De un lado, sala llena, esperando ansiosos la conferencia. Del otro lado, nervios, inquietud, incertidumbre.
Llegó el momento. Se escucha la ovación del público al anunciar su nombre. Ella empieza a caminar haciendo a la vez respiraciones profundas. Inhala… exhala. Lo repite tres veces. Aparecen algunas cosquillitas en la panza. Vuelve a respirar profundamente.
Ingresa al escenario. Los aplausos se sienten ahora más cerca, en las entrañas, en todo su cuerpo, en todo su ser. Se paran para aplaudir. ¡Es emocionante! Ella abre sus brazos como queriendo abarcar a todos en un solo abrazo. Luego junta las manos en forma de rezo e inclina levemente la cabeza. Gracias, dice emocionada. Gracias.
Era su primera conferencia. Y tenía el honor de hacerla en el marco de una conferencia TEDx. Éstas son conferencias locales organizadas de forma independiente, “con la intención de difundir ideas que merecen la pena”, así dice la promoción.
Controló las ganas de llorar. Sus ojos la delataban, se enrojecieron porque las lágrimas peleaban por salir, pero ella no las dejó. Respiró profundo nuevamente. Y empezó a hablar.
“Cuando tenía 32 años, había alcanzado todo lo que yo consideraba, en ese entonces, que era necesario para la vida. Tenía salud, una profesión que no ejercía pero la tenía, un trabajo estable en relación de dependencia, un marido, tres hijos, una casa con las comodidades necesarias, un auto y una moto. De vez en cuando viajaba con mi familia, íbamos a la plaza, a visitar amigos, nos dábamos algunos gustos. Éramos felices… ese era mi concepto de felicidad.
Hasta muchos años después, no supe que ése era el mandato familiar que yo había recibido. Casarse, tener hijos, una casa, un título, un trabajo. Yo había obedecido a ese mandato sin siquiera cuestionarlo.
Pero la vida me tenía preparada una sorpresa.”
–
Aquel domingo de mayo de 2001 pintaba ser un día agradable. Corría una suave brisa, el sol estaba asomando con fuerza y la calma reinaba en el barrio.
Ella se levantó de la cama con paso lento. Eran las 9 de la mañana. No había pegado un ojo, y eso que era de dormir bien. La mesa de luz contigua a la cama estaba llena de pañuelos de papel sucios. Había llorado mucho, se notaba.
Caminó como pudo hasta el cuarto de baño. Prendió la luz y se miró en el espejo. Apenas se reconoció. No podía devolverle una imagen peor. Los ojos hinchados de tanto llorar delataban su dolor. No puede estar pasándome esto, pensó. – ¡Cómo no me di cuenta! ¡Cómo no me anticipé a esta situación!
Hacía dos días, sólo dos días, que su marido la había dejado. Una discusión, como las que tenían habitualmente, fue la ocasión perfecta para animarse a decirlo: – ¡me voy!
Al otro día, abrió el placard, tomó un bolso de viaje y empezó a llenarlo con sus pertenencias: ropa interior, remeras, algún buzo de abrigo, calzado, perfume y algunas cosas más que ella no recuerda. Dijo: -¡Luego me llevo lo demás! Y partió.
Era viernes a la noche. Se despidió de sus hijos, que se quedaron llorando, y se fue. Abrió la puerta y, sin mirar hacia atrás, la cerró. Se fue para nunca más volver.
Ella no supo cómo reaccionar. Estaba aturdida, parecía no entender lo que acababa de pasar. Los chicos, de pocos años de edad, tampoco entendían nada. Es que él no les dijo lo que iba a hacer. Simplemente se fue. A ella le tocó la difícil tarea de explicar lo que no sabía cómo explicar. ¿Se terminó el amor? No, eso no. Por lo menos de su parte. ¿Se enamoró de otra mujer? Mmm, no tenía la certeza. ¿Se cansó de ella? Tal vez. ¿Era su responsabilidad, su culpa? Su madre le diría más adelante que sí, porque no lo había “cuidado”.
En realidad, había un poco de cada cosa. Y pasaría un largo tiempo hasta que ella decidiera tomar las riendas de su vida y hacerse cargo de su parte de la historia, y a partir de allí iniciar un camino de crecimiento y superación personal.
