ha atravesado una situación traumática, es más difícil aún, porque te confronta con un otro, semejante a vos, al que le han tocado cartas malas en el juego de la vida. O tal vez no sean tan malas, tal vez sólo sean desfavorables. Depende de cómo las mires. Estoy convencida de que los desafíos llegan a la vida de una persona para dejarle un mensaje, una enseñanza, una misión. Ese otro es tu maestro. Viene a darte una lección. Por eso las historias de vida son lecciones.

Te invito a leerlas. Son mujeres de distintas edades, distintos desafíos de vida, distintos dolores, distintos mensajes, pero todos ellos muy movilizadores.

Hay un antes y un después de leer estas historias. Son ejemplos de vida, de fortaleza, de superación, de empuje. A lo mejor te identificás con alguna de ellas, tal vez hayas atravesado alguna situación similar. Y aunque no fuera así, todas las mujeres estamos conectadas por una energía que nos une, que nos vincula. En algún punto te vas a identificar.

¡Sumate al grupo!

¡Me encantará leerte e intercambiar experiencias!

Pero si mientras tanto deseás conocer las historias de vida compartidas, te invito a leerlas ahora mismo!

MUJERES IMPARABLES

HISTORIA DE VIDA DE
MIRIAM FLORES

Febrero de 2019.

La historia de Miriam parece ser una historia como tantas de desafíos, dolores, pérdidas y demás adversidades vinculadas al sufrimiento. Pero no es así.

Miriam pudo atravesar y superar su problema con una entereza pocas veces vista. Y aún hoy sigue en ese camino de superación, porque su lucha no ha terminado.

Les cuento un poquito de ella:

Miriam tiene 47 años. Nació en Paraguay, y luego se vino a Argentina  donde conoció a quien hoy es su marido, y tuvo con él dos hijas.

En el año 2018 le amputaron la pierna derecha por debajo de la rodilla por un cáncer en la palma del pie que no fue diagnosticado a tiempo (¿por impericia médica?, ¿por inexperiencia?, ¿por desidia?, vaya a saber uno por qué). Actualmente camina con una prótesis gracias al proceso de rehabilitación. Pero eso no es todo. Miriam tiene  metástasis en el pulmón, y tuvo que escuchar de su médica oncóloga que le dijera que el medicamento que existe para esa patología no está haciendo efecto, y que es el único que hay. Ahh, me olvidaba de contarles: le dieron 6 meses de vida. Claro, a ella no se lo dijeron, el marido fue quien tuvo la noticia.

Pero lo bueno es que Miriam sigue viva. Y esto es lo más jugoso de la historia.

Empecemos por el principio:

Miriam nació en Paraguay, ya les conté. De muy pequeña tuvo poliomielitis, estaba postrada, dice con sus palabras: “era una masa”. Tenía 3 años. Cuenta que no encontraban solución a su enfermedad, y que entonces recurrieron a un niño llamado Carlitos, que tenía 5 años y vivía en el pueblo, que aparentemente tenía poderes sanadores, porque este niño le tocó 5 veces la mano y el cuerpo, y ella mágicamente (o no) volvió a caminar sin hacer ningún tipo de rehabilitación ni tratamiento alguno.

Podría decirse que la felicidad había llegado a su vida, ya que se recuperó rápidamente. Pero no, la vida le ponía otra vez unas cuantas piedras en el camino. Su mamá estaba muy enferma, no recuerda de qué. O tal vez nunca le dijeron. O se lo dijeron pero su mente lo bloqueó para no sufrir más. Cuenta que no alcanzaron a llevar a su mamá en presencia de Carlitos, el niño sanador. Y su mamá murió. Ella tenía 3 años. – Me dejó caminando, y se murió, dice, con angustia.

Se emociona cuando cuenta: – Me crié sin tener afecto, soy huérfana desde los 3 años, me crié de casa ajena en casa ajena. Pasé todas las dificultades habidas y por haber. Pero nunca en mi vida dije “¿por qué Dios me sacaste a mi mamá?” siempre agradecí porque mediante eso yo tuve una vida y fui autosuficiente en todo.

Miriam dice que es huérfana, pero en realidad su papá vive actualmente. Pero es como si hubiera muerto. Quién sabe, o tal vez Dios lo sepa, por qué ante tanta tragedia familiar, este hombre decidió entregar a sus hijos a otras familias para que los críen. Eran cuatro hermanos. ¡Los separó! Así que a la pérdida de la mamá le siguió la de los hermanos… y la del padre.

Cuenta Miriam que iba de casa en casa, viviendo un tiempo en cada una. Y como si esto fuera poco,  no podían faltar los abusos. Cuenta con mucha tristeza cómo abusaron de ella.

Considera que esa experiencia de vida la hizo fuerte, auto suficiente, y la preparó para cuidar a sus hijas para que no les pase lo mismo.

Volvamos a la historia más reciente.

Miriam vive en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, a pocos km de la ciudad de Pergamino, su familia está compuesta por ella, su marido y sus dos hijas. Tenían trabajo y las necesidades básicas cubiertas hasta que la vida los sacudió con su enfermedad.

A partir del dolor en el pie que no la dejaba caminar, decide consultar. La trataron por otra cosa, sin estudiarla en profundidad, fue de médico en médico y nadie acertó lo que tenía. Así pasaron cinco años. ¡Cinco! ¿Nadie, ninguno de los médicos pensó que podía ser un tumor maligno?

Finalmente la operaron. Era un tumor maligno nomás. Pero no fue extraído totalmente en la cirugía, y se siguió extendiendo por la pierna. Fue a tratamiento de quimioterapia que no fue efectivo. Claro, ¡habían pasado cinco años!

Cuenta varias anécdotas lamentables que involucran a los médicos, pero de todas voy a rescatar un par, las que considero más relevantes.

Un día, cuando ya no daba más del dolor, se acercó a pedirle al traumatólogo una orden para hacerse una ecografía en privado, ya que en el hospital no se la hacían. El médico le dijo “si todos los que vienen acá con un pie hinchado a pedir una orden, yo le voy a dar, adonde vamos a parar?”. Ella le respondió: -“muchísimas gracias, veo que tenés un don especial para ser un traumatólogo, que la vida te depare cosas buenas” y se fue.

No supo exigir lo que por derecho le correspondía. Y le costó la pierna.

Otra anécdota: el tratamiento de quimioterapia no estaba dando resultado. Entonces, los médicos empezaron a evaluar la posibilidad de una amputación. Le hicieron un comentario al pasar, pero nada certero. Ella ya estaba tomando morfina para los dolores, porque seguían siendo insoportables.

Finalmente, le dieron la noticia por teléfono. ¿Por teléfono? Sí, por teléfono. ¡La llamaron por teléfono y le dijeron que tenía que internarse porque habían decidido amputarle la pierna! No sé si el término que voy a utilizar es el adecuado, pero ¡qué animalada! ¿Habrán aprendido en la facultad los médicos a ponerse en el lugar del otro, del paciente? No tuvo contención psicológica previa a la cirugía. Otra animalada. Sí la tuvo después, pero nadie la contuvo antes de perder su pierna. Pidió que le pusieran anestesia general para no escuchar los ruidos de la operación.

Para ese entonces Miriam ya había empezado una dieta alcalina. Su gran compañero de viaje, su marido, había investigado por internet los beneficios de la alimentación alcalina para los enfermos de cáncer. La empezó en la primera quimio, por su propia cuenta. Luego se puso en manos de un médico naturista que brindó sus servicios sin costo, con quien tenían contacto vía internet.

La operaron en marzo del pie y en junio le amputaron la pierna. En ese periodo de tiempo el tumor se redujo más de un 50 %,  gracias a la alimentación porque las quimios no estaban siendo efectivas.

Pero esto no es todo. A la par del cáncer en el pie le detectaron un cáncer en el pulmón. Metástasis. La peor de las palabras. Continuó con las quimios y con la alimentación saludable. Se lo comentó a su oncóloga que la miró sorprendida, no dando crédito a lo que ella le comentaba sobre la alimentación. Le dijo que no era necesario, pero si la quería hacer… Después se asombró cuando la tomografía computada reveló la disminución de la cantidad y del  tamaño de los tumores. De 16 tumores sólo le quedaban 4. Claro, cómo no iba a asombrarse si ella, la médica, fue quien le dijo que la medicación no estaba haciendo efecto y no había otra cosa para hacer.

Dejo las carnes, los lácteos, lo envasado, los conservantes, los edulcorantes. Su dieta se basó en verduras y frutas, huevos de campo, aceite de oliva. Muy estricta. Tenía la esperanza de que la dieta alcalina pudiera curarla.

Hoy en día sigue con esa alimentación pero un poco menos estricta.

Un dato importante, y que no es menor, es que con la enfermedad de Miriam se resintió toda la economía familiar. El sostén del hogar era el marido, pero acompañado por Miriam, quien lo ayudaba en su trabajo.  Ambos hacían trabajos de albañilería y se complementaban de manera perfecta.

Con la llegada del cáncer, y todo lo que vino detrás, el marido no podía tomar trabajos, porque tenía que llevarla a la ciudad a realizar el tratamiento, los controles, etc. se sostuvieron con los ahorros que tenían hasta que éstos empezaron a terminarse. Vendieron el auto, Miriam vendió su colección de cactus, solicitaron ayuda económica al municipio, a los amigos, en fin… la vida les cambió totalmente.

A través de una gestión realizada en el Servicio de Rehabilitación donde se atiende y con ayuda del municipio y del propio esfuerzo, Miriam logró tener su prótesis para poder caminar nuevamente. Trabajó con gran empeño diariamente haciendo los ejercicios indicados para que la rehabilitación sea total. Demuestra en forma constante una gran fortaleza.

¿En qué le cambió la vida a Miriam?

Su vida experimentó un cambio a nivel físico, mental, espiritual, se modificó su alimentación, su estilo de vida, cambiaron sus valores.

Antes ayudaba a su marido en los trabajos de albañilería, ahora hace las cosas de la casa, cuidando de no caerse. Tiene una huerta. Hace los ejercicios.

¿Qué siente que perdió?

Su respuesta pareciera obvia, pero presten atención, dice: –“No, siento que gané”. En la vida le han pasado tantas cosas que la cachetada la despertó, dice.

¿Cuál siente que es su propósito de vida? – “Ser ejemplo para algunas personas que quieran asimilar que no todo es la mano del hombre, que hay un creador, que vinimos a este mundo para ser probados, tenemos que seguir luchando. El creador nos pone las pruebas, no nos abandona, está al lado nuestro.” Es su fortaleza, le pide que siempre se haga su voluntad y no la de ella, se siente agradecida. Siente que ahora está acompañada por excelentes profesionales, que la carga que tenia se le ha alivianado.

¿No es fabuloso? ¡Qué poder de resiliencia tan grande!

¿Qué siente que puede aportar a la sociedad,  a las demás personas desde su experiencia, desde lo que le tocó vivir?

Orienta a otros pacientes con cáncer sobre la alimentación. Busca concientizar. Algunos la escuchan, otros no, pero ella y su marido igual hacen su aporte.

Dice: – La medicina no lo puede todo, hay otras cosas.

Cuenta con la compañía, el apoyo y el sostén de su marido.  Él cuenta que ella quiso suicidarse en una oportunidad, cuando sintió que el mundo se le caía encima. Pero él la contuvo, la sostuvo, la ayudó a salir adelante. Se puso al hombro su problema. El quiere cuidarla, le restringe las salidas, la sobreprotege, ella le pide que la suelte, quiere ser de vuelta la de antes. “Ya aprendí la lección – dice-  quiero ser de vuelta yo”. (¿Se podrá volver a ser la misma de antes después de todo lo vivido? ¿O se habrá transformado en una nueva persona?)

La familia atraviesa una situación económica apretada. Pero la prioridad es la alimentación alcalina de Miriam. Lo demás, queda en segundo plano.

Cuando le pregunto sobre cómo ve su futuro, me dice que está dispuesta a seguir luchando, que tiene metas de salir a hacer cosas nuevamente. Tiene proyectos. ¡Y eso es una gran cosa!

Le pido que me deje un mensaje final, y dice:

No todo en la vida son cosas feas. Hay muchas dificultades, muchos obstáculos, muchas maldades, mucha envidia, pero si uno se posiciona en las cosas buenas y tiene un sentimiento puro lo puede llevar bien. Las cosas materiales van y vienen, se pueden recuperar. Las  cosas más difíciles de conseguir son las afectivas, y uno muchas veces no las consigue. A mí me ha ayudado mucho en este tiempo que recuperé varias de esas cosas que no tenia. Necesitamos como seres humanos tener el afecto, la comprensión y el que alguien te diga te quiero. Esto es la medicina que a mí me ha ayudado.”

Años atrás, Miriam fue operada de la mama, tenía un nódulo que fue sacado a tiempo y no pasó a mayores. Pero esa experiencia le hizo revisar su vida. Sentía la necesidad de sanar otras cosas. Viajo a Paraguay para cerrar viejas heridas. Fue a la tumba de la madre, a hablar con ella. Visitó a todas las personas con quienes tenia cuestiones pendientes que resolver por las cosas que le hicieron o dijeron en su infancia, y les dijo lo que pensaba. Pudo decir todo lo que le afligía. Ella deseaba su cariño cuando era niña, pero ellos la dejaron de lado.

Volvió aliviada. Pudo sanar. La palabra sana. El perdón sana.

Al tiempo, los volvió a llamar, y les pidió perdón por si los había ofendido con las cosas que les había dicho. No quería tener ningún tipo de rencor hacia nadie más.

Me dijo: – He aprendido la lección. Dije “basta”, se terminó la Miriam de antes. Ahora arranco con otro propósito, quiero ver la vida de otra manera, hay muchas cosas para disfrutar, tener proyectos y seguir hasta donde la luz se termine.

Valoro mucho, agradezco el marido que me tocó.

Quiere ser la misma de antes, pero a su vez quiere ser una Miriam nueva.

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

Agosto de 2019.

A veces no logramos superar la prueba como soñamos. Sobrevienen otras circunstancias que nos hacen detener el viaje.

Miriam llegó a la última estación. No pudo continuar. Cumplió su misión de vida que, a mi juicio, entre otras cosas, fue transmitir un mensaje de poder, de valentía, de coraje, frente a una situación adversa.  Demostró una fortaleza increíble frente a su enfermedad, pudo sanar cuentas pendientes y transitar el dolor, la incertidumbre y las dificultades con fortaleza y optimismo.

Pero el reloj se detuvo. ¡Chau Miriam! ¡Te vamos a extrañar!

HISTORIA DE VIDA DE
GUILLERMINA GIMENEZ

Febrero de 2019.

La historia de vida de Guillermina no es una historia más. Supo atravesar situaciones de dificultad con mucha entereza y descubrir su propósito de  vida para poder ser ayuda eficaz para otras personas.

Pero vayamos introduciéndonos un poco más en su historia.

Guillermina tiene 35 años, vive en Garín, provincia de Bs As. Cuenta que desde chica siempre se la consideró como la diferente de la familia. Cada vez que se encontraba frente a una situación difícil, no se podía conformar con lo que estaba viviendo, ni resignarse, porque sentía que había algo más para hacer. Esta actitud fue la que hizo que lograra convencer a sus padres que iniciaran tratamiento psicológico debido a los múltiples episodios de violencia de género que le tocó presenciar. “Mi papá era violento con mi mamá”. La terapia no dio resultado. Es que todos sabemos que para que sea efectiva hay que estar dispuesto a trabajar en sí mismo, hay que querer cambiar,  hay que indagar en nuestro interior, confrontarnos con nuestras sombras.

A pesar de todo, Guillermina estaba feliz. Haberse animado a tomar acción la hacía feliz. No rendirse ante lo que las dificultades que la vida le presentaba la hacía feliz. Sentía una fuerza que no podía distinguir de donde provenía, pero que la llevaba a actuar, a hacer algo, a no quedarse de brazos cruzados frente a los problemas.

Dice: –En mi padres no hubo un cambio en ese momento, pero si en mi, de saber que no me quedé con los brazos cruzados.

Después sucedió un hecho muy fuerte, comenta.  – Mi papá en un acto violento casi mata a mi mamá y a mi hermana, y ese fue el desenlace.

Para ese entonces, ella ya frecuentaba poco la casa de sus padres porque había mucha violencia. Los malos tratos de su papá eran constantes. A partir de ese hecho, sus padres se separan y ella y su familia pierden contacto con su papá por alrededor de 8 años.

Se volcó a la fe, le pedía a Dios que los ayudara, porque no quería vivir más esta situación.

El hecho de que no se produjera una masacre, de que todos estuvieran con vida, después del episodio de violencia extrema, era visto por Guillermina como un milagro, porque todos estaban vivos. El resto de la familia lo vivía como una tragedia, pero ella ya estaba entrenándose en distinguir el mensaje oculto que traen las adversidades. Solo ella lo veía, porque ella era la diferente.

Ya casada y más tranquila de tanta revuelta familiar, comienza con el deseo de la maternidad. Pierde un embarazo, y a esto se suman otros problemas de salud. Algo estaba pasando en su cuerpo, lo percibía. Eso le causó mucho sufrimiento, lo cual desembocó en una lucha interna con la fe. ¿Creo en Dios?, ¿no creo en Dios? Necesitaba aferrarse de algo que le proveyera las fuerzas que necesitaba para seguir. Pero estaba confundida. Ese Dios al que ella le rezaba y le pedía quedar embarazada, ¿la estaba abandonando?

Ella y su marido  decidieron comenzar con los tratamientos de fertilidad. Era una opción que les permitía jugar con el renacer de la esperanza hasta el momento perdida.

Pero algo más estaba pasando en ellos. No podían hablar del tema, lo mantenían oculto, lo vivían en soledad, era algo tabú. Ni siquiera con la familia lo hablaban. Guillermina, en particular, no podía hablar del tema sin llorar. Hasta le empezó a molestar estar con amigas porque todas hablaban de la maternidad y temas relacionados con los hijos, y era muy incómodo responder a la clásica pregunta: “¿y ustedes?, ¿para cuándo?”. Pregunta que se hace normalmente en los ámbitos sociales a las parejas que aún no tienen hijos, sin percatarse de la razón que puede haber detrás de esa situación.

Insondables son los caminos que tenemos delante, nunca sabemos adónde nos conduce el sendero por el que avanzamos por la vida. Tenemos que estar despiertos para reconocer las señales que irán apareciendo al costado del camino, y las personas que irán sumándose en nuestro viaje.

Así fue como Guillermina descubrió a Claudio María Domínguez, le daba paz escucharlo, le impactó el mensaje que transmitía, que no somos víctimas, que somos responsables de nuestra vida, que hay que vivir con amor.

También sumó a su vida talleres de desarrollo personal, hasta que una amiga la invitó a hacer una sesión de coaching. Nada llega a la vida por casualidad. Y esta invitación justo llegó cuando la pareja estaba en la etapa de pasar de un tratamiento de fertilidad de baja complejidad a uno de alta complejidad: inseminación artificial. Pero un hecho fortuito impidió que lo llevaran a cabo. Una infección que afectó a ambos no permitió hacer posible en ese momento esa etapa del tratamiento.

El coaching le permitió a Guillermina reencontrarse con ella misma, descubrir el sentido de la vida y conocer el perdón y su efecto tan poderoso. Hasta ese momento se sentía oculta, sin brillo, apagada, tímida, muy analítica, se había formado una coraza para esconderse, para no exponer sus cosas. Con el descubrimiento del perdón pudo “amigarse” con su pasado, con su infancia, con su historia. Pudo perdonar a sus padres, y a ella misma. Se sintió más liviana, se quitó una pesada mochila que cargaba desde siempre, conoció la paz. Y este nuevo andar más ligera la conectó nuevamente con su padre, después de tantos años. Pudo decirle que ya lo había perdonado, que lo iba a amar siempre y le dio las gracias por haberle dado la vida. ¡Qué sanación más hermosa!, ¿no les parece? Dejar mochilas, dejar ese peso que solemos cargar con toda nuestra historia y que no siempre es necesario llevarlo a cuestas, soltar, perdonar, curar, sanar heridas viejas y no tan viejas, cerrar etapas, liberar las manos, el cuerpo y todos los sentidos para estar libres y livianas para mirar para adelante y tomar lo que la vida nos regale de aquí en más. ¡Qué mensaje tan poderoso nos transmite Guillermina!

Pero sigamos con su historia, que aún falta lo mejor.

Más fortalecida, decidió iniciar nuevamente un tratamiento de fertilidad de alta complejidad, pero su cuerpo no respondió a la medicación. Algo estaba pasando en su interior que la bloqueaba. Era una señal de que debía descubrir y trabajar eso que la estaba bloqueando.

Algo muy curioso pasó luego. Guillermina recibe el mensaje de una chica que le dice que, estando en la iglesia, había recibido un mensaje de Dios que le decía que ella iba a ser mamá. Tal vez ese era el empujón que necesitaba para continuar con nuevos intentos. Pero los tratamientos no funcionaban. Y nuevamente se enojó con Dios. ¿Otra vez le fallaba?

En su interior sabía que no era así, había aprendido que las cosas suceden por algo, aunque no lo comprendamos, hay un plan más allá de toda situación provocadora.

Las crisis, las “tocadas de fondo”, no dicen que llegó el momento de hacer un cambio. Y Guillermina se rindió. Le dijo  a Dios: me entrego a vos, a eso más grande que hay ahí, que no se bien qué sos, si sos Dios o si sos Universo, pero sé que hay algo que vos tenés que hacer en mi. Sé que estás haciendo todo esto para algo, explicame para qué. O mostrame el para qué.

La respuesta no se hizo esperar.

A los pocos días descubrió un video de Lain Garcia Calvo, un mentor español, líder influyente en materia de desarrollo personal y liderazgo, y empezó a escuchar sus videos y a seguirlo por las redes sociales. Conectó con su mensaje y sintió que él tenía todas las respuestas que ella andaba buscando.

A partir de su decisión de entregarse a Dios, y de soltar y confiar, las ideas se fueron aclarando, el entendimiento  dio luz a lo que antes veía confuso, y pudo comprender que su deseo ferviente de tener un hijo estaba respondiendo a un mandato familiar y social, no era lo que su corazón le decía. – Me di cuenta que quería tener un hijo y formar una familia por la presión social y familiar.

Con mi marido también se generó una crisis, dice. Se dieron cuenta que querían tener un hijo para ser felices. Buscaban la felicidad a través de un hijo, cuando la felicidad no puede buscarse afuera, sino dentro de uno. Estábamos todo el tiempo obsesionados con tener un hijo y nos estábamos perdiendo de disfrutar otras cosas, por ejemplo las reuniones de amigos, los viajes, porque todo era guardar plata para el tratamiento. Nuestros planes estaban supeditados a lo que podía llegar a pasar con el tratamiento, y no planeábamos por si llegaba a quedar embarazada – afirma.

Se habían olvidado de vivir el presente por pensar constantemente en un futuro incierto.

Pero todo el trabajo personal que Guillermina estaba realizando no fue en vano, pronto empezaron a verse sus frutos. Por un lado, empezó a vivir en el presente, aquí y ahora, a disfrutar de las pequeñas cosas, a vivir la vida, a agradecer lo que tenia, a encontrarse consigo misma, a sanar internamente. Por otro lado, empezó a acompañar a mujeres en tratamiento de fertilidad y a pensar en la posibilidad de escribir un libro. Su propósito de vida ya estaba en camino.

Pudo definirlo cuando leyó en uno de los libros de Lain García Calvo la siguiente frase: “si Dios nos plantó en el lugar que estamos es porque tenemos mucho fruto para dar.”

¿Para qué te pasa lo que te pasa? Cuando puedas responder esta pregunta, habrás encontrado tu propósito de vida. Guillermina lo encontró.

