Muchas veces la vida nos sorprende con un sacudón, de esos que te dejan sin habla. O a lo mejor no es un sacudón tan fuerte, pero nos obliga a despertar, a movernos, para que nos saquemos la modorra y abramos los ojos a nuevas experiencias. Nos obliga a tomar decisiones que no teníamos en mente.

Ante el miedo, ante la incertidumbre de lo desconocido, se nos presenta una realidad que no nos es familiar y nos exige tomar una decisión. Podemos elegir entre dos caminos: quejarnos, ponernos en papel de víctimas, tirarnos en la cama a llorar… o empezar a buscar en nuestro interior esas herramientas que tenemos ocultas y que están listas para desarrollarse.

Descubrir y aplicar esas nuevas herramientas internas nos conducirá indefectiblemente a salir de la zona de comodidad para recorrer el kilómetro extra que nos permitirá llegar a nuestra meta, que es igual a cumplir nuestros sueños y lograr lo que tanto deseamos.

¿Qué es la zona de comodidad o de confort? Es el contexto conocido que te da seguridad. Es todo aquello que tu mente conoce, donde se siente cómoda, ya sea bueno o malo. Es el lugar donde la mente se siente segura, incluso en las desgracias. Y te dará todos los argumentos necesarios para que no salgas de ahí. Esos argumentos son las excusas. Cada vez que decidas emprender algo para encaminarte hacia tus sueños, tu mente te dará todas las razones posibles para que no lo hagas. Y su arma más poderosa es el miedo.

Y si a pesar de ese miedo decidis avanzar y salir de la zona de confort, y empezar a indagar en tu interior para descubrir tus herramientas internas, te vas a dar cuenta de que necesitás un cambio.

Porque todo lo nuevo que querés lograr está fuera de esa zona de comodidad

Yo siempre hago referencia al costo-beneficio de lo que decidimos hacer. A veces es necesario patear el tablero, arriesgarnos, “tirarnos a la pileta”, salirnos de la zona de comodidad, dar un paso adelante. Hay que pagar un costo para obtener ese beneficio que queremos.

Si no hay cambio, no hay evolución. Y si no evolucionás, perdés oportunidades, amigos, trabajos. Te perdés la oportunidad de disfrutar la vida en toda su plenitud.

El cambio es vida, implica madurez, crecimiento. Si esperás resultados diferentes, tenés que hacer algo diferente.  Tenés que moverte, no podés quedarte en el lamento, en la queja.

 

¡Sin cambios, no hay crecimiento!

Pero,  ¿Cómo se hace para cambiar?

Buena pregunta, no te parece? Reflexionemos.

Cada una de nosotros ve el mundo de una determinada manera porque vivimos en mundos interpretativos. No sabemos cómo son las cosas. Solo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos.

Yo soy un observador. Miro a mi alrededor y no me gustan los resultados que estoy teniendo, ¿qué hago?, cambio las acciones. Lo que hacemos siempre. Si yo sigo viendo el mundo de la misma manera, puedo cambiar todas las acciones que quiera y al final lo que cambio estará siempre dentro de un marco que es predecible. Es decir voy a hacer más o menos lo mismo. En cambio, si yo juzgo que mis acciones no me gustan y en vez de lanzarme inmediatamente a una nueva acción le doy una mirada a cómo estoy mirando, aparecen acciones que eran impensables de otra manera.

Lo que necesitamos cambiar es nuestra manera de concebir el mundo. Es decir, cambiar el observador que yo soy.

Al cambiar nuestra visión del mundo no podemos seguir haciendo lo mismo ¡es imposible!

“SI YO CAMBIO, TODO CAMBIA”

Tenemos que hacernos una nueva pregunta:

¿Qué hace que yo observe el mundo de una cierta manera?, ¿Cómo se constituye el observador que yo soy?

El observador que yo soy se constituye con las creencias, paradigmas, mapas mentales, historia, deber ser, etc, que fui adquiriendo desde que nací y que condicionan mi ser y mi accionar.

Se constituye siendo coherentes en tres dominios: lenguaje, emoción y cuerpo.

El lenguaje es un código compartido para describir el mundo, y además, crea realidades y nos permite hacer distinciones. Distinguir es hacer algo distinto de algo más. Cuando yo distingo algo, ese algo aparece. Y una vez que empiezo a ver las cosas, ya no puedo dejar de verlas.

Emoción quiere decir “lo que te mueve, lo que te pone en acción.”

Si yo estoy hablando con alguien y por esa persona siento gratitud, mi disposición hacia ella es muy distinta si lo que tengo es rabia. En la rabia la quiero castigar, en la gratitud le quiero regalar. Cada emoción puede ser entendida como una predisposición a la acción.

Las emociones, si son predisposiciones a la acción, me hacen mover en el mundo de distintas maneras.

No hay desplazamiento en el observador si no hay un desplazamiento en este territorio emocional. Podemos ver conceptualmente muchas cosas pero si la emocionalidad continúa siendo la misma, no hay cambios fundamentales.

Nosotros vemos el mundo de acuerdo a la postura que adquirimos en la vida y a la manera que tenemos de pararnos en él. Entonces, ¿por qué es importante la corporalidad? Porque el cuerpo acompaña los cambios que hagamos.

Muchas veces queremos hacer un cambio en nuestra vida y pensamos que el cambio es una cuestión conceptual. Podemos cambiar los conceptos pero salimos a la vida y seguimos haciendo lo mismo… pero con conceptos más interesantes.

Para que exista un cambio verdadero se requiere de una coherencia nueva y es la coherencia entre estos tres mundos: lenguaje, emociones y cuerpo.

El aprendizaje de un nuevo modo de vida, no es conceptual, debe darse en los tres ámbitos.

 

¿Será hoy el día en que decidas darle un giro a tus circunstancias?

¿Será hoy el día en que decidas iniciar tu proceso de cambio?

 

 

Deja una respuesta