Esa familia “feliz” que habían construido un día se derrumbó. Es que la felicidad no era eso que ella pensaba. Lo aprendió con el tiempo. Como un efecto dominó, se fueron cayendo cada una de las fichas que ella había colocado en el juego de la vida.
La separación y el posterior divorcio aparecieron casi como de la nada, y de un cachetazo (porque así lo vivió), tuvo que aprender a nadar en un mar que le era desconocido, la VIDA. La vida con mayúsculas. Sabía flotar, pensaba que sabía nadar, pero había practicado en una piscina, no en el mar. Cuando se cayó al mar, tuvo que sobrevivir, sacar fuerzas de donde no las tenía, atajar las olas, mover el cuerpo todo el tiempo porque si no se ahogaba, improvisar una balsa con objetos que flotaban por ahí, y empezar a buscar la costa.
Tuvo que tomar una decisión. O se dejaba vencer y se hundía. O buscaba alguna estrategia para sobrevivir y llegar a la costa.
Eligió la segunda opción.
Corría el año 2001, como dije anteriormente. Todos lo recordamos por la crisis que atravesó el país. Así que para ella fue un doble quiebre: la separación y la tremenda crisis que vivimos los argentinos. A partir de esos hechos, se vio envuelta en una crisis existencial. Con sus hijos aún pequeños y con toda la responsabilidad de la crianza y educación de ellos a cuestas, sumado a una regular relación con su ex marido, y con muy poco dinero en su haber, tomó la decisión de iniciar un camino de búsqueda y de crecimiento personal y profesional.
Las problemáticas familiares que se sucedieron desde entonces fueron muchas y muy difíciles de resolver para la mujer que ella era en aquel momento. Sentía un deseo enorme de poder dar respuestas más creativas y eficaces a sus necesidades. Es que no estaba preparada para los avatares de la vida. Vivía en un capullo, rodeada de lo conocido, creyendo que la vida era lo que le habían contado, sin experimentarla por sí misma. Vivía en un capullo que un día recibió un golpe fuerte y se rompió. Se vio obligada, entonces, a mirarse, a conocerse, a descubrirse. Hasta ese entonces, era quien le decían que tenía que ser. No era ella misma, sino la que los demás querían que fuera.
Así fue como decidió iniciar su proceso de crisálida que le permitiría abrir las puertas de la vida que tenía adelante, (que no era la vida que ella conocía) sin dolor ni angustias, y empezar a trabajar con su empoderamiento y su autoestima para crearse la vida que tanto deseaba.
Empezó a transformar cada parte de su ser, también de su cuerpo, porque por fuera se hacen visibles los cambios internos. Empezó a despojarse de los condicionamientos, de las creencias, de los paradigmas que le fueron transmitiendo a lo largo de la vida, hasta lograr quedar al descubierto, en carne viva, sin piel. Así fue que se entregó al proceso para permitir, luego, que le naciera otra piel, y que salieran a la luz sus propias creencias, sus propios pensamientos, su esencia verdadera.
Algunos lo llaman resiliencia. Sí, pero también es el proceso de crisálida. Cambio. Transformación. Metamorfosis.
Y un día se descubrió adulta.
La crisálida implica la transición entre el estado de larva y el estado de imago o adultez en los insectos que experimentan la metamorfosis completa. Es decir, es la fase de desarrollo posterior a la forma de larva y anterior a la forma adulta.
«La crisálida suele estar encerrada en un capullo, donde permanece inmóvil y sin alimentarse», esperando el momento de salir a la luz, ya adulta.
Aunque el estado varía de acuerdo a la especie, las crisálidas no suelen moverse ni alimentarse. En el proceso se guarecen en una especie de cápsula que les brinda protección mientras sus órganos se modifican y adoptan la nueva estructura.
La fase de crisálida puede durar desde algunas semanas hasta varios meses. En el momento de la eclosión, el animal disuelve o rompe el capullo y emerge en su estado adulto.
Ella estaba en ese proceso. Trabajó incansablemente para transformar su vida, para romper ese capullo que la mostraría, por fin, en su versión adulta.