Empezó a disfrutar el camino, a ayudar a mujeres que estaban atravesando la misma situación que ella, la misma experiencia de vida. Se abrió a contar su historia y descubrió que otras mujeres estaban en la misma situación. Dejó de alimentar el mandato social de “¿cuántos años tenés?, dale, congelá óvulos”

Hacer un viaje hacia adentro, encontrarnos con nuestras luces y sombras, es maravilloso, aunque sea difícil – dice.

Descubrió que el deseo de ser mamá le trajo la bendición de aprender a vivir la vida.

Si no soy capaz de vivir la vida, de hacer cosas por mi felicidad, por mi crecimiento, si no me cuido el cuerpo, mi espíritu, mi amor propio, ¿cómo voy a ser capaz de darle ese amor a otro ser?

El amor empieza por uno mismo primero. No voy a traer un hijo al mundo para que me dé ese amor, o para que me sacie o me dé el motivo para ser feliz. Una vez que yo tenga todo eso voy a poder brindárselo a otro ser. Cuidarme primero yo misma como lo hace una madre. Ser madre primero conmigo misma, cuidarme en la alimentación, cuidar de quien me rodeo, abrigarme. Llenarme de mi misma.

Cada una va a encontrar su camino, cada una tiene las distintas herramientas de autoconocimiento que se necesitan para sanar, para encontrarse, para volver al amor propio.

Soy una persona diferente a partir de ese proceso.

De sentirme tan mal conmigo misma, empecé un camino que me hizo volver a mi esencia.

Su mensaje es claro. Nos enseña que hay que tomar la responsabilidad por lo que nos pasa, hay que hacerse cargo. No lamentarse indefinidamente y quedarse en el lugar de la queja. Preguntarse ¿Qué hago con lo que me pasó?

Su misión es ayudar a toda persona que quiera superar ese obstáculo

¿Qué mensaje podés dejarles a las mujeres que quieren embarazarse y no están pudiendo?, le pregunto.

Y responde: que se pongan a reflexionar si tener un hijo es realmente lo que quieren con su pareja, o es una presión social. Que piensen si tienen ganas de pasar por todo lo que implica un tratamiento, que hay otras opciones.

¿Querés quedar embarazada o querés ser mamá? Porque podés ser mamá de otra manera. Hay que abrirse a esa posibilidad.

¿Estas disfrutando el presente en ese trayecto? Porque por perseguir la zanahoria a veces nos perdemos de disfrutar el presente.

Hoy encuentro paz al poder elegir qué quiero hacer. Amo mi libertad. Con mi marido disfrutamos momentos, viajamos. Por mi parte estoy muy enfocada en seguir aprendiendo. Sigo preparándome para tener más herramientas para apoyar a más personas.

Porque  me di cuenta que no se muestran las historias de mujeres que hicieron tratamientos de fertilidad y no obtuvieron los resultados esperados. Siempre se conocen mujeres que hicieron el tratamiento y ya tienen a su hijo en brazos. Con un final feliz.

Logré entender, finalmente, que tener un hijo no formaba parte de ese plan perfecto diseñado para mí. Yo estoy aquí para poder ayudar a esas tantas mujeres que están en mi misma situación

Guillermina está escribiendo un libro dirigido a todas esas mujeres que se encuentran atravesando esta problemática. Mientras escribe, sigue trabajando en su interior, para fortalecerse, para enriquecerse, para poder dar lo mejor de sí.

Como mensaje final nos dice: –que cualquiera sea la situación en que estemos plantados, el desafío que tengamos, que no nos detenga, sino que sea una posibilidad de expandirnos.

Estás en el camino, estás andando, ya estas recogiendo los primeros resultados. ¡Bravo Guillermina! ¡Se hace camino al andar!

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
ANTONELLA TROTTA

Este tiempo

Debes comprender que son tiempos lacerantes,

empero debes saber que luego te sentirás complacido,

Pasarás este tiempo estacionado como la moratoria del adolescente,

que aflige un tiempo y pronto cesa.

Luego respiras,

y cuando miras hacia atrás todo pasó,

puedes sonreír plena y felizmente,

viendo que resiliéntemente superaste la tempestad.

Puedes abrir los brazos,

sentir la misma libertad que un ave al volar en lo alto,

y la misma adrenalina que un avión al despegar.

Puedes mirar a tu alrededor y agradecer.

Gracias a la vida por hacerme tan fuerte como una roca,

y al mismo tiempo tan sensible como un bebé recién nacido.

Tony Kuc

Marzo de 2019.

Antonella (Tony Kuc) tiene 28 años, y sobrelleva desde hace varios años una enfermedad que le impide ser la joven que era antes, activa, dinámica, deportista, pero supo resignificarla y explotar al máximo las capacidades que conservó y las que fue adquiriendo a medida que se iba adaptando a su nueva realidad.

Pero empecemos desde el principio.

Antonella vive en la ciudad de Pergamino junto a su pareja, Santiago. Cuenta que desde niña le gustaban los animales, y también cantar, bailar y hacer deportes. Sus padres la anotaron en el club de barrio para que pueda, desarrollar esas habilidades natas que le encantaban.

Comenta también que era tímida, introvertida, vergonzosa, distraída en clase, y eso daba lugar a burlas e indiferencia de sus compañeros, lo que actualmente llamaríamos bullyng. Por eso se define como una persona con baja autoestima.

A los 13 años, junto a compañeras de la escuela primaria llegaron a ganar los torneos bonaerenses de vóley, donde viajaron a la ciudad de Mar del plata y obtuvieron medalla de oro en el torneo Provincial y medalla de bronce en el torneo Nacional, primer equipo femenino de vóley que llegaba a instancias tan importantes como a nivel nacional. Comenta que en esa hermosa experiencia, junto a dos compañeras, las nominaron como “talentos deportivos”. Luego a los 14 años llegó a estar en la selección de vóley, motivo de orgullo obviamente, pero dice que su baja autoestima la hizo abandonar. ¿Mucha presión, quizás? ¿O implicaba salir de la zona de confort a una edad muy temprana y no estaba preparada?

En esa época había comenzado a tener problemas de salud, una escoliosis dorsal que la obligó a llevar un corset muy incómodo que nunca quiso. Fue una etapa muy difícil, refiere, que le costó años superar.

Me dolió haber tenido que dejar de hacer deportes, pero era peligroso entrenar con el corset, y por otro lado me veía muy fea con eso puesto. Siempre me gustó verme bien, delgada, usar buena ropa, y con eso sentía que todo el mundo me miraba y se reía de mí.

¡Qué situación difícil para una adolescente que está en pleno proceso de descubrimiento de su cuerpo, de sus emociones, de empezar a conocerse, de desarrollar su intimidad! ¡Qué duro debe haber sido!

El corset lo usó durante un año, vivió esa etapa como una tortura porque lo tenía que usar las 24 horas, dormir con él, sólo podía sacárselo para bañarse y hacer natación. Cuando finalmente se cumplió esa etapa, estaba ansiosa por volver a jugar al vóley y hacer patín, esos deportes que tanto amaba. Pero ya no era lo mismo, no rendía como antes, se cansaba mucho más, le faltaba fuerza para saltar, rematar, sacar, sus manos empezaron a ponerse moradas. Su cuerpo ya le estaba dando señales de lo que posteriormente sería su mayor desafío.

A la edad de 18 años le diagnosticaron Síndrome de Reynaud. Esta enfermedad causa que algunas zonas del cuerpo, como los dedos de los pies y de las manos, se sientan dormidas y frías en respuesta a temperaturas frías o al estrés. En la enfermedad de Raynaud, las arterias pequeñas que irrigan la piel se estrechan, limitando la circulación de la sangre a las zonas afectadas. De ahí la dificultad para jugar al vóley como lo hacía antes.

Ella y toda la familia quedaron sorprendidos con el diagnóstico. No había antecedentes familiares de la misma. Sentían la necesidad de saber de dónde provenía, necesitaban una respuesta. Fue una etapa muy dura de su vida y de la de todos a su alrededor. Entender y aceptar algo tan traumático que llega para quedarse implica adaptarse a esta nueva realidad, pero no es fácil hacerlo.

Veamos cómo pudo Antonella rearmarse luego de este tsunami que llegó a su vida.

Me interesa saber si a la enfermedad la vivió como un castigo o como un desafío, y qué pensamientos y emociones acompañaron ese momento.

Me responde que vivió esa etapa de su vida bastante mal, porque tuvo que abandonar lo que tanto le gustaba que era el deporte.

Al principio lo sufrí mucho, me enoje muchísimo conmigo misma y con los demás. En ese momento sentí que mi vida iba a cambiar para siempre. Después, a medida que pasaba el tiempo fui desarrollando resiliencia y empatía, pude tener una visión más positiva de la enfermedad. Al principio no se me notaba mucho, sólo un poco las escápulas “aladas” (sobresalidas) y dificultad para elevar los brazos, entonces la disimulaba, seguía yendo al gimnasio del club para evitar el deterioro por el paso del tiempo, para no querer afrontar lo que se venía. Mi club se transformó en mi escudo, mi lugar de refugio donde iba a olvidarme de la realidad, como vivía a media cuadra, a veces me llevaba la pelota de vóley o básquet y me ponía a jugar sola en la cancha. Tal vez era una forma de probarme o de no olvidarme cómo se hacía. Tenía que demostrar y demostrar-me que sí podía.

Luego cuando las dificultades fueron más notorias ya no quería salir de mi casa para que la gente no me viera; mucha gente me conocía, especialmente los de mi club que ya eran como mi familia, y me decían que me “iban a poner una cama ahí porque lo único que me faltaba era dormir en el club”. Por mi cabeza pasaban pensamientos como “van a ver que no soy la chica deportista de antes”, “van a ver mi dificultad al caminar y me van a preguntar, y no quiero responder porque todavía no estoy preparada, voy a llorar”

En una primera instancia lo viví como algo muy trágico. Después con el proceso de duelo, fui entendiéndolo y tratando de no autocastigarme y poder salir adelante. Si bien no me permitía realizar lo que más me gustaba como era el deporte, sí pude desarrollar otras habilidades. Ver que mi cuerpo de iba deteriorando con el paso del tiempo fue bastante duro.

Emocionada, Antonella recuerda cuando su abuela encontró en una caja guardada en el fondo de un ropero, unas hojas amarillas del diario local con fotos del equipo de vóley del que ella formaba parte. ¡Qué lindo fue volver a verse, sana, fuerte, con toda la potencia de una adolescente!

Ahora su cuerpo es otro. Su madurez también. Pero el trabajo de aceptación y de seguir adelante a pesar de todo es un proceso inacabado. Siempre se está en proceso de seguir aceptando los nuevos desafíos que la enfermedad y el cuerpo te ponen en el camino.

¿Qué herramientas desplegó esta joven para desarrollar esa actitud resiliente?

En primer lugar, decidió irse a estudiar a otra ciudad una carrera universitaria. Era un gran desafío para ella y para la familia. O tal vez una estrategia para despegarse de ellos que tanto la sobreprotegían y la cuidaban. Tal vez hayan sido ambas cosas.

El desafío fue doble,  porque por un lado pudo demostrarles a sus padres que podía arreglarse sola,  y por otro lado, pudo demostrárse a ella misma, que podía, que era fuerte, autosuficiente.

Eligió estudiar Psicopedagogía, una carrera humanística que la ayudó a aprender y a entender los distintos aspectos del comportamiento humano en situación de enseñanza-aprendizaje. ¡Qué paradoja!, ¿no? Ella ya estaba atravesando un proceso de enseñanza-aprendizaje con su enfermedad, debía  “volver a aprender” a cuidar y manejar su cuerpo, sus emociones, su vida, y desarrollar la resiliencia frente a los malestares que estaban interfiriendo en su identidad, golpeando fuertemente su “yo”, para lograr de esta manera fortalecerse.

Antonella se sorprendió a ella misma por haber podido transitar ese cambio en su vida de la manera que lo hizo. Otra ciudad, otra casa, su cuerpo que seguía cambiando, vivir sola, la exigencia de la universidad, en fin, muchos cambios.

Eso es lo difícil de la discapacidad. La mirada del otro que no entiende lo que te está pasando, la mirada propia que te interpela, el duelo por el cuerpo perdido, la aceptación del cambio, de lo diferente, el entorno que debe acomodarse a tu realidad y vos acomodarte a él. Todo esto a la edad de 20 años.

Pero continuemos con la historia que viene la parte más jugosa.

Antonella finalmente obtuvo su título profesional, luego de 5 años de estudio, y pudo insertarse laboralmente enseguida. También conoció el amor. Y lo que dice con respecto a esto es digno de atender:

  • En mi vida afectiva estaba muy negada a salir, relacionarme y conocer gente. Pero un buen día conocí a mi novio quien me dio una gran lección de vida. Cuando le dije qué estaba haciendo a mi lado, habiendo chicas tan lindas y yo con este problema, que no quería ser una carga para él, me dijo algo que nunca voy a olvidar y es lo que me enamoró de él: “déjame que yo elija si quiero estar con vos, no elijas vos por mí”. Él me enseñó a sacarme muchos de los prejuicios sobre mí que tenía y quien me sacó nuevamente a la vida social. Hoy en día llevamos casi 4 años de novios, tenemos buena relación y somos muy compañeros, siempre nos alentamos en nuestras iniciativas y eso es muy lindo.

¡Qué genial!, ¿no? ¡Cuántos prejuicios hay con respecto a la discapacidad y los distintos ámbitos de la vida! ¡Cuánto tenemos aún por aprender! ¡Cuántas preguntas me vienen a la mente mientras escribo esta historia! Y también se las hice a Antonella.

¿Por qué y para qué te pasó esto? ¿Lo pensaste alguna vez? – le pregunté.

Preguntas fuertes que enseguida tuvieron una respuesta.

  • Pienso que me tuvo que pasar esto para aprender a no correr tanto, a no querer hacer tantas cosas juntas. Lo entiendo como un freno, como una enseñanza de tenés que parar de correr tanto, detenerme a hacer las cosas con más atención, y no querer abarcar todo.

¿Pensás que ese es el motivo por el cual llego la enfermedad a tu vida? – repregunté.

  • También me ayudo a ayudar a otras personas, transmitir mi experiencia ya sea con una palabra o mostrándoles todo lo que podía hacer a pesar de. La usé como una herramienta que incorporé también a mi profesión.

¿Pudiste frenar un poco? ¿Lo lograste?

  • Estoy en proceso de… – responde riendo. – Pude lograr establecer prioridades. Trato de poner mi salud como prioridad: ir a las sesiones de kinesiología, al psicólogo, no estar tanto tiempo sedentaria. Y darle un segundo plano a las responsabilidades laborales, porque a veces me quedaba haciendo un informe en lugar de ir al kinesiólogo. Me ha costado mucho discernir entre la importancia de uno y de otro. Soy tan responsable y autoexigente que no sabía manejarlo. Tengo muchas ganas y energía para hacer cosas y me cuesta entender que mi cuerpo se cansa y debo parar.

En cuanto a los principales cambios en su vida, considera que el cambio de prioridades es el principal, darle importancia  a lo que verdaderamente la tiene. Desarrollar un nivel de sensibilidad más alto, cambiar los valores, poner en un segundo plano lo estético, pedir ayuda, dejarse ayudar, permitir que otros la ayuden.  Decir “ayudame que no puedo.”

  • Me di cuenta que los demás están dispuestos a ayudarme. Logré abrirme a eso.

Como propósito de vida reconoce el ayudar a las personas más allá de su profesión y generar empatía.

¿Qué siente que puede aportar de su experiencia de vida?

Tiene ganas de seguir aprendiendo, de hacer  proyectos y cosas que sirvan a la comunidad y a las personas con discapacidad. Le interesa un curso de especialista en accesibilidad, para estudiar el acceso de personas con discapacidad a lugares de la comunidad. Uno hace ese estudio y a partir de allí elabora proyectos y estrategias que sirvan para corregir. Por ejemplo que todos puedan acceder a la universidad, que no haya barreras que impidan el acceso y la permanencia. Por experiencia propia ha vivido dificultades de ese estilo,  y siente que desde su lugar puede ayudar a correr a las personas con discapacidad de ese lugar de vulnerabilidad. – Por ejemplo, cuando fui a un congreso a una universidad, las banquetas de los salones donde se realizaban las ponencias eran muy bajas, me costaba mucho levantarme; no había ascensor para ir a las ponencias que se daban en el subsuelo, el baño para discapacitados estaba cerrado con llave,  tuve que pedir que lo abran, y se demoraban en hacerlo. Todas esas dificultades no tendrían que existir. Pero aún falta mucho para que estas cuestiones y estos detalles que no son menores empiecen a tomarse como lo importante que son, y ahí es donde quiero estar, ayudando a que todo sea más inclusivo para nosotros; hasta el hecho de poder ir a un bar con mis amigas y que haya un baño para personas con discapacidad para que me pueda sentir más cómoda y no tener miedo de no poder levantarme porque el inodoro es muy bajo.

Siente que como ciudadana con discapacidad y como profesional tiene la  responsabilidad de luchar por sus derechos y por los derechos de las personas con discapacidad.

Es un buen propósito de vida, ¿no les parece?

Cuando le pregunto si es la misma persona que antes, me responde que no, obviamente. Lo que en un principio fue vivido por ella y su familia como una tragedia, hoy en día puede resignificarlo. Aprendió a tener una visión más positiva de los sucesos de la vida.

Nada es imposible. Si uno se propone algo y lo mira desde otra perspectiva, desde otro lugar, puede no ser tan difícil o tan obstaculizante como creía que era. Es necesario permitirse estar mal, llorar, preguntarse y repreguntarse. Es sano atravesarlo, tomarse el tiempo para darse cuenta de esas cosas.

Lo nuevo, lo difícil, lo traumático, lo que denominamos “malo”, te lleva a modificar tu visión y tu proyecto de vida. El resignificar lo que te está pasando y buscar y encontrar la forma de ayudar a otros que sufren por las mismas cosas que vos o por otras, poder tenderles una mano, un abrazo, un simple café, un mate, puede servir para que esa persona cambie sus pensamientos negativos por positivos y para que su vida también dé un giro importante.

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
CRISTINA GRAMAJO

Marzo de 2019.

Hay historias de vida que merecen ser contadas. Historias teñidas de dolor, enmarcadas en la lucha, en la defensa de derechos, en el pedido de justicia. Historias con estas características hay muchas, pero la de Cristina no es una más.

Compartirla me pareció enarbolar la bandera de la perseverancia, de la resiliencia, con un mensaje poderoso dirigido a todas las mujeres fuertes que no bajan los brazos, que no se dejan vencer, que siguen adelante a pesar de las dificultades.

Pero vayamos adentrándonos en el relato.

Cristina nació en Capital Federal hace 60 años, llegó a Pergamino después de los 14. No tuvo una infancia fácil, ya que se crió pupila en un colegio. Sus padres estaban separados desde hacía mucho tiempo.

En Pergamino pudo disfrutar de la experiencia de vivir junto a su madre disfrutando de la calidez de un hogar. Y pudo terminar sus estudios. En esa etapa de su vida, conoció a quien después sería su marido.

Se casó, tuvo tres hijos, dos varones y una mujer. Su marido falleció hace 9 años, y su hijo menor, Sergio, es uno de los jóvenes masacrados en la Comisaría 1ª. de Pergamino, el 2 de marzo de 2017.

Trabajó 31 años como enfermera en el sector público. Ahora está jubilada.

Hasta que pasó lo de su hijo menor, tenía una vida muy rutinaria, comenta. Su familia funcionaba como una cooperativa; eran muy familieros.

Los chicos más grandes fueron más ordenados en cuanto a escolaridad en tiempo y forma, y en cuanto al trabajo. Como hay mucha diferencia de edad entre los mayores y el menor, Sergio, recuerda que esta última paternidad fue vivida como si hubieran vuelto a ser papás con un hijo único. – Éramos una familia normal, nos reuníamos a comer todos los viernes toda la familia, cada uno iba con su familia, hacíamos vida de club en el verano.  

Las dificultades empezaron a hacerse presentes cuando descubrieron que Sergio tenía problemas con el consumo de drogas. Su marido aún vivía. Fue una etapa de buscar ayuda, asistencia, de empezar a combatir ese flagelo.

¡Me imagino la desesperación de esos padres! Una noticia como esa cae como una bomba en el grupo familiar. Momentos de incertidumbre, de dudas, de impotencia. Empezar a recorrer instituciones, profesionales, juzgados, y todo lugar que prometa dar una mano, aunque luego se descubra con dolor que no es tan así, que la mano se tiende a medias.

En la escuela también notaron que algo estaba pasando. Solicitaron a la familia una interconsulta con Psicología, porque Sergio no atendía en clase, hacía chistes y molestaba. El psicólogo, luego de evaluarlo, concluyó que no había de qué preocuparse.

Se me ocurre pensar en dos opciones: o la evaluación fue muy ligera como para no detectar el consumo de sustancias, o realmente todo estaba bien. Es que Sergio era un chico alegre, siempre hacía chistes y se mostraba contento, divertido. Y seguramente la escuela no le gustaba, o no le parecía interesante o no logró motivarlo lo suficiente como para que se involucrara en el estudio.

El pedido de ayuda continuaba. Recorrieron institución tras institución buscando respuestas, sugerencias, asistencia, solución al problema, pero la cosa se iba complicando.

La mirada del otro, del afuera, de la sociedad… ¡cómo pesa! Todos prejuzgan. Todos hablan. Pero nadie o muy pocos se ponen en los zapatos de la familia.

El marido de Cristina enfermó de una enfermedad grave, de esas que es difícil revertir. La desesperación era aún mayor. Parecía que la vida les iba complicando el camino en lugar de allanárselo. Fueron tiempos difíciles, dice Cristina. – Sergio estaba cada vez peor, no sabíamos qué hacer. Y a veces, por desconocer cómo poner límites, si ser tajante o no, o por querer poner freno a su conducta, uno dice cosas que no mide. Le decíamos pórtate bien que tu mamá sufre.

Finalmente el marido de Cristina falleció. Ahora era ella y sus hijos mayores quienes cargarían con la responsabilidad de ayudar a Sergio. Ardua tarea, sin duda. Golpear puertas en forma constante y que pocas se abran…

Sergio participó de un hecho delictivo, acompañó a un amigo que iba armado, a robar una vivienda particular y recibió un disparo en el estómago. Él no llevaba arma, solo acompañó a su amigo sin medir las consecuencias de lo que iban a hacer. Él salió herido, su amigo se fugó.

Cuenta Cristina que Sergio era muy leal a sus amigos, no delataba ni prejuzgaba, y en el momento del robo, cuando decidió acompañarlo, no tomó dimensiones de lo que estaba haciendo. Dice que luego, ya internado, le comentó que se sorprendió por lo violento del actuar de su amigo. Dijo: –  ma, podría haber sido mi abuelo, yo con la mirada le pedía a mi amigo salir de ese lugar.

El drama de la familia aumentaba. Se iba acentuando la desesperación por ayudarlo. Estuvo internado en terapia intensiva y luego en sala común. Cuenta Cristina que le decía a la enfermera: soy la oveja negra de mi familia.

Cuando fue dado de alta en el hospital quedó detenido.

Las familias queremos ayudar y no tenemos herramientas, dice Cristina. Sergio asistía a la psicóloga, al psiquiatra, pero llevaba muchos años de consumo. Hasta llegó a pedirle  al juez una internación compulsiva pero no se la dieron. Le dijeron que no era necesaria.

¿No era necesaria, Señor Juez? Claro, porque no se imaginaba cómo seguiría la historia.

Sergio quedó detenido en la Comisaría 1ª. de la ciudad de Pergamino, el lugar de la masacre.

