
Cuando tus hijos te dicen: “Te estás pareciendo a la abuela”
Hace unos días, mis hijos me dijeron algo que me dejó pensando: “Mamá, te estás pareciendo a la abuela.”
No lo dijeron con juicio ni con reproche. Fue una simple observación, casi divertida.
Pero dentro mío, algo se movió.
Porque siempre quise diferenciarme.
Desde chica tuve claro que quería hacerlo distinto.
Criar distinto, hablar distinto, pensar distinto, amar distinto.
No repetir lo que me dolió, no vivir desde lo que sentí que faltaba.
Y sin embargo… la vida me muestra que las raíces son más fuertes de lo que imaginamos.
En mis gestos, en mis modos, en mi manera de cuidar, hay rastros de ella.
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¿Por qué nos parecemos tanto?
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Nos parecemos porque somos historia.
Porque cada familia transmite, más allá de las palabras, una forma de ver el mundo.
Una manera de amar, de resolver, de reaccionar, de vincularnos.
Y no todo lo heredado es un peso.
También hay fortalezas, recursos, y maneras de sostener la vida que se transmiten sin darnos cuenta.
Lo complejo es cuando sentimos que ese parecido nos encierra, cuando creemos que ser “como mamá” implica perder nuestra autenticidad, nuestra libertad.
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¿Por qué queremos diferenciarnos?
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Queremos diferenciarnos porque necesitamos construir nuestra propia identidad.
Porque hay cosas que queremos sanar, otras que no queremos repetir, y muchas que simplemente queremos hacer a nuestra manera.
Diferenciarnos es un acto de evolución.
Es el intento amoroso de transformar la herencia.
De honrar lo que recibimos, pero también de preguntarnos:
¿Esto sigue teniendo sentido para mí?
¿O puedo hacerlo distinto?
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El equilibrio entre parecerse y transformarse
Con el tiempo entendí que no se trata de no parecerse, sino de parecerse con conciencia.
De mirar lo heredado, reconocer lo que tiene valor y elegir qué conservar y qué dejar ir.
Mi mamá vive en mí en muchas formas.
En su espíritu servicial, en esa manera tan suya de estar siempre disponible, atenta a las necesidades de los demás.
De ella heredé el amor por las manos ocupadas: las manualidades, el hacer con dedicación, el transformar lo simple en algo bello.
Pero también aprendí, a través de su ejemplo, lo que no quiero repetir.
Ella solía olvidarse de sí misma, siempre priorizando a los otros.
Yo elegí otro camino: el de cuidarme para poder cuidar, el de no perderme en el servicio, el de sostener mi entrega sin dejarme de lado.
Porque entendí que amar no es solo dar, también es habitarse, mirarse, y ocuparse de una misma con la misma ternura con la que una cuidamos a los demás.
No rompí con la historia: la reescribí.
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Lo que mis hijos aprenden de todo esto
Cuando mis hijos me dicen que me parezco a mi mamá, pienso en lo que están viendo.
Ven una mujer que lleva consigo una historia, pero que también se anima a transformarla.
Y eso es, quizás, el mejor legado que puedo dejarles: que uno puede venir de una historia, y aún así escribir la suya propia.
Porque al final, de eso se trata ser hija y madre a la vez:
de parecerse un poco,
diferenciarse otro tanto,
y dejar que la vida siga su curso,
con amor, conciencia y alas propias. 🦋
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Hablemos y conectemos
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Si sentís que también estás en ese proceso, entre lo que heredaste y lo que querés transformar, te invito a reservar una sesión de coaching conmigo.
Un espacio para escucharte, mirarte con compasión y volver a elegir desde tu propio centro.
Podés hacerlo al mail maritaguerrini@gmail.com o al whatsapp +549 2477 683646
Espero tu mensaje
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Con cariño,
María Eugenia Guerrini
Lic. en Servicio Social – Socioterapeuta – Coach Ontológico Profesional y Familiar