El ejemplo más representativo del proceso de crisálida, es la mariposa. De larva que se arrastra, pasa a ser un bello ejemplar que puede volar, ser libre, y embellecer con sus colores.
De la misma manera, a nivel social se utiliza el término crisálida metafóricamente para referirse a las mujeres que deciden hacer un cambio en sus vidas, salir del cascarón, empoderarse, resignificar sus creencias, pensamientos, emociones; independizarse, ir por sus sueños y trabajar para cumplirlos.
Así como las mariposas atraviesan el proceso de crisálida que las conduce a dejar su existencia anterior que las condenaba a arrastrarse por tierra, para convertirse en un nuevo ser, bello, con capacidad de volar, así las mujeres también tienen la capacidad de reciclarse, de iniciar un proceso de cambio, de crecer, de hacerse más sabias. Es el gran punto de giro en la historia vital.
“(…) Resucitar convertida en algo muy diferente, pero conservando mi esencia. O incluso elevándola a su enésima potencia para ser, más que nunca, yo misma… ¡Sabes, Marina? Hay una cosa que siempre me ha dado miedo. Las personas que se mueren sin haber pasado nunca por la fase de la crisálida se mueren sin conocerse a sí mismas. Que menos que llegar hasta nuestros últimos días y decirnos: ‘Encantada de haberte conocido’. ¿No crees?”, dice Vanessa Montfort.
Morir para renacer. Dejar atrás la vieja existencia para encontrarse con una nueva versión de sí misma. El momento de preguntarse “qué mujer quiero ser”. Definirlo, tratar de responder a esa pregunta, y luego accionar, ponernos en acción para emprender el camino hacia nuestro objetivo: convertirnos en mariposas.
¡Fue mágico! Porque empezaron a llover las sincronicidades y las oportunidades, y su vida dio un vuelco radical. Hubo momentos difíciles, por supuesto, pero cambió la forma de atravesarlos y de situarse en ellos.
Y así, lentamente, brazada tras brazada, fue llegando a la costa. ¡Había aprendido a nadar! Y desembarcó en la VIDA con mayúsculas, y a cada paso descubría un mundo fascinante. Y eso era producto de las decisiones que estaba tomando.
Pero la vida no le dio tregua. Años más tarde, le diagnosticaron cáncer de mama. Un baldazo de agua fría, claro. Nuevamente se cayó al mar. Ya había adquirido algunas destrezas para no ahogarse, pero esta vez no eran suficientes. Tenía que encontrar otras. Así que se vio obligada a reflexionar sobre el porqué y el para qué llegó esa enfermedad a su vida. Y se encontró de nuevo buscando en su interior las respuestas y retomando el trabajo personal que había iniciado hacía un tiempo largo.
Y así empezó a diseñar un plan de trabajo que llevaría a cabo a partir de ese momento: continuar trabajando consigo misma, con sus creencias, con los pensamientos, redireccionándolos para transformarlos en positivos, con la gratitud, y decretando la vida que quería. Ejercicios, meditaciones, reiki, alimentación más saludable.
Pero hubo un pensamiento inicial sobre el que edificó los otros. Cuando salió de la cirugía y se topó cara a cara con la realidad, declaró para sí misma: – “la enfermedad se fue con la cirugía, estoy sana”.
En medio del caos familiar, porque el diagnostico de cáncer provoca caos, miedo, incertidumbre, en quien lo padece y en su familia, ese pensamiento positivo y esa actitud ante la situación de adversidad fueron los ejes que marcaron su vida de ahí en más. Porque todo se desarrolló de manera perfecta.
Frente a esta situación decidió tomar decisiones poderosas, decisiones que le dieran poder, poder para elegir y diseñar la vida que quería.
Y esas decisiones poderosas fueron acompañadas de acciones también poderosas que le permitieron continuar con su proceso de cambio y de transformación en su vida, con su proceso de crisálida.
–
-¿Qué valores te mueven en la vida?- le preguntó al público.
-¿Qué valores querés aplicar en tu comportamiento cotidiano?
-¿Quién sos? ¿sos quien querés ser? ¿o sos quién los demás quieren que seas?
Y continuó diciendo: – Si sé quién soy, puedo saber adónde voy, descubrir mi misión o propósito de vida, para qué estoy en este mundo, cómo puedo servir a la humanidad.