Había prometido  hacer un giro de 180 grados en su vida, comenta su mamá. Estuvo 28 días en esa comisaria. Dice Cristina, emocionada: –  lo que más me duele es la forma en la que los tenían. Estaba en un colchón tirado en el suelo, con una herida de más de 18 puntos, de menos de 15 días, y con un problema renal que a su vez tenia, con mucha medicación. Era infrahumana la forma en que lo tenían. El primer día que fui de visita llovía, y me dijo: papá está llorando.

Para los que no conocen los hechos ocurridos aquel 2 de marzo de 2017  en la Comisaría 1ª. de la ciudad de Pergamino, les voy a contar qué fue lo que ocurrió, hecho que sería una antes y un después para muchas familias.

En las celdas de esa Comisaría había 19 detenidos. Siete de ellos perdieron la vida. Los doce restantes se salvaron milagrosamente.

Luego de una discusión entre los detenidos, 7 de ellos fueron encerrados en una celda de escasas dimensiones a modo de castigo. Apenas podían moverse, entonces  empezaron a reclamar, primero de manera pacífica y luego con gritos y golpes en las rejas, para que los dejaran salir. Hacía mucho calor, estaban hacinados. No obtuvieron respuesta.  Uno de ellos o alguno más quizás, arrancó pedazos de una colchoneta fina que usaban enroscada como asiento y los prendió fuego tirando esos pedazos al pasillo. Intentaban llamar la atención de los policías de guardia. De nuevo nada. Entonces, la tragedia se precipitó. El fuego tomó una de las cortinas del pasillo y empezó a propagarse dentro de la celda, el humo tóxico se extendía más y más, pero los policías, lejos de abrir las celdas para salvar a estos jóvenes, hicieron caso omiso a los pedidos de auxilio. En la celda no había agua, la llave de paso estaba cerrada y nadie se las abrió. Cuando llegaron los bomberos, su tarea de rescate fue obstruida continuamente por los funcionarios policiales que no colaboraron con la entrega de las llaves para que pudiesen abrir y controlar el fuego. Además, como no habían sido alertados sobre la gravedad y dimensión del incendio, debieron reorganizar el plan de rescate una vez que llegaron al lugar y detectaron la gravedad de los hechos. Los detenidos mandaban mensajes de texto a sus familiares pidiendo ayuda. La gente se agolpó en la puerta de la comisaría para ver qué pasaba.

Murieron 7 jóvenes en medio de la más terrible desesperación, entre ellos, Sergio, el hijo de Cristina. Al hecho se lo conoce como la Masacre de Pergamino.

A partir de ese día mi vida cambio completamente, refiere Cristina. Antes discriminaba, le decía con este chico no te juntes, con este sí, o los miraba mal. Al velatorio fueron esos chicos que yo discriminaba, iban hasta el féretro, pero a mí no me saludaban. Entonces, salí a saludarlos y a pedirles disculpas. Todos me dieron un abrazo y un beso y ahí empecé a sentir que no tengo que discriminar.

Él me dejo un legado.

Cristina siente que quizás fue muy dura con él. Tal vez se refiera a que era exigente con el deber ser. Por ejemplo, no le dejaba usar el celular dentro de la comisaría, porque no corresponde, y resulta que ese día, el de la masacre, no pudo mandarle mensajes como hicieron los otros detenidos. Los otros jóvenes sí se comunicaron con sus familias y pudieron despedirse. Él no. ¿Será que romper las reglas a veces se vuelve necesario?

El no me pudo despedir, no me lo pudo contar, recuerda angustiada.

Luego de lo sucedido, la Comisaría 1ª. de Pergamino se mudó a un nuevo edificio. El de la masacre, que en su fachada tiene un cartel que dice: «Aquí se cometieron crímenes de lesa humanidad en el marco del terrorismo de Estado», próximamente será transformado en un espacio de memoria.

Su legado, mi lucha. Con este lema, Cristina se propuso trabajar por la sociedad para que otras madres no pasen por el mismo sufrimiento, desesperación, incertidumbre e impotencia, que tuvo que atravesar ella y su familia con respecto a la adicción. Desea acompañar a esas mamás que se sienten solas, que no tienen quien las contenga cuando están frente a semejante situación.

Por ejemplo, – no hay lugares de internación en nuestra ciudad, hay que ir a otro lado, hay que tener obra social, es muy difícil.

Y con respecto a lo que sucedió aquel 2 de marzo, “las madres de los siete” encabezaron un movimiento de pedido de justicia denominado Colectivo “Justicia por los 7”.

Hasta el momento, hay 4 detenidos con prisión domiciliaria, el comisario y otro encargado de la guardia están en un penal. Pero la justicia es lenta, aún no se hizo el juicio y hay condenados.

Lo que pedimos es justicia, decimos que en nuestro país no existe la pena de muerte y a nuestros hijos se la dieron. No estamos premiando a nuestros hijos con este pedido de justicia. El abuso de los uniformados es como que se naturaliza y la sociedad se lo pide. Y así se pone más en riesgo a los jóvenes.

Ellos estaban al cuidado del estado, eso es lo que estamos denunciando. Debería ser el lugar más seguro. Ellos no son dueños de la vida de nadie, nadie está para matar al otro. Ni adentro ni afuera.

Desde hace dos años Cristina lucha incansablemente por el pedido de justicia. Su propósito en la vida es ayudar a personas y familias afectadas por el monstruo de la droga.  Y para entender el contexto y adquirir más herramientas, empezó a cursar la carrera de Trabajo Social. Sí, a los 60 años, ya jubilada, empezó a estudiar nuevamente. ¡Qué valor, qué fuerza, qué empuje! Aferrada a la vida y preparándose para desafiar adversidades. Eso es resiliencia.

Comenta que, de joven, estudió enfermería para ayudar a su hijo mayor que sufría de los bronquios. Y ahora está estudiando trabajo social para ayudar a otro hijo, pero para ayudarlo desde otro lugar. Esta es su misión de vida. Nunca es tarde para descubrirla.

Transformar el dolor en lucha es una luz de esperanza.

Se siente acompañada por la juventud que se unió a ellas, las madres, para trabajar mancomunadamente por la injusticia social. Gente que no ha pasado por ninguna situación traumática. Gente que se sumo espontáneamente. Y muchos docentes también.

Le pregunto si pudo sanar algo de ese dolor. Y a su vez me pregunto a mí misma si será posible.

No sé si alguna vez se puede cerrar esa herida, me dice. Aún no he podido elaborar el duelo. Estuve tan metida en la lucha, que recién ahora estoy sintiendo el vacio, la ausencia.  Solo tengo fotos de él, y a veces necesito escuchar su voz.

La lucha, como ella la llama, consiste en sensibilizar, concientizar, visibilizar el tema. Visibilizar la ausencia del estado, sensibilizar y concientizar sobre el flagelo de la droga y la devastación que produce en quien consume y en sus familiares. Buscar caminos posibles, atajos, para ayudar a otros a transitar el problema de una manera menos dolorosa, menos traumática. Abrir caminos seria en cierta manera.

Se autogestionan, organizan festivales, charlas. Hacen marchas del silencio. Mantienen viva la memoria de “los 7”, como los llaman.

Estaban detenidos, sí. Habían cometido un delito, seguramente. Pero no debían morir “quemados como ratas”, como menciona Cristina.

La Comisión de Derechos Humanos de Pergamino puso a las familias en contacto con la Comisión Provincial por la Memoria que es patrocinadora de algunas de ellas. También se unieron con familiares de otros casos de muertes injustas, gatillo fácil, torturas, etc., gente de otras ciudades.

Cuando te pasa algo así, conocés una vida tan distinta…  Estaba como con anteojeras, tenía una mirada cortita, limitada, vivía por y para mi hijo menor que era el que me necesitaba. Esto me ayudo a abrirme. Es como que tengo muchos hijos ahora. Cada caso que me entero me duele como propio, sobre todo cuando no se le puede dar una solución.

Le pregunto en qué aspectos considera que cambió. – En la mirada hacia afuera. Claro, salió de su zona de confort, del ámbito reducido de su entorno familiar. Se abrió, o mejor dicho, la vida la abrió al mundo, a conocer a otros que se encuentran atravesando situaciones similares a la de ella. Aprendió a ponerse en el lugar del otro, a quitarse las anteojeras, mirar hacia todos lados y tender manos. Como las que le tendieron a ella cuando las necesitó.

¡Qué insondables son los caminos de la vida! Nunca se sabe para donde te llevan. Pero hay que confiar. Seguramente hay una luz en algún punto del recorrido.

Su objetivo a largo plazo es recibirse de trabajadora social para ayudar a chicos y jóvenes involucrados en el consumo problemático de sustancias. Quiere tener herramientas para hacer algo por ellos, no para ejercer la profesión. Su meta es ayudar.

Le pido un mensaje final. Lo piensa y me responde: – que vivamos sin mirar qué dice el de al lado, sin esa mirada tan penetrante del otro, que a veces te juzga y nos engancharnos en eso. Si me quedo en eso pierdo el foco. En mi casa hay un cuadrito que me regalaron mis hijos mayores y que Sergio siempre me lo señalaba. Dice “vibra positiva, mente positiva, vida positiva.”

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
ROMINA CRUELLAS

 Marzo de 2019.

¿Cómo escribir la historia de vida de una escritora? Estoy, sin dudas,   frente a un desafío interesante.

Decidí investigar la obra de Romina después de escucharla leer uno de sus cuentos en la Feria del Libro que se realizó en Pergamino el año pasado. Quedé fascinada por ese texto que de manera muy singular hablaba de violencia de género. Me emocionó escucharlo y en forma instantánea conecté con ella.

Ya la conocía a Romi, por esas cosas de la vida, desde que era muy joven, pero no había tenido la oportunidad de conocer más de cerca su historia.

Por eso, porque creo que uno escribe desde el alma y el corazón, y plasma en el papel de manera disfrazada (si se quiere) su propia vida, sus propias vivencias, sentí que la historia de Romina tenía que ser contada.

Para los que no la conocen, Romina vive en Pergamino, es una joven de 42 años, muy bella por dentro y por fuera, que ha tenido que jugar con las cartas que le tocaron y que no han sido las mejores y más beneficiosas, pero supo armar el juego de tal forma que pudo ganarle a la adversidad y sigue apostando por más, porque siempre lo mejor está por venir.

Pero…  vayamos conociendo un poco más de ella.

Cuenta Romina que tuvo una “vida divina, feliz, espectacular” integrada por su madre, su padre, su abuela, y un hermano menor que ella al que amaba, hasta que la vida le da la primera cachetada. Su hermano muere de encefalitis. Ella tenía 14 años. Pero eso no es todo. A la semana, su papá se va de su casa.

“Se murió mi hermano y se separaron mis viejos, todo en una semana. Y ahí cambió mi vida y cambió mi cabeza. Cambió todo.”

Cuántas veces la vida nos sorprende de esta manera, ¿no? Cuando parece que todo está calmo y tranquilo, de golpe y sin esperarlo llega el huracán y arrasa con la paz, la armonía, el amor, los sueños, la familia ideal, los proyectos. Y se rompe el hechizo que nos protegía del afuera, del peligro, de la maldad. Y nos hace crecer de golpe y buscar en la galera algo de qué aferrarnos y que nos salve del abismo.

Sufrió una doble pérdida en el término de una semana. Pero hay más. Su papá se fue de la casa y empezó a tener una vida muy desordenada. Su mamá, que no pudo y no supo soportar tanto dolor, sufrió una depresión que la llevó, durante muchos años, a encerrarse, a aislarse del mundo pero también de ella misma. Vivía en la oscuridad absoluta, comenta Romina. – “Creo que pudo salir de esto cuando yo me separé. Ahí abrió los ojos con todo lo que me pasó.”

Con esta historia en las espaldas,  desde los 14 años anduvo “boyando” (según sus términos) en la calle, de casa en casa, en lo de sus amigas. Reconoce que nunca tuvo el sostén de un adulto significativo, que se necesita a esa edad, para pedir un consejo, para ser mirada, para ser acompañada, para ser amada.

Por supuesto que uno no sale siempre indemne de estas experiencias de vida, a veces el cuerpo pasa factura.

Romina creció y se fue a estudiar a Rosario la carrera de Terapia Ocupacional. En el último año de carrera, a poco de recibirse, comenzó con los ataques de pánico.

Desconocía a su cuerpo, la asustaban esos episodios similares a la muerte. Y decidió volverse y abandonar el estudio. Nunca más lo retomó.

Empezó a hacer terapia con una psicóloga, y fue en esa época de su vida que conoce al que luego fue su marido y padre de sus hijas. A los 30 días se fueron a vivir juntos y a los 4 o 5 meses queda embarazada, porque quería ser madre. Se casó, y luego llegó su segunda hija.

Hasta ese momento, manejaba bien los ataques de pánico, se sentía protegida por su marido. Pero después del nacimiento de la segunda hija colapsó. Se sumaron varios factores: el estrés posparto, el estar mucho tiempo sola y la muerte del padre, que no fue una muerte por un problema de salud  más bien habitual. Su papá muere de HIV debido a la vida desordenada que llevaba. Entonces, frente a tal caos, tomó la misma actitud que su mamá unos años atrás. Se encerró en su casa. No podía salir porque tenía ataques de pánico. Esto pasó durante muchos años.

Continuó con su tratamiento psicológico, el cual la ayudo a darse cuenta que su vida estaba empañada de rutina: todos los días hacía lo mismo, sin pasión. Fue entonces cuando tomó contacto con esta palabra tan hermosa: pasión. – No tengo pasión– le dijo.

-“Entonces, un día le llevé un cuento que había escrito, y después otro; pero no me daba cuenta que eso podía estar vinculado a mi pasión. Lo tomaba como un hobbie.”

Un día la psicóloga le sugiere que vaya a hablar con Edna Pozzi. – ¿La conoces?– le dijo.

Y ahí cambió la historia.

El encuentro con Edna Pozzi, reconocida escritora y poeta pergaminense, y todos los hechos que se fueron sucediendo luego, sentaron las bases de lo que sería luego el desarrollo de todo el potencial que Romina tenía guardado en su interior y que aún no había descubierto.

“-La llamé por teléfono y me presenté. Le dije que quería hacer un taller literario con ella. Me dijo que no daba talleres literarios, pero me hizo ir a su casa para que le muestre lo que escribía.”

– “Me animé a llamarla, pero no tuve en cuenta que para ir a su encuentro tenía que salir de mi casa.  No podía salir ni a la vereda.”

Pero se animó. Fue, le leyó las poesías que había escrito y Edna le dijo que eran un desastre, que no podía escribir tan mal (se ríe, mientras recuerda la anécdota). – “¿Qué otras cosas tenés?– le dijo. – Escribo cuentos- le respondió.-  Bueno, a ver, leeme un cuento.” Y se hizo la magia…

– “Yo los había llevado escritos en un papel, todo desprolijo. Me dijo que los pasara en computadora, que los imprimiera y que se los llevara. Yo no tenía impresora, así que iba a un cyber y los escribía e imprimía ahí. Era toda una odisea salir y que no me agarren los síntomas.”

Así fue como Romina empezó a salir, a escribir, a ir a la casa de la reconocida escritora, y a armar su primer libro.

“-Ella fue la que me dio ánimo. Me dijo que lo que estaba haciendo era bueno, además escribió el prólogo del libro, y lo presenté con ella en La Casa de la Cultura.”

Entrar al mundo de la literatura de la mano de “un grande” es algo que no sucede habitualmente. Pero el ángel de Romina logró conquistar a una de las escritoras más reconocidas del país.

“- Este es tu primer libro– le dijo. Está bueno lo que vos hacés, pero hay otras cosas adentro tuyo que yo sé que las tenés pero que todavía no las soltaste. Voy a ser severa con vos hasta que lo saques.”

Así fue como Romina empezó a salir, venciendo el miedo y el pánico,  y volvió a la vida. Pudo recuperarse de los ataques gracias a la escritura y a la valoración que empezó a hacer de ella misma. Su pasión se estaba manifestando. Empezaba, sin saberlo, a tomar contacto con su propósito de vida.

Sentirse libre de la enfermedad la habilitó para viajar, practicar senderismo, escalar montañas, acampar en el medio de la nada, conectarse con la naturaleza. Empezó a disfrutar de cosas que antes no tenía en cuenta.

Descubrió que el pánico había sido por un pico de estrés y de angustia, por sentirse sola y por tener tantas cosas sin resolver. Con terapia y con ayuda de un psiquiatra durante un corto período de tiempo, pudo nivelarse,  tomar conciencia y descubrir el origen de la enfermedad.

Pero cuando todo parecía marchar sobre ruedas, otra situación detonó en la vida de Romina: “el derrumbe de mi familia”, como ella lo llama. Esta vez no sufrió ataques de pánico porque ya tenía resuelto ese tema. Pero fue, según sus palabras, el golpe más grande de su vida. La separación llegó, como suele llegar, por un desgaste de la pareja. “Fueron 16 años de un matrimonio lindo, una familia hermosa.”- así la define.

Recuerda ese momento como un día clave en su vida. “- Un día mi ex marido se va de casa, y yo era ama de casa. No tenía plata, no tenía trabajo, él me daba lo justo para comprar la comida. Cuando se fue, no había dejado ni la plata para la comida del día. Me quede ahí con las dos nenas, la llame a mi mamá y le conté.”

A partir de ese momento, se empezaron a dar una serie de situaciones que llevaron a Romina a concurrir reiteradas veces a la Fiscalía, y allí pudo tomar contacto con  mujeres víctimas de violencia de género y con una realidad que empezó a sensibilizarla. Falta de cuidado y de contención por parte del Estado, desprotección, indefensión, ¿falta de justicia? – Te hacen sentir que vos sos la culpable- algo que rescaté del relato.

Romina escribió un libro de cuentos enteramente dedicado a la temática de violencia de género: MARIPOSAS Y OTRAS METAMORFOSIS (las quiero vivas). De una belleza literaria exquisita, los relatos te hacen meter en la piel de las víctimas y las lágrimas no se resisten. Y, actualmente, está escribiendo una novela también sobre la misma temática, inspirada en todo lo que vio y lo que vivió.

Cuenta que siempre escribió ficción, pero luego decidió tomar a la violencia de género como tema principal de sus relatos. Se involucró con gente que está contra la violencia de género y a favor de la mujer.

La literatura la sacó adelante, confiesa. Le permite “sacar todo afuera”. Su sueño es escribir de manera profesional y vivir de eso. Su crecimiento como escritora lo está haciendo de la mano de Daniel Ruiz Rubini, en Pergamino, quien la guía a través de sus talleres literarios.

Algo que quiero destacar  que está vinculado al propósito de vida de Romi, es la repercusión que tuvo su libro Mariposas… Además de venderse muy bien, lo empezaron a pedir profesoras para darlo en las escuelas. A la semana de la presentación, la llamaron de la ciudad de Arrecifes para dar una charla en un bachillerato. La experiencia la recuerda como un episodio que marcó su vida. “– Divinos los chicos, dice. Leyeron los cuentos, reflexionaron y escribieron. Pero después, no sabés la cantidad de chicas que pudieron hablar. Empezaron a contar situaciones de abuso, de violencia, me escribían por facebook.  Después que escribí el cuento Pequeña mendocina que habla de una chica que sufrió abuso y quedó embarazada, me empezaron a pedir ayuda, y a mí eso se me escapaba de las manos, les decía que busquen ayuda, que escriban.”

En otra escuela, pero de Pergamino, los chicos leyeron los cuentos y pintaron un mural con la interpretación de los cuentos. ¿No es fabuloso?

Desplegar en los adolescentes la literatura, la escritura, la creatividad, la imaginación, las habilidades manuales, y tratando un tema tan vigente e importante como es la violencia de género, es realmente una misión de vida. Sanarse a uno mismo y ayudar a otras personas a sanar…

Le pregunto qué siente ante esto, qué se le pasa por la cabeza cuando ve esta repercusión. Me responde: “- Yo escribo porque me gusta, pero no sabía la repercusión que esto iba a tener.” El libro fue presentado en el marco de los festejos del día de la mujer, en el año 2018. Visibilizó aún más una realidad que atraviesa a las mujeres.

“- Yo de los lectores aprendo. Ven en los cuentos cosas que yo no veo. En Arrecifes empezaron a escribir y a contar muchas historias, en medio de la charla. Se dio también en muchos colegios de Pergamino. Son cuentos que llevan al debate.

– Yo creo en las generaciones nuevas, yo creo que esto viene cambiando. Nuestra generación es la que tiene los últimos vestigios del machismo. Lo veo en mis hijas. Los que vienen para abajo ya cambian la historia. Los mismos varones jóvenes ya piensan distinto. Los medios de comunicación, la tele, ya están cambiando también. Nosotras estamos viendo el cambio. El cambio de consciencia.”- refiere Romina.

“- Estoy en contra de la violencia en general. Estoy en contra de los femicidios. Creo que se produce un efecto dominó. Es como que se da un caso, se publica, le dan nota y aparecen más casos. Yo lo pienso, aparece  un caso y automáticamente otro y otro.”

Las historias de vida sirven, entre otras cosas, para conocer aun más a las personas que han podido descubrir su misión y su propósito de vida y, a partir de allí, trabajar en consecuencia y transmitir un mensaje o hacer un aporte y brindar un servicio a la comunidad, además de sanarse a sí mismas.  “- Es como un granito de arena que yo aporto. Yo escribo porque es lo que sé hacer y me siento cómoda haciéndolo.”

En uno de sus cuentos, Lucia, las bestias, Romina hace referencia al caso de Lucía Perez, asesinada en Mar del Plata hace varios años. El texto llegó hasta la mamá de Lucia. “- Lo hice con todo el amor del mundo y pidiendo justicia. Ahora la mamá lo usa en sus redes sociales para pedir justicia por su hija junto con una foto que me saqué con un cartel pidiendo justicia.”

La vida te sorprende muchas veces con situaciones difíciles que tememos no poder afrontar. Pero esas son las experiencias que nos hacen más fuertes.

¿Cómo es la vida de Romina ahora? Las cosas se fueron acomodando. Vive con sus hijas, consiguió trabajo, sigue escribiendo. “Empezó a ver la luz otra vez”, dice.

Reconoce estar transitando un momento de crecimiento personal, de autoconocimiento, puliéndose, nutriéndose.

Vino al mundo para ser escritora. Ya lo sabe. Yo le digo: “es tu don”. Y me responde: “es mi sueño”. “- Hacer algo que te haga bien, buscar la pasión, descubrirla, y con eso poder resolver problemas de salud, es el motor de la vida. Enfocarte en algo que te guste y trabajarlo. Si no la vida es levantarte, trabajar y dormir. La vida tiene que ver con los sueños de uno, con el disfrute. Y se disfruta con las pasiones. Mi pasión es levantarme a leer y después  escribir.”

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
ANA DI SANTO

Abril de 2019. 

  • Señora, ¿tiene una monedita?

¿Cuántas veces te cruzaste con algún niño que te hizo esta pregunta? Seguramente, varias. ¿Recordás cuál fue tu actitud, cómo respondiste a esa demanda?

La historia de vida de Ana está plagada de situaciones como esas, de preguntas como esas, pero también de respuestas muy diferentes a las que solemos tener habitualmente.

Te invito a leer la historia de una mujer que desde joven recibió el llamado a la solidaridad, a la ayuda del necesitado sin esperar recompensas.

¿Empezamos?

Ana vive en Pergamino, fue mamá a los 15 años, en una época donde se cuestionaba la maternidad  adolescente . La mirada social, los juicios, las interpretaciones, el qué dirán, un cambio abrupto en el proyecto de vida. Una serie de cuestiones que pesaban mucho hace treinta y tantos años atrás.

  • Eran otros tiempos”- dice Ana.