–No hay mayor plenitud que sentir que se está en el camino correcto.
-Conocer mi misión, me permitió determinar la visión, adónde voy. Es una meta, un objetivo, es definir el camino que quiero transitar. La visión es ese lugar donde ya llegaste con tu mente y te comprometes a accionar para llegar ahí.
–Y una vez definido el camino, debo tener un proyecto que esté alineado con todo lo anterior. El proyecto es el cómo voy a llevar a cabo mi misión.
Su corazón latía fuerte. Los nervios de los primeros minutos habían pasado, pero la tensión por no olvidarse nada de lo que tenía pensado decir, la mantenía en alerta. Desde el escenario podía visualizar algunas caras, las de las primeras filas sobretodo. Y veía cómo iban mutando. A veces sonreían, otras veces se emocionaban. Pero todos estaban muy atentos.
Y así continuó hablando sobre su vida, contando todos los proyectos que fueron surgiendo, los que pudo concretar y los que no. Y cómo su capacidad de reinventarse constantemente la mantiene viva y llena de energía para superar cualquier dificultad que pudiera surgir.
Y encontró varias maneras de darle sentido a su propósito, a través de diversos proyectos que pudo ir implementando, con el fin de llevar un mensaje potenciador a todas las mujeres que deseen salir de la zona de confort, dar un paso más que las conduzca a sus sueños, que quieran revisar sus paradigmas para modificar aquello que no les guste, y que estén dispuestas a transformar sus vidas y avanzar a un siguiente nivel.
El más importante de esos proyectos era ése, el que estaba llevando a cabo en ese momento: tener la posibilidad de hablarle a mucha gente, en su mayoría mujeres, y ser servicio para las que estén atravesando situaciones de dificultad, que quieran hacer un cambio en sus vidas, que deseen comenzar con su proceso de crisálida.
–
– ¿Qué decisiones tomaste hoy?- le preguntó a la audiencia. Sólo algunas mujeres se animaron a responder en voz alta: – ¡la decisión de ser feliz!- dijo una. – ¡Cambiar de trabajo!- dijo otra. Pero no muchas más fueron capaces de hablar adelante de todos.
– ¿Por qué hago esta pregunta?- ¿Por qué considero que es importante aprender a tomar decisiones acertadas?
– Porque somos el resultado de las decisiones que hemos tomado a lo largo de nuestra vida. Porque todas las acciones que emprendemos provienen de una decisión. Decidir es elegir entre varias alternativas y deben ser coherentes con nuestros valores, con nuestra identidad, con nuestra misión y visión y con nuestro proyecto.
– Por ejemplo, ante una “crisis”, ¿qué decisiones tomamos? ¿La vemos como algo catastrófico o como una oportunidad para el cambio?
– La respuesta está en la mente humana. El gran problema está en la mente humana. Porque ante un desafío, como una crisis, por ejemplo, podemos elegir entre dos caminos: uno es reconocer que estamos ante un desafío importante, y otro sentirse pequeño e insignificante ante ese desafío. Y de esta elección va a depender lo que sigue.
– Si lo que queremos es experimentar la felicidad, sentirnos bien, avanzar, educarnos, progresar, evolucionar, la angustia, la ansiedad y la preocupación no son buenos compañeros de viaje.
El tiempo se estaba acabando. Sólo 15 minutos le habían dicho. Era tanto lo que tenía para decir…
Había tenido que seleccionar los temas porque el tiempo le era escaso. Escaso para transmitir el mensaje que deseaba.
Le hicieron señas. Llegaba el final.
Se apuró a decir las últimas palabras.
-El pasado no determina el futuro. ¿Cuántos de nosotros hemos atravesado situaciones complejas y las hemos superado y creado otro futuro? A ver, ¡levante la mano quien le ha pasado esto!
-Tendrán que sacar a flote sus verdaderos recursos e incluso desarrollar capacidades y habilidades que ahora no tienen.
-Puede que experimenten dolor en el proceso de reinventarse, sin embargo es un dolor mucho menor que el que van a tener que soportar si no están dispuestos a cambiar y adaptarse.