Quedó embarazada con sólo 14 años. Al principio, el miedo, la incertidumbre, múltiples interrogantes que no encontraban respuestas, intentar ocultar la panza. A pesar de eso, eligió seguir adelante con el embarazo, eligió tener a su bebé. Luego vino la confesión.  ¿Confesión? Reviso el término que estoy usando. Confesión me remite a pecado, a reconocer y contar algo que está mal. Entonces, me corrijo. Luego vino el momento de compartir la noticia. ¡Así me gusta más! Ana temía a la reacción de sus padres, pero sus dudas se disiparon cuando la noticia fue recibida con felicidad. Por eso recuerda a esa etapa de su vida con alegría, y puede decir que: – “no fue un hecho traumático para  mí”.

Y a partir de ese momento, le empezó a crecer la panza.

Me permito reflexionar sobre este tema un momento. ¡Qué necesario es el apoyo familiar en situaciones como estas! El embarazo adolescente necesita más que  nunca del amor, la calidez, el acompañamiento y la contención de los padres del adolescente.

-“Mi familia me apoyó mucho cuando se enteró. Mis amigas me venían a buscar. Estuve muy contenida”, dice Ana. Y agrega: -“Ahí arranqué a ser fuerte”.

¡Ahí arrancó a ser fuerte! ¡Qué maravilloso! Fue la primera situación que la obligó a desplegar herramientas diferentes a las que venía utilizando y pararse frente a la vida desde otro lugar.

¡Y pudo hacerlo!

-“Dejé de ir a la escuela los últimos meses del embarazo y retomé al año siguiente por insistencia de las profesoras. Terminé el secundario y estudié maestra jardinera en el instituto. Siempre con mi hija a cuestas.”

No era lo más habitual en ese momento ir con niños a estudiar. Pero ella logró desoír toda voz que pudiera coartar su deseo. Y se recibió de maestra.

-“Siempre me preocuparon los chicos desamparados”, dice Ana.  –“Mi hija fue al Hogar de Jesús. En ese momento había internas en el hogar, y yo con 18 o 19 años, me llevaba a las internas a mi casa a jugar con mi hija. Hasta que en un momento una de las monjas me pidió que no las llevara más porque las nenas volvían tristes, porque la vida que vivían afuera era diferente a la que tenían en el hogar. Así que eso quedo pendiente en mi.”

¡Qué interesante!, ya en ese momento se le manifiesta a ella ese deseo de ayudar al otro, al necesitado, de cubrir falencias, de asistir, de tender una mano.

Ana trabajó durante 20 años en la empresa familiar de su padre, una empresa de publicidad. Pero siempre se movilizaba cuando un nene se acercaba a ella a pedirle.

  • Señora, ¿tiene una monedita?
  • “Después me quedaba llorando, por la impotencia de no saber qué hacer con eso.”

Todos sabemos que cuando tenemos un deseo que pesa fuerte, se empiezan a generar una serie de sincronicidades que nos conducen a lograr ese deseo. Y así fue como sucedió en este caso. Todos los caminos llevaban a Ana a cumplir su sueño.

– “Siempre colaboraba con distintas entidades. Hasta que un día fui a un merendero a llevar algunas cosas. La mujer que me atendió me dijo: vení, quedate un ratito más acá a compartir. Me quedé. Se me sentó una nena al lado que estaba muy descuidada, yo no sabía cómo actuar, y cuando me iba me dijo ¿por qué te vas? Y a partir de ahí no paré mas”.

– “Te quedaste un ratito más” – le digo entre risas.

Primero llevaba cosas, luego se quedaba a compartir.

Entendió, o mejor dicho, sintió desde sus entrañas, que los chicos necesitaban cariño, además de comida. Que los miren, que los abracen, que no se los considere como uno más del montón, que sean mirados como seres únicos e irrepetibles.

Y en el marco de este concepto, cuenta una anécdota en particular, entre muchas otras que tiene, que quiero compartirles, porque me pareció muy significativa: “- Un día, en la peatonal, me encontré con uno de esos chicos y cuando me vio me vino a abrazar fuerte. Primero me asusté, me sorprendí, pero después me dijo: señorita, Ud. me dio un juguete el año pasado. Yo había ido a su barrio a repartir juguetes producto de una colecta. Ahí te das cuenta cómo los marca tanto lo bueno como lo malo. Este nene, que anda siempre en la calle, lo encontré el otro día en el centro, donde está el carrito que vende pochoclo, y le pegunté por qué estaba callejeando. – ¿Por qué no vas al centrito, a la escuela?, le dije. Me respondió: “- ¡voy a la escuela! y me mostró el cuaderno. Entonces le dije que si se sacaba otra buena nota, la próxima vez que lo viera le compraría pochoclo.

A los dos días me lo volví a encontrar, me mostró que se había sacado otra nota buena, entonces le compré el pochoclo.”

Ana cuenta con orgullo esta anécdota, porque refleja, por un lado, el amor con que lleva a cabo cada una de estas acciones. Y por otro lado, saca a la luz una realidad que pide a gritos ser visibilizada. La pobreza. Los niños pobres. La escasez de recursos. La falta de posibilidades o la dificultad para acceder a las posibilidades que se presentan. La falta de amor, de contención de esos chicos.

-“Son detallecitos que van quedando. Le estás enseñando que si prometés algo lo cumplís, si él cumple su parte. Yo quiero que les quede grabado que nada viene de arriba, que las cosas se consiguen si haces un esfuerzo. En la casa no tienen quién les diga que se esfuercen para conseguir algo. Están sin rumbo, sin una guía, sin reglas.”

Queda claro con el ejemplo relatado que el amor es la fuerza que mueve al mundo. ¡Cómo retenemos en nuestro corazón, en nuestra mente, un recuerdo que nos llenó de satisfacción y de placer! Ese niño recordaba la cara de la persona que un año atrás le regaló un juguete. Cómo ignoramos estos detalles a veces. Qué poca atención prestamos a la mirada del otro cuando hacemos un regalo o, simplemente, cuando le damos la monedita a ese niño que nos la pide mientras estamos en un bar con amigos.

-“A mí me gusta compartir con ellos. Si consigo algo para comer, me gusta que lo comamos todos juntos, enseñarles hábitos, como, por ejemplo, que se saquen la gorrita para comer. Cosas que para nuestra cultura parecen obvias, para ellos no lo son.”

Así, entre tardes, chocolatadas, tortas, y demás dulzuras, Ana se fue quedando para no irse más. Encontró un lugar en el mundo donde ofrecer lo que más tiene: amor. Y además, ayudar, asistir, acompañar, educar, formar.

Su fan page de Facebook se llama Compartir dulzura. Se inspiró para colocar ese nombre un día que entró a la Iglesia Nuestra Sra. del Huerto y, en medio de la misa, el sacerdote dijo: hay que compartir dulzura. A partir de allí, comenzó la segunda etapa de esta práctica de dar, de esta práctica de la solidaridad.

Al principio Ana se ocultaba detrás del nombre de su fan page, le daba pudor o vergüenza que la gente supiera que era ella quien se ocupaba de estas cuestiones. Pero pronto venció esa resistencia y se puso al frente de una gran empresa: recibir donaciones para entregar a los que menos tienen.

Recibió tantas y se hizo todo tan grande, que consideró pertinente visitar otros comedores y merenderos y repartir también en esos lugares. Así fue como amplió el territorio de la solidaridad y la gente de la ciudad la empezó a vincular a estas acciones y así fue convocada para cada acto solidario que se gestaba en la ciudad.

Al recorrer todos los barrios de la periferia, hace aproximadamente dos años, en una colecta de juguetes, empezó a percibir que algo no andaba bien. La comida no llegaba a quien estaba destinada: los chicos.

Si antes ya era fuerte, esta situación la fortaleció aún más. La indignación y la impotencia la llevó a comunicarse con el intendente de la ciudad. Éste la escuchó y le dijo, bajo el asombro de Ana: -“A mí me gustaría que vos controles todo eso.

Y así fue como Ana, desde hace dos años, trabaja para el Municipio coordinando y controlando los merenderos, una tarea que le apasiona, y cuyo único objetivo es asegurar la alimentación de los chicos pobres de la ciudad, entre otras cosas.

Pudo demostrar que es honesta, que hace su trabajo con pasión, que pone todas las garras y que, además, disfruta.

Le pregunto si éste es su propósito de vida.

“- Si, seguramente. Tengo la vida más o menos acomodada. Todo lo que hice me llevó donde estoy. No tengo miedo de enfrentarme con nadie”– afirma. Sin duda, está en ‘su elemento’, como dice Ken Robinson.

La vinculan con la ayuda, con el compromiso, con la seriedad, con la transparencia.

-“Me emociona ver a los chicos jugando con cosas simples.”

En un mundo tan corroído por  lo material, por el capitalismo, que si no tenés la zapatilla de marca o el último celular no pertenecés, ver a los chicos jugando a los cocos, felices, la emociona. No tienen nada, pero disfrutan con lo simple. Rescata esas vivencias, ellos son felices.

Todos sabemos que la felicidad está en lo simple, en las pequeñas cosas, en los detalles.

¿Pero qué pasará cuando tomen contacto con el mundo real, cuando vean el contraste?

“- Por eso me gusta resaltar que se esfuercen. La iglesia evangélica está haciendo un trabajo tremendo con los chicos. La idea es que los chicos estén ocupados, que hagan otras cosas además de ir a comer. Fomentar el deporte, espacios de taller. Que salgan de su barrio.” Que empiecen a conocer el mundo, agrego yo.

La historia que sigue, es una de las tantas que Ana cuenta con devoción y se emociona.

-“ Una vez llevamos con mi mamá a un grupo de nenas a comer a una pizzería. Jamás habían entrado a una pizzería, no sabían quiénes eran las mozas. Me sirvió para decirles que esas chicas habían terminado el secundario y luego habían podido entrar a trabajar. Porque para estas nenas las mamás o no trabajan o limpian casas, y los papás son albañiles o trabajan en hornos de ladrillos.”

“- En otra ocasión, los chicos participaron de un taller literario, les hacían escribir historias. Y también decidimos  sacarlos de su barrio y llevarlos al centro de la ciudad. Los llevamos a la pizzería, al cine, a la peatonal, al pelotero. ¿Y cuál fue la sorpresa? Ese año, una vez finalizado el taller, pasaron de querer ser albañiles a  querer ser arquitectos para poder hacerle una casa a su mamá; otro quería ser oculista. Tenían proyectos. Sus sueños habían cambiado. Les mostramos otro mundo.”

Por eso vive apasionadamente. Su vida gira alrededor de eso. Pone su alma, su trabajo, su tiempo, su amor, su pasión.

Le pregunto si todas estas actividades le restan tiempo de su vida privada. “- Para nada” – me responde.

A hablar lo hace con pasión, la felicidad se explicita. Se nota que la apasiona.

Logró sistematizar estas actividades con el trabajo estable; la ayuda que antes brindaba informalmente, en los tiempos libres, ahora es su medio de vida. Es un medio para cumplir su misión.

Logró la creación del Centro de Desarrollo Comunitario del barrio Mastrángelo, donde los chicos comen bien (el menú es armado por una nutricionista), tienen talleres, se lo educa, se les crean hábitos, se les ponen límites. “- Se los ve distintos, contentos.”- dice Ana con entusiasmo.

“- Sabés la felicidad que me provoca que los chicos me digan: señorita no doy más! Porque están llenos, porque comieron bien. Antes los veía decaídos, tristes.”

En ese centro comen 60 chicos de lunes a viernes. Los fines de semana hay un merendero en el mismo barrio que cumple la función de alimentarlos.

Le pido alguna reflexión final, algún mensaje en el que pueda sintetizar su experiencia de vida y sus sentimientos. Y me dice:

“- Hacer lo que hago me hace feliz. Se modificó mi escala de valores. Cuando tomás contacto con esa realidad de pobreza, cualquier problema que tengas, sentís que es una pavada. Yo vivía en un mundo superficial. Ahora todo eso es secundario. Siempre he querido hacer esto. Esto es mi pasión.”

La vida siempre te lleva al lugar donde debés estar, en el momento en que debés estar. En la vida de Ana, las cosas se fueron dando para que ella esté donde tiene que estar. Tuvo que tomar una decisión. Elegir entre distintas alternativas. Siempre elegimos. Y  al elegir, siempre hay una renuncia, algo queda en el camino. Pero la recompensa de esa elección es grande.

¡Bravo Ana, por los logros obtenidos! ¡Bravo, porque vas por más!

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
TERESA DE MAYO

Mayo de 2019.

Dije alguna vez que hay historias de vida que merecen ser contadas. Historias que pueden definirse como tristes, dolorosas, injustas, pero que contienen en su esencia un mensaje de resiliencia, de amor, de cuidado, de educación, de perseverancia.

Leerla te permitirá tomar conciencia de la dimensión del mensaje que puede haber detrás de una historia de dolor. Del mensaje que transmite una mujer poderosa que optó por seguir con los brazos en alto, a pesar de lo vivido, para ayudar a otros a que no tengan que atravesar por la misma experiencia.

Teresa de Mayo es una mujer pergaminense que se vio obligada a ser protagonista de un episodio doloroso, de esos que nadie quiere ser parte: la muerte de su hija Daniela.

  • Tuve una infancia y una adolescencia muy buena -dice- Provengo de una familia numerosa, somos 7 hermanos. A los 20 años me casé, a los 45 años ya considerábamos con mi marido que teníamos la familia perfecta, 6 mujeres y un varón. El año 2010 era un año de festejo para nosotros; el 5 de enero cumplíamos los 25 años de casados, también ese año cumplía 15 años Martina que es la más chica, tomaba la comunión Matías que es el varón y cumplía los 50 años “chaza” mi esposo.

Pero los proyectos y los festejos se vieron empañados por una triste noticia.

El 31 de diciembre de 2009, un auto choca el auto donde iban Daniela, Paula, Guillermina y Matías, 4 de los hijos de Teresa. Paula se desmaya. Matías, que en ese entonces tenía 8 años, no se da cuenta porque dormía. Daniela manejaba. Guillermina fue la única que recuerda lo que sucedió.

Con el choque quedaron los cuatro chicos con vida. A Daniela se le cae el motor encima de las piernas y se las quiebra. La llevaron al hospital. Matías recibe ocho puntos en la cabeza debido al golpe que tuvo y quedó internado en observación en la Sala de Pediatría. A Paula y a Guillermina les dieron el alta ese mismo día.

A Daniela le estabilizaron las piernas y quedó internada en una habitación común.

Al tener a dos de sus hijos internados en el hospital, Teresa pasa esa noche junto a su hijo, mientras que otra de sus hijas acompaña a Daniela que se encontraba en otro sector del hospital.

Cuenta que Dani (como la llama cariñosamente) pasó toda esa noche charlando con la hermana.

Al día siguiente, al mediodía, Daniela se duerme.

  • Primero me dijo que no veía. cuando noto que está muy transpirada, muy blanca, la llamo a la enfermera, le explico lo que pasa y me da un papelito para que la abanique, porque hacía calor. A las 17 hs, cuando la enfermera va a verla, se da cuenta de que no tenia calor, estaba en estado de coma. La llevan a hacer una tomografía, la trasladan a Terapia Intensiva, y al otro día, a las 17hs  me avisan que había fallecido, que no se había podido hacer nada. Era el 2 de enero de 2010.

Mientras escribo este relato pienso en la impotencia que habrán sentido esos padres. Impotencia, bronca, dolor, buscando explicaciones vanas que no van a revertir la situación. Ponerse en los zapatos de esta madre, por un momento, ¿es posible que nos permita sentir su dolor? Estimo que no.

  • En ese momento pensás que es algo pasajero, que se va a despertar- dice Teresa.

El dolor era grande, pero la entereza de esa madre lo era aún más. Cuenta Teresa, que cuando estaban llevando a Daniela a sepultar, ella se plantó frente a su esposo e hijos y les dijo: – tenemos dos opciones: juntos a la par o cada uno llorando por su lado como pueda.

Todos eligieron la primera opción: “juntos, como siempre”.  Así fue como empezaron a batallar juntos, a tratar de entender lo que había pasado.

Pero Teresa no se podía quedar con eso, con ese dolor. Sintió que su hija le había dejado un legado, que le estaba diciendo: – “mamá, yo pase por esta vida por algo”.  Fue así que aparecieron las estrellas amarillas en la vida de Teresa.

Se unió a la Campaña Nacional de Concientización Vial Estrellas Amarillas, que nace a partir de la iniciativa de Julio Ambrosio, oriundo de la provincia de Córdoba, luego del fallecimiento de su hija en un accidente de tránsito. Esta campaña está conformada no sólo por los integrantes de la Fundación Laura Cristina Ambrosio Battistel sino también por todas aquellas personas de diferentes ciudades y provincias que se han ido sumando por diferentes razones. Y Teresa es una de ellas. Su objetivo es trabajar en la concientización vial.

Esta Campaña persigue como objetivo lograr una sociedad que pueda auto educarse en normas viales, manteniendo un respeto íntegro con la vida propia y la de los demás. Se trabaja para disminuir la problemática de los delitos de tránsito, promoviendo un cambio de actitud a través de la concientización y educación vial, buscando despertar una actividad pro-activa por parte de la ciudadanía. Para ello, apuntan a la prevención, a la educación y concientización, y al acompañamiento.

Teresa se sumó organizando charlas, seminarios, congresos, campañas, y pintando las estrellas en los lugares donde fueron los siniestros.

  • Dani vino a enseñarnos algo-

También realizo proyectos que se inclinaron a la salud y al cuidado de la vida. Se vinculó con el grupo de auto convocaos por la ruta 8, a fin de agilizar las gestiones para la culminación de la autopista.

Todo esto fue lo que no le permitió caer en una verdadera depresión.

Siguió trabajando en la escuela pero ya no a cargo de alumnos, por propia decisión, hasta que se jubiló el 28 de febrero pasado.

No quiso volver a dar clases. ¿El motivo? Tenía un vínculo muy cercano con los alumnos y sintió que no quería afectarlos con su angustia, por eso se corrió a un lado.

¡Qué hermosa decisión, creo yo! Tan humana, tan sentida. Ponerse en el lugar del otro, seres en formación, como son los adolescentes que cursan sus estudios secundarios. Protegerlos, cuidarlos, desear no empañar sus vidas con dolores de otros. Pero a su vez, formarlos en la conciencia del cuidado del propio cuerpo y del cuerpo de los demás, a través de las campañas de concientización. Mostrar a la comunidad educativa y a la sociedad en general, que todos podemos aportar nuestro granito de arena, que el cuidado empieza por uno mismo, y luego lo hacemos extensivo a los demás. Mirarnos a nosotros mismos y mirar al otro de manera amorosa, cuidarnos y cuidarlos.

  • Así pasaron estos 9 años – comenta Teresa. Hoy seguimos juntos y a la par, con dos nietas hermosas y otro bebé que viene en camino.
  • ¿Pudiste descubrir el para que de esto? – le pregunto. Porque cuando pasan estas cosas uno lo puede considerar como  un castigo o como una maldición.
  • No – Yo siempre le agradecí a ella que me haya elegido como madre, y a Dios  que me la haya prestado por 22 años.

¿Esperabas esta respuesta? ¡Qué genialidad! Esta es la actitud que vuelve grandes a las personas, porque les permite seguir a pesar de las circunstancias desfavorables.

  • Daniela era técnica en turismo y hotelería y estaba haciendo la licenciatura. Era hermosa. Se cuidaba, era buena. Siempre nos íbamos de viaje con ella, y mis hijos se enojaban. Después pude descubrir que íbamos siempre con ella porque era la primera que se iba a ir. Había que disfrutarla, había que estar con ella. Siempre trato de acordarme lo que ella decía, los consejos que daba.
  • Mi hija Paula me preguntó un día: – ¿Por qué a nosotros, ma? Y a mí en ese momento se me dio por decirle: ¿y por qué no a nosotros, hija? Como le pasa al vecino, al de enfrente, ¿por qué no a nosotros?

Otra respuesta tan increíble, tan sabia, y de tanto valor para sus hijos y para quienes la reciban.

  • Eso es lo que le quise enseñar a ella, que Daniela había cumplido su misión acá.
  • Es difícil que una madre que pierde un hijo pueda verlo de esa manera – le digo yo. – Realmente es muy valiente de tu parte. Esta actitud te permite darle otra connotación al hecho. Y estar en paz.

Ante un hecho de semejante magnitud, lo esperable es que las personas reaccionen de otra manera, con negación, con enojo, con bronca. Y muchas veces se hace cuesta arriba alcanzar la aceptación y la paz. Suele ser un largo proceso de aprendizaje.

A partir de la campaña de las estrellas mucha gente se acercó a Teresa a agradecerle. Pero también hay quienes discrepan y dicen, en medio de una charla, cosas como estas: – uds. a mí no me van a obligar a usar el casco.

El argumento que utilizó fue que la vida es de él, y Teresa le respondió: – al cuidarte vos, estás cuidando a tu familia, porque la familia se destruye cuando a vos te pasa algo. Yo me cuido y te cuido a vos mamá, a vos papá,  cuido a mis hermanos, esposa, novia. Ese es el objetivo, cuidarte vos y cuidar a los otros.

¡Excelente respuesta! ¿Qué opinás?

Otra anécdota que comenta es que cuando iban a pintar estrellas, los chicos que se acercaban para colaborar lo hacían en moto pero sin casco. Entonces, la consigna era: – pintamos estrellas porque tu amigo se mató en la moto por no llevar casco, no vengas de la misma manera. Logró su objetivo. Empezaron a ir todos con casco.

  • Son pequeñas cosas con las que todos podemos hacer un aporte – – Si con todo lo que hemos hecho desde las campañas, una vida se salvó, un chico se puso el cinturón, el casco, el objetivo está cumplido.
  • ¿Consideras que haberte involucrado en las campañas es tu propósito de vida?, le pregunte.
  • Creo que es un mandato que me dejó Dani que tengo que cumplir, hasta donde yo pueda. Hoy mi propósito de vida son mis nietas, y ver cómo salen adelante mis hijos, cómo progresan en lo que eligieron en sus estudios, cómo se hacen buenas personas.

En este momento, Teresa y su gente están organizando otro congreso. Ya no se pintan más las estrellas en la calle, como se hizo en un principio, porque con el tiempo se borraban; ahora se ponen carteles con las estrellas y los nombres de los fallecidos.

Con esta propuesta abarcan el Partido de Pergamino. Pero también se ha sumado gente de otras ciudades, porque han viajado a dar charlas informativas a San Antonio de Areco, Capitán Sarmiento, San Nicolás, entre otras. Se empezó a replicar. Y es una muy buena noticia.

Si la gente se suma, el mensaje se transmite. Si el mensaje alcanza a más personas, el nivel de conciencia sobre el tema, crece. Si esto crece, el tránsito mejora. Si el tránsito mejora, se evitan las consecuencias ocasionadas por los accidentes.

Cada uno desde su lugar debe tomar conciencia sobre esta problemática. Modificar actitudes, conductas. Ser modelos a seguir, porque se actúa por imitación. Incorporamos nuevos aprendizajes haciendo, vivenciando, experimentando.

  • ¿En qué consideras que creciste?-le pregunto.
  • Crecimos mucho más como familia, se modificó la escala de valores, lo que valorás, lo que dicen los otros ya no te importa. Uno elige hacer lo que te hace bien, lo que deseas, no lo que te dice el otro, o lo políticamente correcto.  Estas cosas que te golpean tanto te hacen revisar eso. A mi hija le dimos mucha felicidad, ella siempre estaba contenta. Siempre fuimos muy unidos. Toda la familia, la nuclear y la extensa. Ella con sus primos era muy cariñosa. Era carismática, humilde.

Teresa aprovecha este espacio de entrevista para agradecer a todas las personas que colaboraron en el momento del accidente. Recuerda a cada uno de ellos, entre los cuales cumplen un rol fundamental los bomberos: – palabra mayor –dice.

Cuenta que el 4 de enero fue al cuartel con su hija Paula a agradecer y a dejar una donación. Luego, un día encuentra un sobre por debajo de la puerta y era de uno de los bomberos, agradeciendo también el gesto, porque no es habitual que vaya alguien a agradecerles y a darles un abrazo. En el cuartel de bomberos, dice que se hizo un silencio muy triste cuando  se enteramos que Daniela había fallecido, porque ellos la vieron bien cuando la rescataron del auto.

Con pequeños gestos, ¡qué bien le hacés a la gente!, ¿no te parece?

  • Cada uno sobrelleva el dolor de la manera que puede. Yo preferí ayudar –
  • Yo me dediqué a hacer cosas para evitar que otra madre sufra lo que sufrí yo, que otros hermanos no sufran, porque ver el dolor de mis hijos fue tremendo. La fe también me sostuvo. Es lo que permite sostenerte.

Teresa deja este mensaje final, construido desde una experiencia tan dolorosa: – cuidate  y cuidame. Tu vida vale, para vos y para mí como mamá. Si no lo querés hacer por vos hacelo por tu familia. No la hagas sufrir, no hagas que una familia se destruya y que tenga que volver a armarse. Vivan bien, vivan cuidándose. Y deseo rescatar la unión de la familia, conformada por quien sea, es importantísima, porque tenés donde apoyarte.

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
MARIELA PILENZA BRUN

Septiembre de 2019.

Hace 30 años comenzaba una historia de amor.

El ritual del matrimonio, tanto civil como religioso, nos invita a comprometernos a estar al lado de la persona con la cual nos casamos, tanto en los buenos momentos como en los malos, en la felicidad como en la adversidad.

Pero, ¿qué significa esto realmente?

La historia de Mariela es un ejemplo claro de compromiso y de amor tanto en situaciones felices como adversas.

Mariela se casó hace 30 años con el hombre que amaba, Rubén. Estuvieron un año y medio de novios y luego decidieron unirse en matrimonio. De esa unión nacieron dos hijos, que actualmente tienen 29 y 25 años respectivamente, y que ya no viven en la casa paterna.

La vida familiar era relativamente armoniosa y todo transcurría como lo esperado, hasta que una situación desafiante irrumpió para quedarse: la enfermedad mental de Rubén.

Hace aproximadamente 10 años atrás, luego del fallecimiento de sus suegros, Mariela empezó a notar que algo “no andaba bien” en su marido. Observaba sintomatología que no era propia de él, conductas que le llamaban la atención.

Consultó con una médica psiquiatra quien arribó al diagnóstico de trastorno bipolar, también denominado trastorno maníaco depresivo. Esta enfermedad mental causa cambios extremos en el estado de ánimo del paciente que van desde una manía a una depresión.

Mariela se topó con una realidad que le era ajena, ella vivía en un mundo tranquilo, donde todo transcurría armoniosamente, sin mayores sobresaltos, hasta que la realidad la sacudió enérgicamente. Rubén, como consecuencia de su enfermedad, comenzó a comprar cosas compulsivamente, luego las vendía; solicitaba dinero, pedía adelantos de sueldo, se endeudaba, compraba más cosas, continuaba endeudándose, sacaba créditos, etc. a tal punto de que debió entregar dos casas que había heredado de sus padres para paliar esas deudas.

Mariela desconocía la situación, hasta que comenzaron a llegar acreedores a su casa solicitando el pago de las deudas. Fue el momento en que la vida le hizo quitar el velo que le impedía tomar consciencia de lo que estaba sucediendo.

Acontecimientos como éstos, producen una gran desorganización a nivel familiar y a nivel de pareja. Te invitan o te obligan a hacer una revisión de los valores que te mueven en la vida, de las creencias, de los mandatos, en fin, te obligan a ver dónde estás parada y a tomar una decisión. Es inevitable. Hay que tomar una decisión.

Mariela atravesó las cinco etapas del duelo que describe la famosa psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross. Primero, no podía creer lo que estaba pasando. Dice: me lloré todo.

Luego, el enojo, la bronca, la ira. Se enojó mucho con Rubén, no podía creer lo que estaba pasando. Pero si este enojo es usado a nuestro favor, puede servir para motivarnos y dotarnos de una fuerza interior arrolladora.

Más tarde vino la negociación, que involucra la esperanza de que las cosas puedan resolverse. Nos permite ir recuperando la paz interior.

Una cuarta etapa nos conduce a un estado de tristeza, de depresión, de “no dar más”, parece que las fuerzas suelen empezar a abandonarnos. Pero si tenemos fortaleza interna, podremos alcanzar la quinta etapa, la aceptación. Y aquí sí, vemos que hay salida. Empezamos a comprender lo fuertes que somos para enfrentar un problema, una crisis, una enfermedad.

Mariela comprendió que debía hacerse cargo de la situación, que debía “tomar las riendas del asunto”. Sólo ella podía ayudar a su marido a transitar y a superar esta situación. Y así lo hizo.

Hablo con cada uno de los acreedores, acordó la modalidad de pago de lo adeudado, acompañó a su esposo en el tratamiento psiquiátrico, lo cuidó, ordenó las finanzas del hogar, y se hizo cargo de la organización familiar, con la ayuda de sus hijos.

-Me convertí en toda una leona – dice ella riéndose.

-Nos quedamos sin nada, prácticamente. No contábamos con dinero suficiente ni para cubrir las necesidades básicas. Recibimos el aporte desinteresado de unos tíos de mi marido que lo querían a él como a un hijo, que nos daban para comer y para algunos otros gastos. Estuvimos en economía de guerra durante mucho tiempo.  Pero dicen que luego de la tormenta sale el sol. En 3 años ya no teníamos deudas. Pude resolver todo.

Mariela pudo tomar las riendas de la situación, tuvo la capacidad de desplegar herramientas que le permitieron hacerse grande para achicar el problema y poder disolverlo. Sí, disolverlo. Significa cambiar las circunstancias para que el problema, una vez solucionado, no vuelva a aparecer.

Le pregunto si pudo alguna vez pensar para qué apareció esta situación en su vida, y si siente que pudo capitalizarla.

-Pienso que para despertar– me responde. – Yo estaba dormida, muy cómoda, él mantenía todo económicamente. Si bien yo ya cuidaba chicos, como para ganar un dinero extra, tuve que empezar a trabajar más horas y a hacer algunos otros trabajos.

Me abrió los ojos esto, siempre era muy confiada. Me sentí muy engañada. Pero era por su enfermedad. Al principio estaba muy enojada. Después comprendí.

Y continúa su relato con una reflexión que demuestra su madurez.

-Hice una elección. Elegí quedarme a su lado para cuidarlo y para sostener la familia. no me considero una víctima, elegí quedarme al lado de mi marido para sacar la familia a flote. Si yo hubiera mandado todo al diablo, él no estaría como está ahora, o hubiese terminado internado, o estaría tirado por ahí más endeudado. Mis hijos estarían por un lado y yo por el otro. Yo sacrifiqué muchas cosas y actualmente sacrifico muchas cosas de mi vida.

Estoy al lado de alguien que es difícil de comprender, tengo mucha paciencia, creo que Dios me ha premiado con eso. Pude desarrollar esa capacidad que antes no había tenido la oportunidad de saber que la tenía. ¿Y qué sentido hubiera tenido si me hubiera ido?

Tomé la decisión de quedarme y  de hacerme cargo. Soy consciente de que fue la mejor decisión. Conservar mi familia por mis hijos principalmente. Y también por él.

¿Y por vos? – le pregunto.

-Por mí hice poco. Ahora estoy empezando a hacer cosas por mí, cosas que me gustan.

El me dice, ¿te vas? Si, le digo, voy a hacer algo que me gusta.

-Relegaste tus deseos hasta ordenar un poco la situación. Ahora que está todo ordenado, empezaste a ocuparte de vos.

-Sí, ahora estoy más tranquila, lo económico se estabilizó. Con el tratamiento médico está estable. Siempre estoy atenta igual.

-Elegiste quedarte por la familia y por tus hijos, ¿crees que también es el amor lo que te mantuvo a su lado?

-Yo creo que es amor, pero al padre de mis hijos. Ahora me lo estoy planteando. Es amor como respeto a la persona, no ya amor de pareja.

-Creo que sólo por amor uno puede elegir quedarse en un lugar donde se requiere renunciar a muchas cosas, le digo.

-Aprendí a manejar la situación. Me decían que me iba a enfermar si seguía a su lado. Pero cuando uno está seguro de por qué está en ese lugar, puede seguir.

-Yo no sé si hubiera podido seguir sola sabiendo que él estaba tirado en algún lugar. Porque no tiene a nadie más de familia, solo mis hijos y yo. No sé si yo hubiera podido vivir bien. Creo que no.

-Fue una elección consciente. También me sirvió para desplegar herramientas y darme cuenta de que puedo todo.

-Y creo que mis hijos aprendieron eso también, uno les enseña a los hijos a través de las acciones, no solo a través de la palabra.

-Yo veo que mi hija, por ejemplo, toma decisiones que yo a su edad no hubiera podido tomar. Pero creo que es porque me vio a mí tomar decisiones difíciles, vio que se podía.

-Nadie está exento de que le pase una cosa así. ¿Y si la cosa hubiera sido al revés? También lo pienso. Es una enfermedad. A una infidelidad, por ejemplo, no la hubiera aguantado. Él no eligió pasar por esto.

Creo yo, que el de Mariela es un acto de amor, de compasión.

Ante semejante situación desorganizadora de la vida en general, y de la familia en particular, pudo darle una connotación positiva, eligió no verse en el papel de víctima, eso le permitió hacerse cargo de la situación, se responsabilizó, eligió quedarse a su lado con un fin. – El me necesita – dijo.

Estoy contenta con la decisión que tomé. Estoy totalmente convencida. Estoy en paz. No me hago reproches. Pienso mucho en mis decisiones. Soy muy apasionada en lo que hago. Lo que hago trato de hacerlo bien. Ahora estoy aprendiendo pintura. Me encantan las clases. Y aunque él se queje, yo puedo sostenerlas y sigo yendo. Tengo pendiente aprender a manejar. Eso me falta.

-También hago vida social con amigas.

Ahora nos fuimos a vivir lejos, porque tuvimos que entregar la casa donde vivíamos en el centro de la ciudad,  para saldar las últimas deudas. Extraño mucho, me costó acostumbrarme a este nuevo lugar.

¿Consideras que sos la misma persona que antes?, le pregunto.

No, me responde.

– ¿En qué consideras que creciste?

Ahora tomo decisiones. Antes no lo hacía. Ahora tomo las riendas de mi vida.  La vida te sacude de una forma que te hace despertar. No soy ni la sombra de lo que era.

-Estoy en paz, estoy convencida de que ésta era la decisión que tenía que tomar, que no era otra. Pasamos muchas necesidades y nos ajustamos muchísimo, pero en 3 años estaba todo solucionado.

Estoy en paz, dice Mariela. ¿Cuántas de nosotras sentimos que estamos en paz, que estamos en el camino correcto?

El mensaje final que desea transmitirnos es que no aflojemos, que sigamos, que afrontemos las adversidades, que todo se puede en la vida.

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

MI PROPIA HISTORIA DE VIDA:
MARIA EUGENIA GUERRINI

Marzo de 2020.

He contado la historia de vida de otras mujeres, por su carácter inspirador y motivacional, por su capacidad de resiliencia, porque son historias dignas de ser contadas para que salgan del anonimato.

Pero todavía no he contado la mía. Por eso me decidí a compartirla, porque seguramente puedo también inspirar a otras mujeres que estén atravesando una situación similar a la que me tocó vivir a mí.

Me llamo María Eugenia Guerrini, vivo en Pergamino, soy Lic. en Servicio Social. Integro, como trabajadora social, el equipo interdisciplinario del Servicio de Rehabilitación del Hospital Interzonal General de Agudos San José de Pergamino, y además soy la creadora y coordinadora de Socioterapia para mujeres.

Mi infancia transcurrió tranquila, sin sobresaltos, rodeada de amor y de familia, con comidas ricas, calor de hogar, y todas las necesidades básicas cubiertas. Tuve algunas carencias, de esas que te das cuenta cuando sos grande, pero no voy a hablar de eso ahora. La infancia es ese lugar que te forja para la vida, que te forma, que te condiciona, que te somete o te hace libre. A la infancia no se puede regresar, aunque hay quienes nunca salieron de ahí. En la infancia somos frágiles, indefensos, vulnerables, dependemos de otro que nos cobije, que nos nutra, que nos mime, que nos atienda, que nos mire. Pero ese otro también deposita en nosotros sus expectativas, sus sueños, sus deseos, sus pasiones.

Un poco de todo eso tuve. Creo que es una gran bendición.

En cambio mi adolescencia fue eso: adolescer. Adolescer significa transición, pasar de una posición a otra. Fue difícil. Fue un darse cuenta, un despertar, un querer ser diferente, y no saber cómo hacerlo. Fue transitar la vida muchas veces en soledad, acompañada por algunas amigas, por la lectura y por la escritura. En esos tiempos descubrí que escribir es sanador. En alguna oportunidad compartiré esas poesías que salían de mí tan fácilmente.

Pero no voy a explayarme en estas etapas de mi vida, las dejo para otro momento.  Porque quiero destacar otras situaciones más importantes que me tocó protagonizar.

Me casé siendo muy joven y estando muy enamorada, interpretando que el amor debía ser para toda la vida. Así me lo habían enseñado. Así lo aprendí. Y no tuve la sabiduría necesaria para cuestionar ese paradigma, ese mandato familiar. Por eso la caída, cuando sucedió, fue en picada libre.

Tuve 3 hijos, fruto de ese matrimonio, a los que adoro y traté de amar, nutrir, guiar, acompañar de la mejor manera que supe hacerlo. A los que les di raíces y también alas para que puedan volar el vuelo que elijan.

Todo transcurría con una aparente calma, hasta que llegó el año 2001, que fue un año de quiebre para mí; no sólo por la crisis que atravesó nuestro país sino porque me divorcié del padre de mis hijos. A partir de ese hecho, me vi envuelta en una crisis existencial. El dolor era tan grande, tan abrumador, que no me permitía poner en palabras lo que me pasaba. Creo que me gasté todas las lágrimas. Me dolía el pecho, era literal. Sentía una gran presión en el pecho. La angustia me desbordaba. Y también el dolor psíquico, que es devastador por lo inefable, como dice Rosa Montero en su libro La ridícula idea de no volver a verte. Cuando te duele tanto una pérdida, el dolor-alud (como ella lo define) es tan grande que te enajena, y te sentís tan sola y desconectada que te salís del mundo.

Me sentía sola. Pero no estaba sola.

Con mis hijos aún pequeños y con toda la responsabilidad de la crianza y educación de ellos a cuestas, sumado a una regular relación con mi ex marido, y con muy poco dinero en mi haber, tomé la decisión de iniciar un camino de búsqueda y de crecimiento personal y profesional. Decidí reinventarme. Porque el duelo es eso, un proceso que te permite aceptar lo ocurrido, que ya no te duela, aunque siga ahí. Empecé a abrirme paso en una vida que desconocía. Como la flor que raja el cemento para asomarse a la luz.

Las problemáticas familiares que se sucedieron desde entonces fueron muchas y muy difíciles de resolver para la mujer que yo era en aquel momento. Sentía un deseo enorme de poder dar respuestas más creativas y eficaces a mis necesidades.

Así fue como decidí iniciar un camino de autoconocimiento, de crecimiento y desarrollo personal que me permitiera abrir las puertas de la vida que tenía adelante, sin dolor ni angustias, y empezar a trabajar con mi empoderamiento y mi autoestima para liderarme, para crearme la vida que tanto deseaba.

No fue fácil, obviamente. ¡Pero fue mágico! Porque empezaron a llover las sincronicidades y las oportunidades, y mi vida dio un vuelco radical. Hubo momentos difíciles, por supuesto, pero cambió la forma de atravesarlos y de situarme en ellos.

Es que las crisis angustiosas te agrandan el conocimiento del mundo.

Cuando dejé de llorar, me sequé las lágrimas, lavé mis ojos, me miré al espejo, le sonreí a la nueva mujer que vi, maquillé mi cara y decidí salir al mundo a forjarme un nuevo destino, el que yo quisiera, con la plena responsabilidad de ser la autora y directora de mi vida.

Desde lo profesional también accioné y crecí considerablemente. Me capacité en Terapia Familiar Sistémica, me formé como docente y, actualmente, estoy cursando la carrera de coaching ontológico profesional.

Pero la vida no me dio tregua. Se ve que me faltaban algunas materias por cursar.

En el año 2012 me diagnosticaron cáncer de mama. No fue una experiencia menor, por supuesto. Me obligó a reflexionar sobre el porqué y el para qué llegó esa enfermedad a mi vida. Y así empecé a diseñar un plan de trabajo aún más profundo que el que ya había realizado, que llevaría a cabo a partir de ese momento: trabajar conmigo misma, con mis creencias, con los pensamientos, redireccionándolos para transformarlos en positivos, con la gratitud, y decretando la vida que quería. Ejercicios, meditaciones, reiki, alimentación más saludable.

Constantemente fui tomando decisiones poderosas. ¿Por qué las llamo así? Porque me dieron poder… poder para elegir y diseñar la vida que quería.

Y esas decisiones poderosas fueron acompañadas de acciones también poderosas que me permitieron iniciar un proceso de cambio en mi vida.

Una vez superada la etapa de los tratamientos tan invasivos, decidí que tenía que contar mi historia, mi experiencia y las herramientas que desplegué en esa oportunidad y que me fueron muy útiles.

Así nació Socioterapia para mujeres, un espacio de reflexión y orientación pensado para mujeres que buscan herramientas para hacer un cambio en sus vidas.

Descubrí que mi misión en esta vida es acompañar a las personas que se encuentran atravesando situaciones de dificultad, para que puedan reflexionar sobre lo que les pasa, tomar decisiones poderosas, encontrarse consigo mismas, amar y ser amadas, formar familias con base sólida, con buena comunicación, con reglas claras, etc., que puedan descubrir y desplegar su creatividad, desarrollar su autoestima y su capacidad resiliente, revitalizar la relación cuerpo-mente, proponerse objetivos y trabajar para cumplirlos, resignificar momentos difíciles, tener pensamientos positivos, practicar la gratitud y, en definitiva, descubrir la felicidad a pesar de las circunstancias adversas que pudieran presentárseles.

Trabajé mucho ideando un plan de trabajo para ofrecer a través de consultas individuales, de talleres online y presenciales, de propuestas grupales y de algunos programas de acompañamiento.

Pero aún faltaba más. Y di vida a Las decisiones que cambian tu vida, mi primer libro de desarrollo personal, a través del cual comparto textos de reflexión, ejercicios, preguntas disparadoras de autoconocimiento y mucha información que pretende conducir al lector hacia el crecimiento y la superación personal.

Con mi libro y mi método socioterapéutico pretendo acompañar a las personas a desplegar las herramientas que le permitirán hacer uso de sus destrezas y habilidades para enfrentar exitosamente cualquier situación relacionada con el cambio personal que quieran realizar.

Actualmente estoy en pareja desde hace muchos años. Encontré nuevamente el amor, sí, pero es un amor diferente, más maduro, más rico, más sereno. Es que nos encontró él a nosotros en otra etapa de la vida, más maduros, más sabios, más serenos.

La vida es un ir y venir de momentos, de sensaciones, de encuentros y desencuentros, de palabras, de miradas, de silencios, de acciones y también de quietud. Hay que aprender a transitar cada uno de esos espacios para apropiarnos finalmente de la felicidad.

Porque la vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
PAOLA LORENA GALVÁN

Marzo de 2020

Paola Lorena Galván (o la Gran Pao Galván, como se hace llamar desde hace unos años, ya contaremos por qué) tiene 46 años. Vive en Pergamino desde hace 22.  Es oriunda de la vecina San Nicolás, y llegó a estos pagos cuando sus hijos eran chicos, por cuestiones laborales de su marido. Actualmente, sus hijos tienen 24, 22 y 20 años.

Pao me contactó hace alrededor de un año, cuando empecé a publicar las historias de vida. Quería contar la de ella para compartir los aprendizajes adquiridos con otras mujeres que estuvieran pasando alguna situación similar a la que atravesó ella.

Por esas cosas de la vida fui postergando la entrevista y, hace unos días, decidí contactarla y proponerle que cuente su historia. Me dijo que sí, y acá estamos, café de por medio, charlando y recordando sus vivencias.

La historia de Paola es una historia de superación. Cuando la vida te lleva a surfear olas difíciles, podés tomar dos caminos: o te animás a avanzar a pesar de la dificultad, o te rendís y te tirás al agua.

Pao eligió la primera opción.

Desde chica tuvo problemas de sobrepeso. Recuerda que era la gordita del salón, la de contextura física grande, la grandota que va atrás. Lo que ahora llamamos bullying, en aquel momento no tenía nombre, pero igualmente marcaba a fuego, se sentía en las entrañas. Y si el niño no tenía la fortaleza suficiente para no escuchar, hacer caso omiso y superar esas descalificaciones, estaría en problemas con su autoestima en su vida adulta.

A ella le gustaba bailar y hacer deportes. Desde los 3 años hace danza. Pero claro, al ser gordita, no la veían como una potencial bailarina, era la que iba a socializar y  a divertirse. También jugaba al handball, al vóley y al básquet. Se ríe cuando lo recuerda porque eran todos deportes de hombres.

A los 15 años empezó a darle más relevancia al baile a pesar de su sobrepeso que hasta ese momento lo manejaba. Hacía gimnasia, danza jazz (usaba las polainas, recuerda) y aeróbica. Fue en ese momento cuando su profesora, que seguramente le vio muchas condiciones, le planteó la posibilidad de que fuera su ayudante en las clases. Y ese fue su primer trabajo. Tomaba clases  y a su vez trabajaba.

Esos fueron sus comienzos en lo que luego sería su forma de vida ya que estudió y se recibió de profesora de educación física,  ritmo, gimnasia y técnica en deportes. Sus decisiones seguían alineadas con lo que amaba hacer.

Pero como no todo es color de rosas, a veces suele sorprendernos en el camino alguna experiencia que nos obliga a hacer un alto y replantearnos la vida que tenemos.

Cuando se establece en Pergamino, como ya dije por cuestiones laborales de su marido, sus dos hijos mayores eran chiquitos, y ella ya  tenía problemas de obesidad. Pesaba 125 kg. El sobrepeso se le había ido de las manos.

Suele suceder que no podamos controlar algunas cosas, algunas situaciones, pero si indagamos en el para qué de esa situación, seguramente podremos encontrar esas respuestas que necesitamos para crecer, evolucionar y desarrollar herramientas para aprender a resolver eso que nos pasa por nosotros mimos.

Hay momentos en la vida que nos sacan del terreno conocido, de la rutina, y nos obligan a parar, a observarnos y a plantear lo que queremos hacer y cómo lo haremos.

Paola pasó por una situación similar. Cuando se instaló en Pergamino no conocía a nadie. Estaba sola con sus hijos, su marido trabajaba mucho. Y el sobrepeso la acompañaba. Fue entonces cuando encontró refugio y contención en el grupo de ALCO. Se involucró de tal manera que logró bajar 40 kg en 6 años, sin cirugías, sólo con el cambio en la alimentación.

Viendo su progreso, le ofrecen la posibilidad de hacer gimnasia para gorditos. Sabiendo que era profesora de educación física, la capacitan y comienza su nueva labor. Este fue el primer paso de lo que vendría posteriormente, y que aún hoy perdura.