-Pero más vale pasar por ese dolor momentáneo que es el del crecimiento, que estar sufriendo toda la vida, por no haber hecho lo que sabían que podían y tenían que hacer.
-No intercambiemos el dolor por el sufrimiento sostenido en el tiempo.
-Sé lo duro que es, no es que me lo hayan contado. Yo lo he vivido. El premio es el impacto que ese cambio genera. Te lo agradece la vida, aquello que nos trasciende a todos.
-Hay algo que debemos entender, y es que aprender a tomar buenas decisiones y a hacer el cambio que deseamos es IMPORTANTE Y URGENTE.
-Si no lo consideramos IMPORTANTE, jamás lo haremos.
-Y si no lo consideramos URGENTE, tampoco lo haremos.
-Ha de ser importante y urgente porque si no, no va a encontrar un hueco en tu agenda.
-Para evitar entrar en un mundo nuevo, distinto, donde se te va a exigir una transformación, una reinvensión, el inconsciente va a buscar excusas. Solo si lo pones como importante y urgente va a poder aguantar porque estará en tu agenda, en tu vida.
-No olviden recordar que:
- A las crisis hay que considerarlas como una oportunidad para el cambio.
- Tenemos que hacernos más grandes que los problemas, debemos hacernos preguntas poderosas (para qué)
- ¿Cambiamos las circunstancias o cambiamos la interpretación?
- Debemos hacernos responsables, gestionar lo que pensamos y las emociones que se desprenden de esos pensamientos.
- Es importante revisar nuestras creencias que dan origen a nuestros pensamientos.
- La alimentación saludable contribuye al cambio de vida
- La gratitud es el motor imprescindible de nuestra vida
- Tienen que pensar qué cambio quieren para su vida.
-Los invito a reinventarse, a diseñar la vida que quieren y a ponerse en marcha AHORA MISMO. ¡El momento es AHORA!
-¿Será hoy el día en que decidas darle un giro a tus circunstancias?
-¿Será hoy el día en que decidas cambiar?
-Tenemos un mundo de posibilidades. Creemos que el único mundo que hay es esa caverna en la que vivimos. Por creer eso, se están perdiendo el bosque, la naturaleza, los lagos, los ríos, el mar. Se están perdiendo vivir en libertad.
HAY QUE CREER PARA PODER CREAR, y seguramente vamos a sentir la sensación de vértigo, de incertidumbre. Confiá en la VIDA en mayúscula, no te va a dejar sola, irás aprendiendo, te darás porrazos, te levantarás, habrá personas a tu alrededor que te ayudarán, que en lugar de juzgarte y señalarte con el dedo te ayudarán con su mano a que te levantes, y vos harás lo mismo por ellos. Avanzar con esa capacidad, con esa ilusión, con esa pasión es grandioso. Sabemos que cuando el cerebro humano tiene un qué y un para qué de verdad, se activan áreas enteras que estaban dormidas y se encuentran el cómo y el dónde.
Este texto era el contenido de la última diapositiva. Lo leyó con voz fuerte, con garra, con entusiasmo, segura de que el mensaje estaba llegando y cumpliendo su propósito.
-La vida que deseamos se puede lograr si empezamos a trabajar en ella hoy mismo. ¡Y quiero acompañarte a lograrlo!- dijo para cerrar la charla.
La misma ovación de aplausos que recibió al ingresar a la sala, se repite ahora. Todos se paran para aplaudir.
Los aplausos parecen eternos, es tanta la emoción… Las lágrimas corrían por su cara, quiere disimularlas, pero no puede. Esta vez las dejó salir.
Nuevamente su cuerpo vibra hasta la entrañas.
Abre los brazos, como al principio, como queriendo abarcar a todos en un solo abrazo. Luego junta las manos en forma de rezo, como al principio, e inclina levemente la cabeza. Gracias, dice emocionada. Gracias.
–No te olvides de tomar una decisión poderosa, la que te lleve a ese lugar donde querés estar. Hacete cargo de tu vida, sos la responsable de tus decisiones y de tus acciones. No esperes más.
– TU TIEMPO ES HOY- gritó.
Saludó con la mano y salió del escenario.
Era feliz. Miró hacia el cielo y agradeció.
Había completado su proceso de crisálida.
María Eugenia Guerrini