Comenta con cierta nostalgia, que al principio eran 7 personas en las clases y el lugar físico elegido era un garage. Luego consiguió que el Club Fomento Centenario de Pergamino le facilitara las instalaciones una vez por semana. Las mismas alumnas empezaron a llevar gente conocida y, para su sorpresa, un día eran 120 personas bailando.

Con el grupo de ALCO, al principio hacían caminatas, pero comprobaba que después de una hora de caminar, los gorditos estaban muy cansados. Al contrario de eso, observaba que cuando asistían a un baile o a una fiesta, bailaban y no se daban cuenta del paso del tiempo y estaban felices. Entonces, incorporó en las clases lo que denominó “los 5 minutos de oro”, que eran 5 minutos de cumbia. Y las clases se transformaron en una fiesta.

Entonces pensó: –  a esta fiesta la traslado al gimnasio, y empecé a dar una hora de clase donde la clase era una fiesta. Era cumbia, música divertida, la gente lo hacía con pasión y no se daban cuenta de que estaban haciendo actividad física. Así nació SIN BARRERAS.

Pasaron 11 años desde aquel momento. SIN BARRERAS. Clases de gimnasia y baile que permiten el acceso a cualquier persona. Sin limitaciones, sin barreras.

Fue un proyecto que nació para resolver una problemática puntual como es la obesidad, creció y creció y logró perdurar en el tiempo. No fue planificado. Se dio y aprovechó la oportunidad.

Eso es, creo yo, una cualidad de las personas resilientes. Logran tomar las circunstancias que las atraviesan, las capitalizan y rescatan lo valioso y potable de esa situación para que se realice la alquimia, ese proceso de transformación que nos conduce a la cima en el camino de la vida.❣

Pero sigamos con esta historia que es súper interesante.

Como la mayoría de las concurrentes a las clases eran personas obesas o gordas, la problemática que se planteó en aquel entonces era la vestimenta específica para esas clases. Corría el año 2006. No había ropa de fitness para gordos. Las mujeres hacían gimnasia con polleras largas y alpargatas. Obviamente, las aceptó con esa vestimenta. Les dijo que fueran igual, que no había impedimentos, no había barreras. Lo que importaba era que asistieran y se divirtieran.

Al principio éramos las únicas en Pergamino. Hacíamos ritmo. Después vino la zumba más adelante. Daba 5 clases en el día. Teníamos grupos de nenas, de señoras grandes. Hacíamos un festival con cada grupo a fin de año.  Hoy en esto se abrió, hay muchos instructores de zumba y la gente va adonde le queda cómodo.

Le pregunto si pudo controlar el tema del peso para mantenerse. Me responde que llegó a pesar 80 kg, pero hoy pesa 100. Entonces recuerda que cuando estuvo separada hace algunos años, alcanzó los 73 kg, pero luego subió nuevamente. Y refuerza el concepto de que la obesidad es una enfermedad, hay que estar todo el tiempo atentos a las fluctuaciones de peso, y hacer actividad física, además de cuidarse en las comidas.

Reconoce que, desde que es abuela, está más relajada con esos cuidados, pero a la actividad física no la deja. Además, el baile es el condimento extra que te da esa descarga que es tan necesaria, dice.

Lo que busco con el baile es que te despejes de la vida cotidiana, porque es el escape de los problemas diarios. Se te pasa la hora volando. Te dedicas ese tiempo para vos.

-¿De dónde surge el nombre de La gran Pao Galván? – le pregunto.

La historia es muy graciosa, así que dejo a ella misma que la cuente: – Tenía una alumna que un día se enojó conmigo. Era el año 2013. Puso una publicación en facebook  tipo escrache, en el que me decía de todo. No recuerdo qué había pasado ni qué me decía exactamente. Pero  firmó ese texto así: “se te descosió el ruedo y se te vio la hilacha, la gran Pao Galván!” Se refirió a mí en forma despectiva. Y a partir de ahí me quedó La gran Pao Galván. Tomé ese agravio  y lo usé para mi beneficio. 😃

A una situación negativa supo darle una connotación positiva. Le digo que esa es una virtud, porque mucha gente se queda en lo negativo, en la queja, en el lamento, no encuentra la forma de superar eso. Esta anécdota habla de ella, de su personalidad, de su capacidad para transformar la sombra en luz.👌

-¿Qué crees que podés aportar con tu experiencia? – le pregunto.

Creo que lo que aporto es que la gente no se tiene que quedar en lo negativo, porque lo negativo está, hay que tenerlo en cuenta, pero hay que esperar lo bueno.

En coaching le decimos anticiparse al quiebre, le comento.

Y prosigue: – Tener en cuenta lo malo que puede pasar, pero esperar lo bueno. Lo importante es no quedarse en lo negativo. Estar preparada. Veo gente que se queda, que no resuelve, que se queda en lo negativo.

-Tu historia demuestra que no te quedaste en la queja, que supiste salir y reinventarte, le digo.

Y responde: – Sí, cuando uno quiere encuentra la oportunidad de hacer algo que le gusta. Cuando sólo cuidaba a mis hijos, aprendí a tejer al crochet y hacía cosas para vender. Así salí adelante en ese momento.

El 8 de marzo de 2017 fue convocada por la Mesa Local contra la Violencia de Género de la Municipalidad de Pergamino, para ser distinguida en el Día Internacional de la Mujer, por su labor a favor de la inclusión y del buen trato hacia la mujer. SIN BARRERAS es, sin duda, una gran obra.🙌

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
LILIANA BENEDETTO

Marzo 2020

Hoy quiero presentarles a Liliana (Luly para los conocidos), de 46 años,  argentina, oriunda de Córdoba capital, pero vive en Barcelona, España, desde hace muchos años.

La conocí en 2018 con motivo de viajar a Barcelona al evento de desarrollo personal de Lain Garcia Calvo. Ella nos facilitó, al grupo de mujeres argentinas que íbamos, información y datos relevantes para acceder sin problema a dicho acontecimiento. A partir de allí no dejamos de tener contacto.

Cuando presenté esta propuesta de las Historias de vida… Liliana quiso contar su historia.

Es que su vida se vio marcada por diversos episodios de carencias, abandonos, muertes tempranas, pobreza, enfermedades mentales y de las otras, y estados de vulnerabilidad constantes. Pero también tuvo momentos de magia, esas circunstancias que suceden cuando menos las esperás, esas causalidades que son fruto de desear algo con fuerza y confiar en el proceso.

Pero vayamos a los detalles de la historia…

Los antecedentes  familiares de Liliana nos conectan con una madre alcohólica y un padre ausente porque era viajante, entonces no estaba en la casa durante la semana.

La madre estaba a cargo de la casa y de los dos hijos del matrimonio. Sola, seguramente sintiéndose frágil, con una gran responsabilidad y sin recursos emocionales para hacer frente a tantas obligaciones. Era maestra de música. Daba clases en el mismo colegio al que asistían Liliana y su hermano.

Cuenta Liliana que nunca se sintió querida y amada por su madre, ésta hacía diferencias entre ella y su hermano. No era cariñosa. Comenta que cuando era pequeña, a su mamá le detectaron un cáncer en el cuello del útero y le dieron la posibilidad de tener otro hijo. Así lo hizo y luego la operaron y le hicieron una histerectomía (extracción del útero).

Recuerda también que su madre siempre le decía que no se dejaran tocar la cola. Un día, en medio de esa recomendación, Liliana se largó a llorar. – ¿Por qué llorás? – le preguntó. – ¡Porque yo sí me dejo tocar la cola! – le respondió. Hacía un tiempo que venía siendo abusada por el hijo de 18 años de un vecino que realizaba trabajos de albañilería en su casa.

¡Qué angustia habrá sentido esa criatura al creer que era la responsable de semejante atrocidad, sin saber, por su corta edad, que el único responsable era el joven que la abusaba.

Era la época de la dictadura militar. Su memoria la lleva a aquel momento y recuerda que su madre llamó a la policía y al hombre se lo llevaron. Pero lo que más la afectó por lo contundente de la orden, fue que su madre le dijo que ni se le ocurra contarle eso a nadie y menos a su padre. Así era antes, había secretos que debían guardarse por quién sabe qué cosa. ¿Vergüenza tal vez? ¿Miedo al qué dirán? ¿Por no mostrar debilidad? ¿O por falta de confianza en las personas?

A partir de ese momento, su vida ya no fue la misma.

En varias partes de la entrevista Liliana vuelve a recordar episodios de desamor por parte de su mamá. Por ejemplo, que ninguno de sus padres se preocupaba porque ella y su hermano se entretuvieran. No disfrutaron del juego tan nutritivo y sanador que es el de los padres y los hijos. Se aburría mucho, dice.

Trae varias anécdotas:

  • Una vez salimos con mi mamá y una amiga de ella que también era maestra, y le decía: pegales, pegales a los chicos cuando se porten mal.
  • Mi vieja mentía mucho, en muchas pelotudeces. Era irreal todo. Una vez en Buenos Aires, tendría yo 9 años, íbamos en un contingente y se chuparon tanto ella y los demás, que yo me quería dormir y no me dormía por miedo a que me dejaran olvidada.
  • Tuve ataques de pánico cuando era chica, y me decían cállate y seguí durmiendo, en lugar de darme un abrazo.

Mientras tanto, su papá seguía ausente debido el trabajo. Recuerda que un día se descompuso y le hicieron una angioplastia, lo cual requería de cuidados más específicos. Pero no se cuidó.

Ese año se fueron de vacaciones a Chile en auto, manejando su papá. Al regresar, cuando estaba por viajar nuevamente por trabajo, sufrió un infarto y se murió.

Su madre debió hacerse cargo de sus dos hijos y de todo lo demás.

  • Cuando murió mi papá yo tenía 14 años. Había ido a dormir a lo de mi tía, y al otro día, me levantó y me dijo, despertate que tu papá se murió. Así nomás.
  • Entonces mi mamá se pidió un año de licencia en la escuela y se encerró en su habitación. La hermana le mandó una psicóloga. Una vez escuché que le decía, vos tenés que atender a tus hijos que no tienen a nadie, y ella le respondió, no no, las crías se crían solas, que hagan su vida, que hagan lo que quieran.
  • Yo estaba por cumplir 15, pero no me lo festejaron, ni se festejaron más los cumpleaños ni las navidades ni nada, por la muerte de mi papá. Y a mí me gustaba festejar todo.

La edad de la adolescencia… esa etapa de la vida tan compleja que comprende la transición entre la niñez y la adultez, la etapa de los cambios grandes, tanto en el cuerpo como en la forma en la que el joven se relaciona con el mundo. Etapa de cambios físicos, sexuales, cognitivos, sociales y emocionales, en la que se necesita un acompañamiento firme y amoroso a la vez…

Nada de eso tuvo Liliana. Sí tuvo, en cambio, una libertad sin límites, sin control, sin padres que te estén diciendo que llegues a tal hora o que no salgas con tal o cual persona. Dice que tuvo suerte al no quedar embarazada ni caer en las drogas.

Teniendo ya 19 años, toma contacto con Israel Cinman, fundador y director del Instituto Cinman, en Códoba, Argentina, y se convierte en su mentor hasta la actualidad. Es quien la inicia en el camino del autoconocimiento.

Liliana tiene un historial de problemas de salud que fue acumulando a lo largo de su vida: problemas de tiroides, epilepsia, y recorrida por médicos neurólogos y psiquiatras, por lo cual siempre ha estado tomando medicación. Recuerda que a los 9 años se empezó a desmayar. Su mamá le decía que se tiraba al piso para llamar la atención. Un día se desmayó en la casa del vecino que era médico, y éste se puso firme y la increpó a su madre diciéndole que si no la llevaba ella lo hacía él porque eso era epilepsia. A partir de ahí la empezaron a medicar hasta los 14 o 15 años que no tuvo más episodios.

A raíz de este tema y de la tensión nerviosa que vivía en forma constante, comenta que en un diario intimo escribió: “ojalá que mis viejos se separen o que alguno de los dos se muera”, porque ella veía en el colegio que a sus compañeros que tenían padres separados o uno fallecido, los trataban con mucho cariño. Escribió eso 6 meses antes de que se muera su papá.

En la misma época en que su madre se encerró, ella empezó a salir en forma descontrolada y también consiguió un trabajo como promotora. Como tenía 16 años y era menor de edad, el hombre que la contrato le falsificó el documento de identidad para que pudiera entrar libremente a las discotecas. Tenía ingreso de dinero y libertad para moverse. Si le ofrecían drogas decía que no porque tenía epilepsia.

Años más tarde, un primo suyo la contacta con la empresa Anway, que es una empresa de multinivel. El sistema educativo de esa empresa dice ella que le salvó la vida, porque empezó a juntarse con gente positiva y leía libros de gente que se había superado a sí misma.

En ese entonces, conoce a un chico con el que se pone de novia y deciden compartir departamento. Él no aportaba económicamente, Liliana estaba a cargo de todos los gastos, hasta que después de cuatro años él decide irse de viaje para fin de año con su hermano, y se lo comunica a Liliana dejándole una nota en la casa. Ella aprovecha esa ocasión para dar fin a la relación. Esta ruptura coincide con la pérdida de trabajo de Liliana. La empresa donde trabajaba cerró. Entonces puso un aviso para compartir el departamento, para achicar gastos. Aparece como interesado un hombre que luego termina siendo su pareja. Ella lo define como maltratador psicológico. Tenía 25 años en ese entonces. La celaba, la controlaba, la manipulaba, manejaba él el dinero, propio de los hombres que tienen una personalidad agresiva y crea en la víctima temor y sentimiento de indefensión. La hace sentir cada vez más débil.

Finalmente, pudo separarse. Era el año 2001, plena época de crisis económica en Argentina.

Recuerda, luego, que seguía medicada, hasta que un día empieza a tener un fuerte dolor de cabeza, no podía hablar, balbuceaba. Su madre y su hermano la llevaron al hospital y la dejaron internada, sin quedarse ninguno de los dos a hacerle compañía. Años más tarde, cuando ella pide la historia clínica, en la misma decía: “¿meningitis? No tenemos a quien darle el primer informe porque no hay ningún pariente, se han ido.” Más desamor, más de lo mismo. Así pasaron tres días.

Finalmente, no era el diagnóstico temido, sino que estaba tomando medicación psiquiátrica en exceso.

Volvamos por un momento a la relación de Liliana con su mamá.

Después de un año de estar encerrada, su mamá salió de su habitación, y según los dichos de Liliana,  había ido a un psiquiatra para hacerse “pasar por loca”, para que le dieran tareas pasivas en la escuela porque no aguantaba más a los alumnos. Logró su cometido, claro.

Le dieron las tareas pasivas, luego la pasaron a Rentas y a los 56 años se prejubiló porque estaba muy deteriorada físicamente.

Liliana vivió con ella durante 5 años, no recuerda con felicidad esa época. Notaba las diferencias que hacía su madre con sus dos hijos, otorgándole privilegios a su hermano y a ella nada. Dice: – Nos crió como a propósito para que no nos uniéramos.

Retomó, entonces, la lectura de los libros de autoayuda, eran años duros.

Una vez prejubilada, su madre continuó con su adicción al alcohol. No subía a su habitación a dormir, lo hacía en el sillón del living, comía sola, se iba deteriorando cada vez más. Se caía, le costaba mantenerse en pie. Cuando lograron internarla, descubrieron que tenía mucho alcohol en sangre. Para iniciar el proceso de desintoxicación la internaron en un psiquiátrico para gente mayor. Estaba atada a la cama. Liliana se ocupaba de los trámites necesarios.  Hasta que llegó el diagnóstico que sentenciaba el final: una ecografía visualizó que su situación era terminal. Recuerda, Liliana, que la médica le dio la noticia en el mismo hall del hospital. Era terminal y no se podía hacer trasplante debido al estado avanzado de alcoholismo.

Se acercaba el final. Liliana pudo sanar esa relación tan conflictiva, tan llena de amores y odios, de presencias y ausencias.

  • La última vez que la vi le dije que le perdonaba todo, y ella me dijo que me perdonaba a mí también. Me dijo: cómo no te voy a perdonar si sos mi hija. Esa fue la última vez que la vi con vida a mi mamá. Me quedé con la tranquilidad de ese diálogo.

En ALANON me dijeron una vez: –  No se puede ayudar a quien no se deja ayudar. Y gracias a Dios que no te llevó a la tumba con ella.

  • ¿La perdonaste de corazón? – le pregunto.
  • Sí sí, vi diarios íntimos de ella y decía que el alcohol le saco la pistola de la mano. Tuvo una vida de mierda, con dos hijos chicos, mi viejo de viaje, la época de los militares.

Era un contexto difícil, claro,  muchas mujeres transitan por experiencias de vida similares. El secreto está en tener la capacidad de desplegar las herramientas y habilidades necesarias para superar estas experiencias. La madre de Liliana no pudo, no tuvo la voluntad de ayudarse, de pedir ayuda y de dejarse ayudar, porque tenía la creencia de que mostraría debilidad.

Cuántas veces nos quedamos con una creencia marcada a fuego en nuestra mente sin permitirnos cuestionarla. Cuántas posibilidades de encontrar caminos alternativos nos perdemos por no pedir ayuda, por no aceptar que la vulnerabilidad es eso, abrirnos a otro para que ese otro nos asista y nos acompañe a salir del pozo.

Después de la muerte de su madre, Liliana se ocupó de todos los trámites de sucesión y decidió irse del país. Siempre había soñado con conocer Europa y vivir allí.

Se fue a la deriva. Aterrizó en Barcelona y ahí se instaló. No conocía a nadie, ni sabía nada de esa ciudad. No sabía que tenía mar, que se hablaba catalán. Sólo recibió el apoyo de un padrino suyo.

Debía hacer el trámite de residencia, pero la situación no era fácil. Tenía, en ese entonces, 33 años. Viaja a Italia para buscar documentación, pero como era agosto, mes de verano donde hay oficinas cerradas, no pudo avanzar en nada.

En España había conocido a un muchacho argentino que vivía allá. Comienzan a salir como pareja aunque él era casado, lo cual dificultaba el compromiso. Pasean por Italia, y cuando regresa a España, ella ya había quedado ilegal, por lo tanto, no podía salir libremente a la calle, ya que, en esa época, si no tenías documento te hacían una carta de expulsión y te devolvían a tu país, comenta. Este muchacho le presta un departamento que tenía alquilado y ella se queda viviendo ahí por un tiempo.

Esta persona, a su vez, la invita a trabajar con él en un club de dinero o microcréditos que había adquirido. Y así continuó durante unos años la relación con el muchacho casado hasta que decidieron darla por finalizada. El negocio que llevaban adelante juntos empezó a decaer y la relación también. Liliana decidió darla por finalizada, tomó el dinero equivalente a dos meses de trabajo y decidió empezar una nueva vida. Conoció a otro hombre, se casó y pudo conseguir finalmente la residencia.

Con aquel negocio compartido había ganado mucho dinero y podía darse algunos gustos pendientes. Como no había podido festejar su cumpleaños de 15 como era lo habitual en esa época, decidió asistir a los carnavales de Venecia. Se alquiló un traje y compró la entrada a un castillo donde se hacía una fiesta. Era su sueño y había podido lograrlo.

Necesitaba sentirse valorada y merecedora de lo mejor. Tantas ausencias y carencias la habían condicionado.

Pero las contrariedades seguían apareciendo. Su nueva vida se vio nuevamente boicoteada con un episodio que la hizo caer una vez más. Un accidente le provocó fisura de dos vértebras, por lo cual debió quedarse inmovilizada. Esto le impedía trabajar. Se fue gastando el dinero que tenía y volvió a quedarse sin nada.

  • Estaba sin plata, deprimida, sin salud, se me vino la noche. –

Al no tener dinero para pagar el alquiler, le iniciaron un desahucio del piso donde estaba, que es una ejecución forzosa ante el no pago de la deuda que ya era de un año. Se tenía que ir pero no tenía adonde hacerlo ni a nadie que le ayudara a hacer la mudanza.

Pero como Liliana cree en las causalidades del destino, siempre ha encontrado a su hada madrina o a su ángel de la guarda que llegaba justo en el momento indicado para salvarla.

  • Un día antes que vinieran los judiciales a cerrar la puerta del departamento y que quedara adentro lo que hubiera, una amiga argentina que justo estaba acá me presenta a otra amiga suya, y con el marido me ayudan a alquilar un piso a 5 cuadras del mar, a un precio increíble. Me salvaron la vida, así como un milagro. Me ayudaron a poner la fianza p alquilar el piso, y me dieron laburo en el centro odontológico que tenían ellos.

Pero, los palos en la rueda seguían apareciendo. Por problemas de salud debió dejar de trabajar y volvió a hacer trabajos esporádicos. Aunque no todo es un túnel oscuro. Seguían cruzándose en su camino personas que aparecían así como de la nada que le prestaban dinero para pagar el alquiler, personas que apenas la conocían.

Hasta que descubrió que en el centro social donde se atendía con el psiquiatra y el psicólogo, había asistencia social. Le ofrecieron sus servicios  e intervinieron evitando un nuevo desahucio. Se hacían cargo de la deuda, pero como requisito le exigían tener trabajo. Fue así como consiguió uno muy lejos de su casa, pero trabajo al fin.

Comenta, Liliana, que siempre pedía señales al universo, señales que le indicaran el camino y que le mostraran que siempre hay una salida. Porque en realidad la vida es eso, un camino plagado de obstáculos, algunos tendrán menos, otros algunos más, pero siempre nos encontramos con desafíos que nos exigen desplegar varias estrategias: la fe, la confianza, las ideas de oro. Ponemos nuestra cabeza a trabajar para encontrar respuestas positivas, y si no lo hacemos, volvemos una y otra vez a tener las mismas experiencias desafiantes hasta que podamos aprender la lección.

Así que volvió a retomar las enseñanzas de sus mentores que tanto bien le habían hecho en otros momentos. Y las señales se seguían sucediendo.

Hoy en día, recibe una asistencia de la Agencia de Habitatge de Catalunya, continúa con el empleo que consiguió, y obtuvo, finalmente, la ciudadanía europea después de varias peripecias también.

De acuerdo a lo que escucho de su historia de vida, interpreto que se van sucediendo hechos similares, se repiten acontecimientos y desafíos que estimo deben tener una finalidad, como por ejemplo lograr el desarrollo de ciertas capacidades que le permitan resolver contrariedades y evolucionar como persona. Su vida es una suma de sincronicidades y de causalidades.

Por ejemplo, declaró que quiere un trabajo que no tenga jefe, que no tenga empleados, que no tenga que vender algo físico, que lo pueda hacer desde cualquier parte del mundo, dedicándole pocas hs. Y le ofrecieron formarse en trading financiero.

Le pregunto si se planteó alguna vez cual podría ser su propósito de vida, su misión de vida.

Me responde que sí, pero hasta el día de hoy no consigue saberlo.

Tal vez una misión posible sea ocuparse de acoger a gatitos en vías de adopción responsable. Luego del fallecimiento de su gata tan querida ocurrida hace 3 años, que la define como el amor de su vida, se ofreció para hacer acogida de gatos. Las protectoras de animales le llevan en forma transitoria a los gatitos con su comida y arena correspondiente, y Liliana los atiende, los cuida y los ofrece en adopción.  Feliz, dice, que ha hecho record de adopciones.

Actualmente se siente mejor de salud, más activa, con ganas de accionar para su beneficio.

Comprobó que al cambiar su energía cambió su entorno. Pudo cambiar de actitud porque se estabilizaron las cosas en su vida personal, comenta.

“Cuando tú cambias, todo cambia.” Así dicen los que saben. Y es tal cual así.

Atravesó infinidad de experiencias de desolación, abandono, desamor, carencias, pero a todas las fue transitando y resolviendo. Ha recibido asistencia y ayuda de diversas personas y entidades que la hicieron sentirse mirada y valiosa.

Fue una vida difícil, sí. La progresión de los hechos que se fueron dando asusta un poco. Reconoce que no ha podido descansar nunca, que era estar todo el tiempo como en la rueda del hamsters sin poderse bajar.

Ahora necesita cierta estabilidad. Se ríe cuando dice que todo el mundo quiere salir de la rutina, y ella no, quiere un poco de rutina. Las tan ansiadas paz y armonía con la que todos soñamos…

  • ¿Sentís que estás logrando esa paz y esa armonía? – le pregunto.
  • Poco a poco. No he perdido nunca el sentido del humor. La fe tampoco. Aprendí muchas cosas de muchas religiones. Se me han dado muchos milagros. Una vez tenía que sacar un boleto para el metro, necesitaba 4 euros y tenía 3, y cuando iba caminando por la calle me encontré 5 euros.
  • ¿Creés que es una sucesión de hechos que te demuestran que estas en el camino correcto? – le digo.
  • Uno tiene que mantener la vibración correcta, y en momentos difíciles es donde ves los milagros.-

Indago sobre otros aprendizajes adquiridos.

  • También aprendí a dejarme ayudar. Mi madre decía que te veían débil si pedias ayuda, venían los de afuera y te comían. Entonces no me mostraba débil con nadie, no lloraba frente a nadie.

Este es un típico paradigma aprendido desde la niñez y sostenido en el tiempo por no cuestionarlo. Creo yo, que buscar ayuda o asistencia está bien, pero hay que hacerlo en forma equilibrada. Porque estar todo el tiempo mostrándose débil para dar lástima y lograr así la ayuda, es otra cosa.

👉El mensaje final que nos deja Liliana es que hay que seguir buscando, a pesar de las dificultades. Pedir señales para comprobar que estamos yendo en el camino correcto. Cuando retomó las enseñanzas de sus mentores (Lain García Calvo y Javier Robas) empezó a creer de nuevo y a soñar de nuevo. Porque creía que se las sabía todas. Y así es muy difícil seguir, dice.

Claro, cuando uno declara que es ignorante en algunos temas y se abre a nuevas ideas y nuevos conocimientos, la vida empieza a manifestarse a través de nuevas experiencias.

  • Seguir buscando aunque estés muy mal. Volver a creer en los milagros, en los cuentos de hadas. Tener la inocencia y la mentalidad de un niño. Quiero poder ser feliz sin ninguna motivo, por el simple hecho de estar viva.

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

HISTORIA DE VIDA DE
MARISOL BORRÉ

Marzo 2020

Voy a contar la historia de vida de Marisol, una docente de matemáticas cuya vida fue atravesada por un acontecimiento de esos que te sacuden hasta la última célula.

Cuando la conocí, porque su mamá es paciente del Servicio de Rehabilitación en el que trabajo, me contó lo que había tenido que atravesar y enseguida pensé: “tengo que contar su historia”. Dudé en llamarla, pero finalmente lo hice.

Y cuando nos sentamos frente a frente a conversar, con grabador de por medio, me encontré que tengo dos historias para contar, en lugar de una, ambas muy emotivas y motivadoras a su vez.

Así que presten atención, y lean lo que sigue. Van a quedar atrapados como yo.

Marisol tiene 43 años, vive en Pergamino, es docente de matemáticas en escuelas de la periferia de la ciudad. Está casada hace 24 años, tiene dos hijos, un varón de 20 años y una nena de 11. Su vida era tranquila y feliz, hasta que sucedió algo que la cambió para siempre.

A los 4 años de edad de su primer hijo, la pareja decidió buscar a un segundo hijo, pero ese embarazo no llegó a término, se paró el corazón del bebé y le tuvieron que hacer un legrado. Tuvo mucho miedo de quedar nuevamente embarazada, pero venció esa resistencia y cuando su hijo tenía 8 años, se embarazó. En la semana número 14, se hace una ecografía y el ecógrafo le dice que tiene acretismo placentario. Esta patología consiste en una adherencia anormal de la placenta a la pared uterina por la cual el alumbramiento puede conducir a una hemorragia masiva. El parto se vuelve muy riesgoso y la madre puede morir en el alumbramiento.

El médico obstetra que la atendía, reconocido profesional de la ciudad, le confirmó el diagnóstico que decía la ecografía sin hacerle otros estudios complementarios y sin derivarla a un profesional con mayor experiencia en el tema. Marisol confiaba plenamente en él y tampoco buscó otras opiniones.

Con ese diagnóstico, las probabilidades de sobrevivir al parto eran pocas. Le dio a entender, también, que tampoco podía hacerse un aborto porque el embarazo ya estaba avanzado. Le solicitó que se quedara en cama, que no se levantara ni siquiera para ir al baño, y ella obedeció al pie de la letra. Literalmente estuvo siete meses en cama, levantándose sólo los jueves a bañarse, porque tenía miedo de bañarse todos los días.

El día que le dijo que con esa enfermedad se iba a morir en el parto, ella había ido con su hijo a la consulta para que escuchara los latidos de su hermanita. Y delante de él, sin cuidar ni medir las palabras, le dijo que la iba a “operar en un mar de sangre, que tenía muchas posibilidades de morir.”

Me corro por un momento de Marisol para pensar en ese niño de 8 años que acababa de escuchar que su mamá se iba a morir cuando naciera su hermanita. Imagino los pensamientos y las emociones que se habrán disparado en su cabeza, en su mente, en su alma, las preguntas sin respuestas, el dolor interior sin poder ponerle palabras. El llanto retenido. El tiempo que se paró en ese instante. Y a partir de ese momento, sufrió de diarrea todos los días hasta que nació la bebé.

La vida de Marisol y de toda la familia cambió para siempre. De la alegría por la llegada de un segundo hijo, pasó al sufrimiento y al dolor porque cada día la acercaba al último día de su vida, a la despedida. El médico no le daba chance de que pudiera sobrevivir. Se lo insinuaba en cada consulta.

La sostuvo como paciente hasta que un día decidió soltarle la mano. Fue un viernes 15 de mayo. Marisol no se olvida de esa fecha, se le grabó a fuego. Ese día, en medio de la consulta, le dijo a su marido: –mirá, negro, yo no tengo las bolas de decirte ´se quedó en la camilla, así que no te atiendo más´.

Era fin de semana. Se quedó sin médico. La soltó. Tuvo miedo o quién sabe qué, el médico, claro. No cumplió con el juramento hipocrático. ¿Dónde quedó la ética médica?

¿Habrá sido más fuerte el miedo, la impotencia de no saber qué hacer, de no saber derivar a tiempo, de no cargar sobre sus espaldas una muerte?

Cuando él le transmite a la pareja su decisión, el marido de Marisol le pregunta a qué médico van ahora, y la respuesta fue contundente:

  • No sé, andate hasta el Argerich.
  • Pero… ¿cuándo?
  • Y… caé… ahí atienden estos casos como si fuera pan caliente. Ahí van a saber qué hacer más que yo, vas a tener un poco más de suerte.

Sin palabras.

Al día siguiente, 16 de mayo, el hijo de Marisol cumplía 9 años. Se lo festejaron igual, y para que ella estuviera presente, le llevaron la cama al living.

La vida se había transformado en un transitar con rumbo indefinido, sin saber cuál iba a ser el destino, con la incertidumbre a cuestas, desnudos, a la intemperie, buscando desesperados una mano, una soga, un algo de donde asirse.

Soy una convencida de que las cosas pasan por algún motivo. Ella tenía que buscar otra opinión médica, pero si no fuera porque el médico la dejó de atender, no lo hubiera hecho. Lo que no se había planteado hacer hasta ese momento, tuvo que hacerlo ahora: buscar otro médico, una nueva consulta. Así fue como se contacta con el Dr. Pedro Bomarito de la ciudad de Pergamino, quien la recibe y la tranquiliza. No coincidía con el diagnostico que ella llevaba. Le dijo que por sus antecedentes, él no creía que tuviera acretismo placentario.

Hasta ese momento, Marisol se preparaba lentamente para la muerte, y esa preparación incluía enseñarle a su hijo tan pequeño a atarse los cordones, a cambiarse, a prepararse solo para que lo vayan a buscar para ir a la escuela, a valerse por sí mismo cuando ella no estuviera. Pensaba también en su marido y en cómo iba a organizarse solo con dos hijos tan chicos.

Pero a su vez confiaba, había una luz allá a lo lejos en medio del túnel tan oscuro. Confiaba, dice, porque no dejó de ponerse crema en su cuerpo para evitar las estrías.

Matizaba la angustia, el dolor, el llanto, con un poco de humor negro. Decía: – me voy a morir pero sin estrías. Y se ríe cuando lo recuerda.

Pero volvamos al nuevo médico que tomo el caso de Marisol. Esa consulta fue una luz de esperanza. La derivó enseguida al Hospital Italiano de la ciudad de Buenos Aires, un centro de alta complejidad por excelencia. Quien la recibe evalúa los estudios que ella llevaba y le solicita hacerlos nuevamente y agregar otros.

Marisol se había instalado en Buenos Aires. A los dos días recibe una llamada del médico que le dice “estás perfecta. Tu hijo está perfecto. No hay ningún rastro de nada, ni siquiera tenés placenta previa, las placentas no migran como te dijeron”.

¿Te sorprendiste? Claro, yo también cuando escuché la historia por primera vez. Me pregunto qué fue lo que pasó. Desde la primera ecografía que fue informada erróneamente por un profesional poco preparado o apresurado para dar un diagnóstico de tal envergadura, hasta el médico que no tuvo la ética profesional correspondiente para derivar a su paciente a tiempo o solicitarle estudios complementarios.

¿Fue una sucesión de errores? ¿O fue un milagro? Cada uno puede sacar sus conclusiones. Pero es importante que podamos reflexionar sobre las consecuencias de un mal diagnóstico. El reposo y la angustia fueron inútiles. La angustia de la pareja y de toda la familia fue inútil. El sufrimiento del  hijo de Marisol y su padecimiento fue inútil. Todo inútil, por un error.

Dice ella: – Mi vida estaba concentraba en cómo hacer para que el que queda no sufra tanto. Pensaba en el bebé que iba a venir, que no me iba a extrañar porque no me iba a conocer. Estaba más triste por mi hijo. Soy una mamá que juega con su hijo, en el piso, a la mancha, a la escondida. Soy una mamá muy presente. Era cambiar eso para que no me extrañe.

Cuenta Marisol, ya más relajada, que como estaban tan shoqueados por lo que había pasado, el médico les dijo que iban a hacer todos los estudios  otra vez, para desempatar. Se hizo nuevamente todo y el resultado volvió a ser perfecto. Su hija nació, finalmente, por parto natural.

  • ¿Qué pasó cuando salieron del médico con la nueva noticia? – pregunté.
  • Nos fuimos a Mac Donald! Yo lloraba mucho. Creo que ahí descargué todo el sufrimiento de 7 meses, y mi hijo también lloraba. Tan chiquito y sentir que su mamá se va a morir sí o sí. Hasta me sentí mal de haberlo llevado ese día. Pero no iba a saber que el doctor me iba a decir eso delante de mi hijo.
  • La responsabilidad era del profesional que te tenía que cuidar- le dije. – Vos lo llevaste para compartir un momento hermoso que era escuchar el corazón de su hermana.

¡Cómo se dan vuelta las cosas! Por un mal accionar de quien tiene la autoridad en la materia, terminamos pensando que los responsables somos nosotros.

Me intrigaba saber qué había pasado con ese médico, el primero, el que le soltó la mano.

Marisol me cuenta lo siguiente: – Cuando tuve que pedir la última licencia, tuve que ir a él. Le conté lo sucedido y, en lugar de alegrarse, me dijo: igual creo que tu hijo va a ser desnutrido fetal, porque tu panza es muy chiquita.

¡Qué terrible ego! No lo dejó pedir disculpas, asumir su error o su responsabilidad. Admitir que se equivocó. Y nuevamente, sus palabras tenían poder, porque Marisol quedó obsesionada con esas últimas palabras. La bebé era muy chiquitita, sí. Y tuvo miedo.

¡Las palabras son tan poderosas! ¡Con qué cuidado tenemos que elegir las que pronunciamos! Y hacernos cargo de lo que decimos.

Quise saber qué cambió en la vida de Marisol desde ese día de la buena noticia, qué pudo analizar, evaluar, aprender, capitalizar.

Me cuenta que siempre fue una persona muy positiva. Y con lo que pasó se dio cuenta que no le tenía miedo a la muerte, se dio cuenta de cuánto le importan las otras personas, de que hay que cuidar lo que hacemos con el otro, que es importante dejar una huella en otras personas. Somos eso, dice, una huella. Antes no se lo había planteado. Y agrega que es una persona que siempre ayuda, que le busca la vuelta a todo.

Y aquí llegamos al final de la primera historia. Con un final feliz, por supuesto.

La otra historia, paralela a ésta, la descubrí en medio de la conversación. Y también quiero compartirla, porque creo que va a inspirar a más de una mujer.

Como dije anteriormente, Marisol es docente en escuelas de la periferia de la ciudad, es decir, en escuelas donde los alumnos viven en un contexto de desigualdad y vulnerabilidad social, cultural, económica, sanitaria, educativa, etc.

Esto ha llevado a Marisol a plantearse la necesidad de involucrarse en las diferentes problemáticas que sus alumnos le plantean a diario en las clases. Una vez que escucha lo que les pasa, no puede dejar de actuar, dice. Esta disposición a ayudar, a asistir, le llena el alma. Y remarca, lo hace por ellos pero también por ella misma.

Agrega, además, que siempre encuentra personas solidarias que le tienden una mano cuando lo necesita.

Y comenta esta anécdota que le pasó en el Luna Park: –  Había prometido a 4 nenas llevarlas a ver la obra de teatro “Violeta” en el Luna Park; habíamos comprado las entradas con un dinero de unas rifas que hicimos previamente. No conocían Buenos Aires ni el Luna Park ni Mac Donald. Una era mi hija y las otras, unas alumnas.

Al llegar al lugar se rompe el vehículo en el que habíamos viajado y un hombre que no conocíamos se acercó y nos ayudó a resolver el problema.

Pero lo más emocionante de la historia fue el disfrute de Marisol al ver a las nenas llorar de la emoción, porque nunca habían estado en un lugar de esa envergadura.

  • A mí me llenó verlas a ellas disfrutar. Después las llevamos a un Mac Donald, nunca habían ido. Mostrarles otra vida, otra realidad, hay gente que le importa y que realmente lo hace. Yo se los había prometido.-

Otra experiencia que me comparte es la de la vez que les prometió a los alumnos de la E.E. S. N° 10 del Barrio 512 Viviendas de Pergamino,  llevarlos al Aeroclub a volar.

–  Yo vuelo a veces y amo volar, y quería que ellos vivieran la experiencia.- refiere.

  • Junté un dinero dando clases particulares, pero cuando fui a hablar al Aeroclub, el viaje había aumentado y salía cuatro veces más. Yo les había prometido que si estudiaban y aprobaban (porque el saber les cambia la vida, los hace libres) íbamos a ir a volar. Entonces hablé en el Aeroclub para ver si me podían cobrar sólo la nafta, pero tampoco me alcanzaba. Se entera el presidente de esa institución, me contacta y me dice “contá conmigo.”

Así fue como Marisol pudo cumplirles el sueño a sus alumnos, llevarlos a volar (previa autorización de los padres) y luego invitarlos a comer hamburguesas que también consiguió que le donaran unas compañeras de trabajo y que su esposo tan gentilmente cocinó.

Volaron por todo Pergamino y terminaron pasando por el barrio de ellos. Volaron por encima de sus casas.

Ese día fue, sin dudas, una fiesta para todos.

El universo conspira, aunque esta sea una frase un poco gastada. Las dificultades suelen aparecer para que comprobemos una vez más que tenemos la capacidad para resolverlas. Y además, atraemos aquello en lo que nos enfocamos.

Me pregunto y le pregunto, ¿qué pasa luego con esos chicos? ¿Cómo siguen sus vidas después de haber atravesado una experiencia de amor, de confianza, de inclusión?

Me responde que ella siempre recibe amor de sus alumnos antes de hacer nada con ellos y que disfruta verlos disfrutar.

Recuerda que uno de los chicos dijo: – ¡yo voy a ahorrar hasta que pueda para traer a mi papá!

¡Cómo no emocionarse con este relato!

  • Como mi marido y yo hacemos muchas cosas con nuestros hijos, yo quiero que mis alumnos vivan esa experiencia con sus familias. Nosotros solemos hacer desafíos mentales, entonces tuve la idea de darles a mis alumnos de la Escuela N° 5, todos los viernes, un desafío para que hagan con sus padres el fin de semana. No necesitaban tener conocimientos matemáticos, sólo sentido común, así que todos podían hacerlo. Los invitaba a los padres a sentarse con su hijo a resolver el desafío, era como una competencia, los estimulaba a pensar, y en la semana veíamos quien lo había podido resolver. – dice.

En esa ocasión, se acercó la directora y le dijo: – Hace 24 años que estoy acá y nunca vi algo así. Un padre se acercó con una carta de agradecimiento, donde decía que a partir de este juego había empezado a compartir momentos con su hija. ¡Con qué poco uno puede lograr cosas!

¿No es maravilloso? ¿Cuántas puertas podemos abrir con sólo una idea y muchas ganas y voluntad de hacer algo diferente por el otro, especialmente cuando ese otro siente que tiene vedadas algunas oportunidades? A veces los padres no saben cómo jugar con sus hijos, cómo compartir espacios con ellos, y esto los estimulaba a hacerlo, los habilitaba para permitirse transitar nuevos escenarios. ¿Cuántos de esos niños y de esos padres tendrían experiencias previas de este tipo? ¡Qué buena manera de involucrarlos, de invitarlos a sentir que pueden hacer algo diferente, que pueden comunicarse de manera diferente entre ellos, que son valiosos!

Si recibís amor, devolvés amor. ¡Es tan simple!

Interpreto que todas estas acciones están relacionadas con su misión de vida. Se lo digo.

Me responde: – Siempre trato de hacer el mundo un poquito más lindo, para mis hijos, para todos. ¡Soy tan agradecida por todo!, recibo el amor de mis alumnos y  nunca tuve problemas de conducta con ellos.

  • ¿Pudiste sanar lo sucedido en el embarazo?- le pregunto. No sé, me responde, porque cuando lo cuento todavía me quiebro.  
  • ¿Sentís que creciste, que sos una persona diferente a la que eras antes?
  • Tal vez, empecé a involucrarme más con las personas. Si te importan realmente, no podes evitar involucrarte.
  • ¿Tus hijos se contagian de esta forma de actuar tuya?
  • Sí, mi hija es así. Es muy solidaria.
  • ¿Tu hijo pudo superar lo que vivió?
  • No sé, nunca hizo terapia. Expresa mucho a través de la música.

Le pido un mensaje final, para ir cerrando la entrevista.

  • Se necesita un cambio cultural, ese cambio se puede hacer desde la educación para que el alumno contamine la casa con ese cambio. No sirve de nada intentar cambiar a los padres, el cambio debe lograrse en el alumno que es el que está creciendo. Que puedan ver que pueden ganar dinero con el trabajo, con las ideas, con la creatividad, tener proyectos.
  • Los chicos de mi escuela llegan a la facultad. Pero la educación es pública pero no gratuita, no pueden pagar los apuntes, salen de una realidad que no podes creer, y después tienen que dejar porque no les alcanza para las fotocopias, es una puñalada en el alma lo que tengo. Nosotros, los docentes, les hacemos creer que pueden, que está al alcance de ellos. Y ellos van con todas las ganas a poder cambiar, y después se chocan con esta realidad. O hacemos algo o dejamos de decirles que es gratis. Necesitas ropa, fotocopias, útiles para ir a la facultad.

Y termina diciendo: – siempre hay algo que hacer, siempre podemos hacer algo para que todo sea más lindo, siempre podemos mejorar el mundo, a pesar de todo lo que nos pasa.

Una doble historia en una misma persona. Para pensar. Para reflexionar. Para aprender.

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

Y vos, ¿qué fortalezas tenés?

HISTORIA DE VIDA DE
DINORAH CARDELLINO

Marzo de 2021

Cuando conocí a Dinorah, hace muchos años, me llamó la atención su nombre, porque nunca lo había escuchado. Después ya lo sentí familiar, y Dinorah pasó a formar parte de mis afectos.

La conocí cuando yo daba clases a domicilio de tejido al crochet, ella me contactó y fui durante un tiempo largo a su casa.

Luego la vida nos hizo seguir por caminos diferentes, y después de unos años volvimos a estar en contacto. Creo que las redes sociales facilitaron eso.

Y esta semana, que es la semana de la MUJER, Dinorah quiso compartir su historia, porque seguramente vas a poder inspirarte en ella.

Empecemos por la presentación:

Dinorah tiene 47 años, es maestra jardinera. Nació en Uruguay y a los 3 años se vino a vivir a Buenos Aires con sus padres y su hermana. Ahí vivió durante 25 años hasta que se mudó a Pergamino debido al trabajo de su ex marido, estando embarazada de su primer hijo Bautista que actualmente tiene 20 años. Ella no quería dejar su querida Buenos Aires, tenía trabajo, amigas, familia, y deseaba que su hijo naciera donde estaban sus afectos, pero las circunstancias la llevaron a instalarse en otra ciudad, adonde permaneció 19 años.

Con el tiempo le gustó vivir en Pergamino y la adoptó como su ciudad.

La vida la llevó por diferentes rumbos, seguramente diferentes a los soñados o esperados, y todos muy desafiantes.

En Pergamino se separó del padre de su primer hijo. Al tiempo construyó una nueva pareja de la cual nació su segundo hijo, Gregorio, y luego Olivia, que falleció a los 15 días de vida.

Este fue un quiebre muy fuerte en la vida de Dinorah. Ella lo define como “la cosa más fuerte que tuvo que pasar en su vida.” y agrega: “no sé si logré superarlo, porque la muerte de un hijo no se supera nunca, pero yo digo que es como renacer, después de la muerte de un hijo se pasa por un montón de etapas y es como volver a nacer de otra manera.”

Claro, tuvo que atravesar todas las etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y por último la aceptación. Saber y sentir que “hay salida”. Y vamos recuperando paulatinamente la paz interior. Empezamos a comprender lo fuertes que fuimos al enfrentar el problema.

Alguna vez escuché esta frase: “El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional.”

Es muy interesante, por cierto. Al dolor no lo podemos evitar, debemos atravesarlo cuando llega. No está en nuestras manos controlar eso. Pero sí está bajo nuestro control qué es lo que hacemos con ese dolor. Por eso decimos que el sufrimiento es opcional.

La muerte de Olivia, dice, la ayudó a salir de un lugar donde no la estaba pasando bien. La relación que tenía con su segunda pareja no era sana. Comenta que él trataba bastante mal a Bautista y ella no se sentía cómoda en ese lugar. Así que pudo tomar la decisión adecuada: ¡dijo “basta”!

Cuenta que al embarazo lo transitó mal, debido a esa situación de malestar familiar; a la muerte también la transitó sola, y ese fue el punto de quiebre que le hizo tomar la decisión. Se dijo: “si pude con eso, puedo con lo demás.”

¡Claro que podría! Lo demás queda chico al lado de la tragedia de perder un hijo.

Cuando creemos y confiamos en que se puede seguir adelante después de un gran dolor, nuestras posibilidades de avanzar se multiplican. Y luego, cuando mirás para atrás decís: “si pude con esto, ¿cómo no voy a poder con esto otro?

Coincido con esta reflexión, porque también la he utilizado para mí.

Entonces, le pido que me cuente qué otros desafíos aparecieron en su vida posteriores a la muerte de Olivia que le hicieron sacar herramientas de la galera.

Y me relata la siguiente historia:

Luego de la separación de su última pareja, Dinorah quedó sola al cuidado de sus hijos, trabajando como maestra y rodeada de amistades. Fue en esos años cuando la conocí. Se presentaron dificultades, por supuesto, pero pudo llevar adelante a su familia.

Tiempo después, cuatro años atrás, conoció a quien posteriormente sería su marido. Se casaron y se fueron a vivir a San Javier, un pueblo en la provincia de Córdoba, Argentina, debido a que él consiguió trabajo en ese lugar.

Ella se mudó junto a sus hijos con la ilusión de iniciar una nueva vida. Un lugar hermoso, rodeado de naturaleza, la sedujo y la invitó a establecerse allí. Hizo los trámites pertinentes para ejercer su profesión de maestra en esa localidad, pero no logró que eso prosperara.

La relación matrimonial duró poco tiempo, por esas razones que a veces no entendemos, y nuevamente quedó sola al cuidado de sus hijos, haciéndose cargo de todo y sin trabajo estable. Con una situación económica no cómoda, como ella lo define.

Nunca pudo ejercer de maestra en ese lugar, siendo que ama su profesión. Trabajó dos años en la sala Cuna, de la localidad de San Javier, pero como la remuneración era muy baja, tuvo que dejar, porque no le permitía sostenerse económicamente a ella y a sus hijos.

Encontrar trabajo en esa zona es difícil, dice, porque es muy chico el lugar y la mayoría de la gente es emprendedora y vive principalmente del turismo.

Le pregunto cómo se ve después de atravesar tantas situaciones de dificultad y de haber podido sobrellevarlas y superarlas.

Me responde: – “Muchas veces no me veo así como fuerte. Me van pasando las cosas y no me veo fuerte. Después puedo reflexionar y sí, me veo como una mujer fuerte, que afronta las cosas, que sigue para adelante.”

Su vida es un continuo aprendizaje. Las distintas experiencias que le han tocado vivir la han obligado a reinventarse. Y comenta que no lo hace sólo por sus hijos, sino por ella misma.

Día a día se reinventa. Trabaja algunas horas en un negocio y hace alfajores para vender a negocios de la zona y en las ferias.

Está trabajando en ella, en conocerse, en encontrarse, en validarse, en fortalecerse, en empoderarse. Para reforzar ese trabajo personal empezó a estudiar la carrera de coaching y quedó fascinada. Ya está proyectando trabajar de esa profesión cuando se reciba.

Le pido permiso para reflexionar sobre si se ha preguntado para qué le pasó todo lo que le pasó.

Me responde que siempre tiene cosas para aprender. Cuando la vida la sorprende con dificultades primero lo ve como algo negativo, pero luego puede darse cuenta que son nuevos desafíos, posibilidades para crecer, para valorarse, para comprobar una vez más que es una mujer fuerte, que puede ir para adelante, que puede reinventarse, y practicar la gratitud hacia esas nuevas experiencias.

Cuenta que en ese pueblo aprendió a vivir de otra manera, más liviana, más relajada, con otras prioridades. Es un lugar tranquilo, seguro.

Vuelvo a preguntar, (¿será porque me encanta charlar con ella y conocer su historia?). Esta vez la pregunta apunta a saber cuál ha sido el principal cambio que ha hecho para reinventarse y para ser la mujer que es ahora.

Y me responde: – “el principal cambio fue confiar en mí plenamente.” ¡Guau! ¿Cuántas de nosotras podemos decir eso? ¿Cómo andamos de confianza hacia nosotras mismas?

¿Confiás en vos plenamente?

Te dejo pensando….

Mientras tanto, sigo con Dinorah. Continuó diciendo: – “Confiar en mis posibilidades y en las decisiones que voy tomando, algunas acertadas, otras tal vez no tanto, pero cuando uno toma la decisión hay que darle para adelante.”

¿Tomaste decisiones equivocadas?, le pregunto.

Me dice que en cuanto a lo laboral considera que irse a vivir a san Javier fue un error, pero sólo en ese aspecto, porque no puede trabajar como maestra. Pero en los otros aspectos ha sido una decisión acertada.

Entonces me sale la socioterapeuta y le digo: – “cuando uno elige algo y  toma una decisión, siempre algo se queda, algo dejás atrás. Algo conservas pero otras cosas dejás atrás. Eso es lo maravilloso de tomar decisiones.”

Tomar una decisión muchas veces te da miedo, porque estás saliendo de tu zona de comodidad,  Y también podés sentir culpa, inseguridad, te encontrás con gente que no acuerda con vos, que se aleja. Pero si tomás la decisión de avanzar a pesar del miedo, empiezan a aparecer nuevas oportunidades, nuevas amistades, un nuevo círculo social que está decidido a caminar junto a vos y que te alienta a continuar y no abandonar.

Aferrarnos a una zona conocida puede impedirnos adentrarnos en otros espacios de descubrimiento y evolución”, dice el Dr. Mario Alonso Puig. ¡Y qué razón tiene!

Lo nuevo que querés lograr está fuera de esa zona de comodidad.

Este tema me da pie para preguntarle si alguna vez se planteó cuál es su propósito de vida.

Y me dice qué sí, que considera que su propósito está en el servicio a los demás. Lo ha experimentado en su participación en organizaciones como Cáritas, en su formación en coaching y en su profesión: la educación. Como maestra jardinera, siempre se enfocaba en el servicio a los niños, en la contención, en lo emocional, en lo afectivo, que el primer paso por una institución sea placentero, y tengan el mejor de los recuerdos. Ahí se marca el comienzo de todo ese camino. ¿Qué hermoso, no?

Durante la entrevista percibo una cierta nostalgia por su ciudad adoptiva Pergamino, entonces le pregunto qué es lo que más extraña de ese lugar.

Y me responde que extraña su trabajo, porque para ella trabajar era alegría, placer, un gran disfrute. También extraña a sus amigas, con las que aún tiene contacto.

Dinorah está con licencia sin goce de haberes por unidad familiar que renueva todos los años. Cada vez que llega el momento de renovarla  aparece la crisis, el planteo de si se queda en San Javier o vuelve a Pergamino para retomar su trabajo. Y eso le genera sentimientos encontrados y una gran inestabilidad emocional.

Le pregunto, ¿qué podés aportar de tu experiencia a otros que les pase algo similar?

“Lo más fuerte que me pasó fue la muerte de Olivia, en ese momento me sentí muy sola. La gente no está acostumbrada a hablar de la muerte. Era como que todos me esquivaban para no tocar el tema. Tenía que transitar el duelo y no había recetas mágicas para que el dolor se me pase más rápido.

Me sirvió encontrar un grupo de padres que habían perdido hijos. Lo mejor que le puede pasar a alguien es encontrar un par, alguien al que le haya pasado lo mismo, para poder conversar y para tener ese rayito de esperanza de que ese dolor que sentimos no es un dolor que nos ahoga y que nos va a acompañar durante toda la vida. Eso es para mí el mensaje principal. Nada se olvida, nada es igual, no vamos a tener la misma vida que teníamos antes, pero si tener la esperanza de que podemos seguir adelante y tener una vida nueva, capitalizando ese dolor en algo positivo, en ver las cosas importantes de la vida que muchas veces pasamos por alto.

Y con respecto a haberme venido, principalmente confiar en uno, porque todos tenemos posibilidades, todos tenemos herramientas, y cuando estamos en esos momentos difíciles que parece que no hay camino y no sabemos para donde salir, cuando podemos hacer una pausa y frenar nuestra mente, ahí es cuando se empiezan a ver las cosas con un poco más de claridad y podemos empezar a generar cosas nuevas que creíamos o nunca hubiésemos imaginado que nos íbamos a atrever a hacerlas.”

Es que en estas circunstancias difíciles de la vida es cuando uno descubre todo el potencial que tiene que si no fuera por esas circunstancias, no lo hubiera descubierto. Eso te da el combustible para atravesar otras situaciones adversas, sean parecidas o no.

¿Cómo te definirías como persona?, le pregunto para ir terminando la conversación.

Me considero una persona noble, que me entrego a los demás. Estoy trabajando en mí para aprender a cuidarme un poco más porque a veces me entrego demasiado. Muchas veces no mido, siempre estoy a disposición de la persona que quiero, soy sincera, fiel, en mis amistades, en mis principios, en mis convicciones, amorosa en el trato y en el estar en el otro.

¿Un mensaje final?

Confiar, lo que muchas veces vemos como obstáculos, son posibilidades. Confiar en uno, todo lo que pasa es lo que tiene que pasar. En mi caso, nunca me pregunté el por qué, siempre me enfoqué en el para qué me pasaban esas cosas.

En el por qué buscamos culparnos a nosotros mismos o a otros y no podemos ver la posibilidad, aunque no sea inmediata.

Cuando pasa el tiempo, si nos detenemos a mirar para atrás y vemos cómo estábamos viviendo, vemos ese cambio y esas posibilidades que surgieron.

¡Qué vida tan rica en aportes!

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

Y vos, ¿qué fortalezas tenés?🌈

HISTORIA DE VIDA DE
NELA ROSABAL

Marzo 2021

La historia de Nela es una historia que viven muchas mujeres. Seguramente te vas a ver identificada en varios aspectos. Así que te invito a leerla atentamente.

Nela es el diminutivo de Marianela Rosabal. Nació en la ciudad de San José de Costa Rica, donde vive actualmente. Fue la primera hija de sus padres a quienes define como una hermosa pareja, llena de amor. Estudió de maestra, como su madre y su abuela. Tiene una hermana y un hermano menores que ella. Su papá aún vive, pero su mamá falleció hace 25 años.

La muerte de su madre fue repentina. Comenta Nela que fue una de las etapas más difíciles de su vida porque ella era muy apegada a su madre, la sentía como su mejor amiga, su compañía. Se sintió muy sola, aunque ya estaba casada y con su hijo de 4 años de edad, a quien su madre cuidaba cuando ella trabajaba.

Seguramente se preguntarán por qué, ¿por qué se sintió tan sola si ya había conformado una familia? Aquí va la respuesta:

Cuando me casé me di cuenta que había tomado la decisión muy rápido, que esa no era la vida que quería, no era la persona que quería a la par mío para crecer, para desarrollarme, para crear una vida en conjunto. Como al año y medio de casada, fui a lo de mis padres y les dije que no era feliz, que ese hombre no era el hombre de mi vida, y les dije que quería separarme. Me dijeron que no, que si me había casado tenía que luchar por mi matrimonio. Me dijeron: tiene que salir adelante, aprenda a convivir con él.

¿Te suena conocido el relato? ¿No eran esos, acaso, los paradigmas de la época: casarse para toda la vida, tolerar, aguantar?

Nela, muy obediente, fue lo que hizo. A los 4 años de casada nació su hijo que se convirtió en sus ojos. Claro, no tenía una vida de pareja feliz. No quiso tener más hijos, porque no recibía apoyo de su marido para la crianza y para las tareas del hogar. Él le decía: – Ud. es la encargada.

Por eso sintió que se quedaba sola cuando su madre  murió. Ahora le tocaba hacerse fuerte para seguir y superar esta situación.

Su matrimonio siguió. Él era una persona agresiva psicológicamente. Comenta Nela que la hizo una persona inútil, para él ella no servía para nada, solo para lo que él necesitara. Hacía sus mandados, lo acompañaba a todos lados, le arreglaba sus cosas. Llegó un momento en el que le dijo que ya no trabaje, que se quede en la casa cuidando del hijo. A éste le costaba el colegio por la misma disfunción familiar. Le hacían bulling. Entonces él le dijo que se quedara en la casa para que el hijo saliera adelante, porque esa “era su responsabilidad”.

¿Cuántas mujeres han atravesado y atraviesan situaciones semejantes?

¿Creés que es posible salir de una vida con estas características?

Sigamos con el relato.

Nela logró sacar adelante a su hijo, pero dice que lo crió muy consentido y sobreprotegido. Todo se lo hacía ella con tal de que no hubiera problemas en la casa. Y como muchas veces pasa en casos similares, él entró en crisis.

Me costó muchos años darme cuenta de lo que estaba viviendo. Creo que es una especie de enfermedad a la que una se va acostumbrando, y piensa que eso es normal. Naturaliza esa dinámica, y no puede ver que está en un ambiente toxico.

Las amigas se separaron de ella. Él la separó de sus amigas.

Le decía inútil frente a todo el mundo, le decía bruja de forma grosera, se burlaba de ella, y ella consentía eso, no sabía responder de otra manera. Fue perdiendo muchos grupos de amigos, porque él le decía: –  ya no quiero ver a fulano de tal.

Su hijo creció, y al terminar el colegio empezó con problemas de pre-anorexia. Ella no lo podía ver, era un “palito” caminando y no se daba cuenta. No comía. Tuvieron que hacer terapia.

¡Cuántas veces las disfunciones familiares afectan a los hijos, y los padres no logran darse cuenta porque están metidos en un sistema tóxico que naturalizan! Hasta que llega ese “tocar fondo” que los obliga a despertar y a abrir los ojos.

No éramos una familia feliz, nunca comíamos juntos, no salíamos juntos, mi hijo estaba aparte siempre.

Felizmente, su hijo se recuperó. Actualmente tiene 27 años.

Nela lloraba todas las noches, sentía que no podía más, no quería más esa vida para ella. Mientras se bañaba, cuenta, lloraba pidiéndole a Dios que la ilumine, que estaba cansada, que no era feliz.

Este pedido a Dios era un punto de quiebre, una declaración de “basta”.

A veces es necesario patear el tablero, arriesgarnos, “tirarnos a la pileta”, salirnos de la zona de lo conocido, dar un paso adelante. ¡Decir “basta”!

Cambio. Evolución. Crecimiento. Eso te abre las puertas a nuevas oportunidades, nuevas amistades, nuevos trabajos.

Si esperás resultados diferentes, tenés que hacer algo diferente.  Tenés que moverte, no podés quedarte en el lamento, en la queja.

Pero claro, todo tiene un costo. Hay que pagar un precio.

Nela pudo decir basta a los 27 años de casada. Algo pasó en ella que pudo dar el paso para salir del infierno.

Una amiga le empezó a hablar, le hizo tomar conciencia de la vida que estaba llevando. Y ella tuvo capacidad para escuchar. Ese fue el año del cambio.

Él no quería divorciarse. Me dijo ‘de qué vas a vivir, si no tenés nada’. Luego me dijo que no me preocupe, que me iba a ayudar con dinero. Pero rápidamente cambió de opinión y contrató un abogado que me quería quitar todo. Aun sigo con el pleito, no ha terminado. El quiere verme mal, verme sufrida.

¿Te suena conocida esta historia?

¿Y qué paso luego? Ahí es donde viene la magia, dice Nela.

-Yo encontré una historia diferente. Encontré que había muchas personas que me querían, reencontré una familia, a mis tíos que se habían alejado de mí por la misma situación, a mis primos, muchas amigas y compañeros, que me dijeron que no soportaban ver a ese hombre. Me empezaron a apoyar. Encontré una vida diferente. Mi prima me invitó a participar en el ámbito del coaching y me dijo ‘quiero que veas que tan diferente podés empezar a pensar.’

-Al principio fue difícil aceptar que eran mis pensamientos, emociones y creencias los que me limitaban totalmente y que manejaba un lenguaje que me hacía daño. Yo misma me decía que era fría, apática, insensible, que no podía, porque él me lo decía todo el tiempo.

Claro, compró la historia que él le contaba y no la cuestionaba. La aceptó sin cuestionarla, sin filtrarla, sin analizarla.

-Entré en un caos, se me empezaron a revelar estas cosas y empecé a culpar, que es lo primero que uno hace como defensa. Luego, pude entender que fui yo la que permitió que se tomaran esas acciones porque no pude verlas, no pude controlarlas y no tenía el poder para trabajarlas.

-Entonces, como siempre  me ha gustado ayudar a las personas, un día decidí hacer un grupo de mujeres en Facebook que denominé ‘En positivo, grupo de mujeres.’ Esa actividad, de subir cosas positivas, de ayudar, de hacer dinámicas y charlas, me transformó. Hizo una magia.

-Decidí que quiero promover este sentimiento tan lindo que se genera con el compartir. Cada uno recibe y está preparado en el momento en que está preparado, pero puedo dar esas pinceladas mágicas, esas pequeñas ideas para que las mujeres puedan ver lo que yo vi. Con mi propia actitud y cambio, les transmito eso.

¡Qué valiosas palabras! ¡Cuánta generosidad! Es que al compartir se multiplica lo que compartimos. Ser un faro de luz para quienes aún no la pueden ver…

Nela tiene grupos en Instagram y en Facebook, en los que se expresa a través de la escritura.

-He crecido como mujer, como ser humano, he madurado, he aprendido a amarme, a quererme, a amarme tal como soy. Todavía sigo el proceso, me encanta cada escalón que voy subiendo, porque es una nueva vista o panorama de lo que voy aprendiendo. Todos  somos maestros y me encanta aprender de otros. No tomo las cosas tan personales. Ya puedo aceptar eso, puedo ser yo.

Hacerse cargo, hacerse responsable. Esa es la cuestión.

-Eso forma parte del crecimiento. Poder decir: acá me estoy equivocando. No es fácil darse cuenta que una se equivoca, porque el ego es terrible. Yo lo amo porque me enseña mucho.

Le hago entonces una pregunta que me encanta formular: ¿vos crees que esto que has tenido que transitar a lo largo de los años está alineado con tu propósito de vida?

-Eso fue algo que tuve que preguntarme: ¿cuál va a ser el propósito de mi vida? Creo que no es algo que tengo que cumplir, yo lo veo como una forma de vida. Siempre fui muy cariñosa, y durante esos 27  años me convertí en una piedra. Entonces, mi propósito de vida es volver a ser esa persona amorosa que fui y que estoy reencontrando. Vivir una vida amorosa es vivir en paz, en armonía, en plenitud, es ir encontrando esa nueva visión.

-Mi propósito de vida también es el amor, cuando uno entrega amor, recibe amor. Dar y soltar, entonces llega. Es vivir el presente, aceptarlo y disfrutarlo de la manera más amorosa posible.

-Las cosas van llegando porque uno empieza a vibrar en otra frecuencia y a atraer como un imán lo semejante.

Antes también atraía lo semejante: la distancia, el rechazo, la exclusión. Ahora está atrayendo el amor, la amorosidad.

-Sigo trabajándolo, nunca se termina. Ahora tomo las cosas más tranquila, no me enojo tanto, gestiono mis emociones, y voy creciendo.

-Me hace feliz ayudar, apoyar. No pienso en dejar un aporte o legado a la sociedad. Yo doy, lo tomará quien esté preparado para tomarlo. Escribo sobre lo que he experimentado. No creí que iba a llegar a tantas mujeres. En el grupo de Facebook ya hay 7000 mujeres. Están las que tienen que estar. Las que necesiten escuchar ese mensaje y se sienten cómodas. Porque ¿qué clase de amor es el que te hace daño? No hay amor que te haga daño

-Una no puede cambiar a otras personas, puede darles las herramientas para que lo hagan. Puede cambiar una de manera amorosa, y si lo aceptan, perfecto.

-Me siento feliz, contenta, hoy puedo decir que tomé la mejor decisión. He crecido, no me arrepiento y sigo para adelante.

Seguramente muchas de las mujeres que lean esta historia se van a sentir identificadas, porque Nela las inspira para salir de ese lugar donde no les está gustando estar.

Es que no tenés por qué seguir haciendo lo que venís haciendo hasta ahora, si no te gusta, si no te sentís cómoda. Hoy puede ser un gran día para que puedas comprometerte a hacer algo nuevo. Como canta Serrat, “hoy puede ser un gran día, plantéatelo así…” para tomar la decisión de cambiar aquello que no te gusta de vos, de tu vida, de tu entorno, de tu trabajo, etc.

HOY es el momento adecuado para plantearte un cambio. No mañana ni pasado ni dentro de algunos años, cuando los chicos hayan crecido, o cuando tengas más tiempo, o cuando te hayas jubilado, o cuando… o cuando… Podés seguir con infinitas excusas, porque no son razones para no cambiar, son excusas.

Todo cambio comienza con una decisión. Lo que va a marcar la diferencia en tu vida van a ser las decisiones que tomes, que deben ir acompañadas de acciones acordes a esas decisiones.

A Nela le habían dicho que no iba a poder sola. No se lo creyó. Porque creyó en ella.

Nela motiva a las mujeres a salir de un ambiente tóxico, de una pareja disfuncional, sin amor, de la manipulación. Las motiva a alejarse de esta concepción del machismo que pone a la mujer en un rol y al hombre en otro.

Le hicieron creer que su deber era servir, atender, dar cariño, complacer. Estar en un segundo plano, porque el hombre era más importante.

Ahora continúa sirviendo, pero de otra manera. Y practica el perdón desde el corazón.

Además de escribir, empezó a formar parte del mundo de la fotografía. Se dio cuenta de que la vida es a colores. Descubrió con la lente de la cámara (metafórica y literalmente) que había un mundo que no conocía.

Tenés que animarte a enfrentar eso que te da miedo. Nela se quedó sola después del divorcio. Su hijo se fue a vivir con el padre porque estaba estudiando en la universidad, y ella se quedó sin internet, sin televisión, sin teléfono y sin tarjetas de crédito. Su ex le cortó todo. Pero no le importó. Siguió adelante con su decisión.

Animarse a enfrentar lo desconocido, a entrar en un territorio que asusta, que es temeroso. Eso es ampliar la zona de confort.

Lo importante es saber que no estamos solas. Las mujeres nos acompañamos. Ella creó el grupo de Facebook para ayudar a otras mujeres y terminó ayudándose a ella misma.

Lo que escribía para otras lo escribía para ella. Fue creando la Nela que es ahora.

Como mensaje final, Nela nos dice que todo es maravilloso, todo calza, no hay que tener miedo. Somos amor, hay que entregarse a eso, porque eso es lo que nace de tu ser  y te va a dar las herramientas para seguir adelante.

De un momento a otro todo calza. Las piedras y los obstáculos del camino son para hacernos más fuertes. Tenemos que desarrollar los músculos para poder correr esas piedras y así seguir para adelante.

Esas piedras golpean, y se vale tomarse el tiempo para llorar, para sentirse mal, para sufrir, porque somos seres humanos con emociones, pero después hay que decirse: voy a ver otra posibilidad para salir de aquí.

El dolor tiene que ser pasajero como para despertarnos y obligarnos a buscar la salida, pero no para dejarnos anclados en ese lugar. La vida puede cambiar en unos minutos. Abracemos esos cambios porque es lo que el universo nos está dando.

La vida te lleva a veces por caminos inesperados. El secreto, creo yo, es aprender a transitarlos aceptando lo que nos ofrece, pero tratando de descubrir el mensaje oculto que tiene para nosotros, para que podamos evolucionar como personas.

Desarrollar la resiliencia es una gran fortaleza, podría decir que la más importante. Superar situaciones de adversidad y a su vez salir fortalecidos de ellas, es una gran experiencia, creo que la más sanadora  y la más potenciadora.

Y vos, ¿qué fortalezas tenés?🌈

P/D:

  • El grupo de Facebook En positivo, grupo de mujeres es privado/ secreto. Solo las miembros ven sus integrantes y las publicaciones, si desean ingresar pueden escribirle a Nela al correo: enpositivocostarica@gmail.com
  • Pueden visitar los siguientes enlaces para seguir a Nela en sus publicaciones:


https://www.instagram.com/con_almayletras/?hl=es-la

https://www.facebook.com/conalmayletras

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